Se cumplieron más de dos años de la muerte de Faustina Antúnez (57), la esposa del exintendente de Santiago de Liniers que también sufrió lesiones gravísimas cuando ambos fueron atacados por su hijo de 18 años. Restaba una última pericia solicitada por la fiscalía y ahora todo indicaría que el expediente está muy cerca de ser elevado a juicio.
Según pudo saber este Diario de fuentes consultadas, en las últimas horas el Juzgado de Instrucción 1 de Eldorado a cargo del magistrado Roberto Horacio Saldaña, recibió los informes periciales realizados sobre el arma de fuego que fue secuestrada en la habitación del joven. Quedó confirmado que los rastros de ADN que quedaron en el revólver calibre 38 corresponden al acusado. De esta manera quedó descartado que pudiera haber un tercero que manipuló el arma para disparar en la cabeza a la mujer y a su concubino Arnoldo Schoenfisch (60).
Previamente, otras medidas de prueba ya habían certificado que los guantes y un pantalón que le fueron secuestrados al imputado tenían restos de deflagración por el accionar de un arma. Estas pericias de absorción atómica tuvieron que hacerse en la provincia del Chaco por intermedio de la titular del Superior Tribunal de Justicia, Rosanna Pia Venchiarutti Sartori.
Todo esto vino a confirmar lo que Arnoldo Schoenfisch le manifestó a un familiar cuando desde una ventana le pidió ayuda: “Se mandó una cagada”, expresó refiriéndose presuntamente a su hijo.
Con esta última prueba el paso restante en el expediente será que sea corrido de vista a la fiscalía para que opine si ya no se requiere otra medida de prueba para elevar el caso a debate.
En la madrugada del 14 de mayo de 2020, el exintendente pidió ayuda. Su esposa había recibido un disparo en la cabeza como así también él, aunque llegó a salvarse pero con una lesión irreversible en el nervio óptico.
En las primeras horas de la investigación se presumía que había ocurrido un femicidio seguido de intento de suicidio. Pero los testimonios recabados comenzaron a apuntar al hijo de la pareja, entonces de 18 años. Este le manifestó a un familiar: “Hace un rato estuve por acá. Seguro les entraron a robar y fueron los paraguayos de allá abajo”. Pero en la casa no faltaba nada.
Los investigadores comenzaron a averiguar y supieron que la relación del joven con sus padres era pésima. Luego, le confesó a un familiar que había sido él. Así se precipitó su detención.