El expediente por el ataque a balazos que acabó con la vida del entrenador de fútbol infantil y femenino, Cristian Andrés Sotelo, que fue elevado a juicio oral al Tribunal Penal 2 en julio pasado retornará al despacho del juez de Instrucción 6, Ricardo Walter Balor.
El tribunal resolvió anular el cierre de instrucción de la causa y elevación a debate ayer, luego de la solicitud en igual sentido que emitiera el fiscal del TP-2, Vladimir Glinka.
De fuentes consultadas por PRIMERA EDICIÓN, la decisión de los jueces del tribunal, César Antonio Yaya, Gregorio Augusto Busse y Carlos Jorge Giménez, sostiene que restan pruebas por completarse en el expediente, especialmente resolverse la identidad y detención de un quinto sospechoso de la balacera registrada durante la mañana del domingo 13 de junio de 2021 en el barrio A3-2, en la zona sur de esta capital.
Germán “Belco” Ibáñez (25), Elio “El Garrafero” Castillo (31), Diego “Cafú” Tavares (29) y Armando “Pollo” Grisuca (29), continúan como imputados por el fiscal de Instrucción 6, René Germán Casals y el juez Ricardo Walter Balor. Solo resta determinar quién es “Pitoca”, el quinto sospechoso quien sería uno de tres hermanos de apellido Romero y la aprehensión de un prófugo.
Los cuatro mencionados fueron encartados por “homicidio doblemente agravado por premeditación y uso de arma de fuego, un hecho, y tres de homicidio agravado por premeditación y uso de arma de fuego pero en grado de tentativa”, cuya culpabilidad implica una condena de prisión perpetua.
El episodio que se investiga fue extremo de balazos y sangre y se registró a una cuadra de la comisaría Décima de la Unidad Regional X. Para el juez y fiscal el ataque le costó la vida a “Casimiro” Sotelo de 41 años y resultaron lesionados tres familiares directos.
Los cuatro jóvenes acusados descendieron de una camioneta entre las 6 y 6.30 del día mencionado, abrieron fuego contra tres viviendas contiguas de la calle Clavelinas, entre Las Lilas y Tulipanes, y dejaron un tendal de heridos y la víctima fatal, reconocido entrenador de fútbol en el populoso barrio mencionado.
La violencia se caldeó esa noche en una fiesta clandestina a pocas cuadras y, cuando aún regía el aislamiento social obligatorio por la pandemia de COVID-19.
Hermanos y primos de Sotelo habrían ingresado a la casa de “El Garrafero” Castillo donde se realizaba el festejo. Se desató una pelea con insultos y golpes y los Sotelo se retiraron del lugar.
El señalado anfitrión habría jurado venganza y, de acuerdo a los datos que manejaron los investigadores policiales, los roces entre ambas familias involucradas no serían nuevos.
Frente a la casa de “Casi” Sotelo se reunieron y, cuando se sospechaba que cada uno se iría a dormir, asomaron dos vehículos y descendieron los tiradores a los gritos. “Salgan, salgan, los vamos a matar a todos los Sotelo”, se escuchó antes de que las ráfagas de plomo se iniciaran.
Una vez en la escena, los efectivos de la división Policía Científica de la UR-X incautaron 27 vainas servidas calibre nueve milímetros la mayoría.
Los proyectiles impactaron en dos jóvenes de 18 y 22 años, que acompañaban a “Casimiro”. Un tercero de 21 años sufrió lesiones en su espalda. Todos estaban desarmados.
De las declaraciones de testigos se pudo obtener una descripción de los rodados involucrados, mientras los heridos fueron trasladados en forma particular al Hospital Ramón Madariaga, donde Sotelo llegó sin vida.
Entre los heridos, el joven de 18 años sufrió un tiro en el pecho y fue intervenido con una cirugía a corazón abierto. El otro lesionado de 22 años, tuvo una herida similar en el tórax. Todos evolucionaron con el correr de los días y las curaciones.
Sotelo en tanto, según la autopsia, murió en pocos minutos “por una herida de arma de fuego que perforó la aurícula derecha del corazón y pulmón derecho, que le produjo una obstrucción cardíaca y hemorragia en el saco del pericardio; además de un hemoneumotórax derecho y sangrado intrapleural derecho”.
Todas las lesiones desencadenaron rápidamente en el shock hipovolémico y el paro. El ataque en A3-2 se registró con características similares a las emboscadas de bandas criminales vinculadas a delitos como el narcotráfico.