Imputados por los delitos de “homicidio agravado por premeditación, un hecho, y tres de homicidio agravado por premeditación en grado de tentativa”, el fiscal de Instrucción 6 de la Primera Circunscripción Judicial, decidió durante las últimas horas elevar a debate el episodio extremo de balazos y sangre que se registró a una cuadra de la comisaría Décima en el complejo habitacional A3-2, zona sur de esta capital.
El ataque a balazos, en el que se habrían escuchado ráfagas de ametralladora, le costó la vida a Cristian Andrés Sotelo (41) y resultaron lesionados tres familiares directos.
Para el fiscal René Germán Casals, cuatro jóvenes que descendieron de una camioneta el domingo 13 de junio de 2021 entre las 6 y 6.30, abrieron fuego contra tres viviendas contiguas de la calle Clavelinas, entre Las Lilas y Tulipanes, y dejaron un tendal de heridos y una víctima fatal, “Casimiro” Sotelo, reconocido entrenador de fútbol infantil y femenino en el barrio mencionado.
De acuerdo a fuentes consultadas por PRIMERA EDICIÓN, además de los cuatro acusados, tres de ellos conocidos con los alias “Garrafero”, “Belco” y “Cafú”, el fiscal supeditó a otros dos hombres más y uno de ellos podría convertirse en el quinto imputado. También solicitó la detención de un presunto sexto tirador, identificado pero prófugo hasta hoy.
Trascendió a su vez, que de los dos supeditados en la causa, se necesita determinar quién es alias “Pitoca”, señalado por las víctimas como uno de los jóvenes armados que protagonizaron el dramático episodio.
Fiesta clandestina
Hasta el momento, en el expediente, la violencia durante la madrugada se caldeó en una fiesta clandestina a pocas cuadras y, cuando aún regía el aislamiento social obligatorio por la pandemia de COVID-19.
Hermanos y primos de Sotelo habrían ingresado a la casa de “Garrafero” donde se realizaba el festejo. Se desató una pelea con insultos y golpes y los Sotelo se retiraron del lugar.
El señalado anfitrión del evento ilegal habría jurado venganza y, de acuerdo a los datos que manejaron los investigadores policiales, los roces entre ambas familias involucradas no serían nuevas.
Frente a la casa de Cristian Sotelo se reunieron y, cuando se sospechaba que cada uno se iría a dormir, asomaron dos vehículos y descendieron los tiradores a los gritos. “Salgan, salgan, los vamos a matar a todos los Sotelo”, se escuchó antes de que las ráfagas de plomo se iniciaran.
Los proyectiles impactaron en dos jóvenes de 18 y 22 años, que acompañaban a “Casimiro” Sotelo. Un tercero de 21 años sufrió lesiones en su espalda. Todos estaban desarmados.
De los dichos de algunos testigos se pudo obtener una descripción de los rodados involucrados, mientras los heridos fueron trasladados en forma particular al Hospital Ramón Madariaga, donde Sotelo llegó sin vida.
Una vez en la escena, los efectivos de la división Policía Científica de la Unidad Regional X incautaron 27 vainas servidas calibre nueve milímetros la mayoría.
Entre los heridos, el joven de 18 años sufrió un tiro en el pecho y fue intervenido con una cirugía a corazón abierto. El otro lesionado de 22 años, tuvo una herida similar en el tórax. Todos evolucionaron con el correr de los días y las curaciones.
Cristian Andrés Sotelo, según la autopsia solicitada por el juez de Instrucción 6, Ricardo Walter Balor, murió en pocos minutos “por una herida de arma de fuego que perforó la aurícula derecha del corazón y pulmón derecho, que le produjo una obstrucción cardíaca y hemorragia en el saco del pericardio; además de un hemoneumotórax derecho y sangrado intrapleural derecho”. Todas las lesiones desencadenaron rápidamente en el shock hipovolémico y el paro.
Todos armados. El ataque en A3-2 se registró con características similares a las emboscadas de bandas criminales vinculadas a delitos como el narcotráfico.
Según lo detallado en el expediente, confiaron las mismas fuentes que de dos camionetas doble cabina, modernas y suntuosas, bajaron los jóvenes con armas automáticas y hasta se oyó: “Los vamos a matar como a perros a cada uno de los Sotelo”.
Los disparos fueron de pistolas, revólveres y hasta ametralladoras, y directamente contra los tres inmuebles donde residía Cristian Sotelo, sus familiares y allegados.
Se recogieron casquillos y plomos en la escena y quedaron las improntas de las balas en un comercio de ropa lindante.
“No entiendo por qué”
Rosalía Ramírez, viuda de Cristian Sotelo, pocas horas después del ataque y muerte de su esposo, señaló a este Diario: “No entiendo todavía por qué le tocó a mi marido, por qué de arriba. Por mis hijos de 10 y 5 años y por lo que juré en su cajón, yo tengo que buscar justicia y no voy a parar aunque tenga que mover cielo y tierra, hasta debajo de las piedras voy a buscar, hasta que todos estén presos, porque mi marido era muy querido. Con Cristian hacíamos tareas sociales, teníamos merendero y un ropero comunitario. ‘Casimiro’ entrenaba un equipo de fútbol de niños y mujeres. Mi marido es de apellido Sotelo pero no andaba por ningún mal camino. Yo voy a limpiar su nombre por más que hablen mal”.
“Cristian de arriba ligó, como todas las personas que estaban afuera de casa, como mi sobrino y los otros muchachos. Pero a mi marido le tocó la peor parte, el balazo en el corazón. En la vereda había más de veinte personas y a todos les apuntaron y dispararon. Pudo haber más víctimas como Cristian”, concluyó.