Todo indica que José Andrés Quednau, si su salud mental se recupera según adelantaron la salvedad las fuentes consultadas por PRIMERA EDICIÓN, será juzgado por “homicidio calificado con ensañamiento y alevosía, femicidio en grado de tentativa y desobediencia judicial, tres hechos en concurso real” y enfrentará, entre las posibilidades, una condena de prisión o reclusión perpetua.
El carbonero del cerro Las Quemadas, entre las localidades de Cerro Corá y Profundidad, tiene 37 años y está detenido en la unidad penal VIII (en Cerro Azul) del Servicio Penitenciario Provincial. Los informes psiquiátricos del Cuerpo Médico Forense del STJ indican que debe recibir un tratamiento acorde a la patología aguda que atraviesa y que una prisión no sería lo adecuado.
Está privado de la libertad desde el miércoles 7 de septiembre, poco después de las 16, cuando los efectivos de las comisarías de Profundidad y Candelaria lo hallaron sentado con manchas de sangre a la vera del camino que une las carbonerías de Las Quemadas con los pueblos mencionados.
Pero también sentado junto a lo que aseguró ofrendar, el cadáver de Ramón Lorenzo Da Rosa (40). Recibió a los uniformados tajante: “Llévenme, ya lo maté a éste, ya no va a joder a nadie más. Si ustedes venían más tarde yo me iba a poder comer todo el corazón, me faltó sal nomás”.
Quednau le abrió a machetazos el pecho a un changarín con discapacidad motriz, que acompañaba a su pareja Teresa del Carmen Venencio (exconcubina del acusado) y a un hijo de 14 años de ella rumbo a su casa y horno para quemar leña a medio kilómetro del punto donde los interceptó.
Por la imputación señalada, el fiscal de Instrucción 6, René Germán Casals, resolvió durante las últimas horas elevar el expediente a debate oral pero también solicitó a Ricardo Walter Balor, juez instructor, que el acusado sea trasladado a un centro de salud mental para contención y tratamiento y se defina si es inimputable o no.
Al momento del hecho, los informes psicológicos recalcaron que comprendía la criminalidad de sus actos.
Pero transcurrieron casi dos años del ataque y homicidio y su comportamiento empeoró y el deterioro mental sería irreversible y ya no sería peligroso para terceros, tampoco para él mismo.
Como se informó oportunamente, Teresa Venencio escapó porque su hijo la ayudó a correr hacia una carbonería a 300 metros del lugar del ataque.
Venencio sufrió un corte profundo, que le lastimó el cráneo, y otros dos machetazos en el rostro cuando Quednau, según el expediente, la atacaba porque se cruzó delante suyo para intentar que no matara a Da Rosa. La mujer quedó tendida en el piso y su hijo la rescató para huir.
Mientras tanto Quednau redujo a Da Rosa y le lanzó tantos planazos con el arma blanca, que le desfiguró el rostro, le abrió el cuello y mientras se desangraba le abrió el pecho con el machete, le rompió el tórax y le arrancó el pulmón izquierdo completo, parte del derecho, el corazón y el intestino delgado completo.
Teresa Venencio pudo alertar a la policía gracias al vecino que la asistió cuando oyó los gritos de ella y de su hijo.
Cuando llegó la primera patrulla de la Unidad Regional X, Quednau ya había culminado su ritual de sangre. Había armado con las muletas que Da Rosa utilizaba para caminar, porque le habían amputado parte de la pierna derecha, una cruz que ató con sus intestinos y la paró al lado del cadáver y las mercaderías que destrozó a machetazos. Plantines con flores, paquetes de yerba, arroz, botellas de aceite y harina, todo roto y esparcido alrededor.
Durante semanas los restos de sangre y alimentos quedaron sin tocar en el lugar, nadie se animaba a parar en ese tramo de la calle terrada, habitualmente utilizada para bajar del cerro las bolsas de carbón que se fabrican en la zona.