Creer o no creer. Esta sería la gran cuestión. En Misiones hay muchas historias que, sin ninguna objeción, bien podrían ser caratuladas como fantásticas. Claro que sus protagonistas y testigos no querrían ser tildados de mitómanos o de fabuladores, ya que juran y perjuran haber visto lo que vieron.
Estos son cuatro casos que encierran encuentros con seres mitológicos y hasta una posesión espiritual. ¿Qué hay de realidad y qué de imaginación en ellos? Importante es mencionar que todos, de alguno u otro modo, llevaron a la intervención de la policía.
Uno de los episodios que se narran en esta saga, se remonta a mediados de octubre de 2002 en San Javier. De un día para otro, los habitantes de esta localidad, recostada contra la margen derecha del río Uruguay, se vieron estremecidos por lo que acontecía en el barrio Elvira.
Allí, una mujer aseguraba que su hijo sufría una extraña transformación, similar a la del hombre lobo, o lobizón. La vecina formalizó luego una denuncia en la comisaría, donde manifestó que el chico de quince años, después de los efectos de la metamorfosis, comenzó a atacar a sus hermanos.
Salomé Gómez contó que en horas de la madrugada se despertó debido al barullo provocado por su hijo adolescente. De acuerdo a su relato, el joven comenzó a experimentar cambios en su cuerpo:
primero se le alargaron las manos, luego se le hincharon los codos y finalmente se le enrojecieron los ojos, tras lo cual pretendió atacar a sus hermanos menores, mientras gruñía como un perro y se desplazaba en cuatro patas.
Cuando un vecino acudió a responder al pedido de ayuda, el muchacho escapó velozmente. La Policía lo encontró tres horas después, tirado bajo un refugio para pasajeros de colectivos, sobre la ruta provincial 4. Al ser hallado, presentaba un aspecto normal, pero muy agotado.
En el hospital, contó que le dolía todo el cuerpo y no recordaba nada de lo ocurrido. El médico en su informe también hizo constar un estado de agotamiento extremo y decaimiento general.
El lobizón de Candelaria
Según la leyenda, el séptimo hijo varón de una familia numerosa tiene la desgracia de nacer lobizón. En su película “Nazareno Cruz y el Lobo”, Leonardo Favio narra la historia de un campesino poseído por la legendaria maldición, al cual el diablo le advierte que no debe amar porque esto tiene un efecto negativo sobre su condición.
Nazareno no puede controlar a su corazón y termina por enamorarse de una joven rubia, con lo que comienza su desgracia.
En Candelaria, tal vez no fueron demasiados los que vieron el film de Favio, con su versión romántica de la leyenda. Sin embargo, en los primeros días de enero de 2008 la historia de un lobizón mantuvo en vilo a muchos vecinos de la antigua capital de Misiones, sobre todo a los residentes en el barrio 36 Viviendas.
Fueron unos jóvenes los que por primera vez presenciaron el extraño ser. Asustados, llamaron al dueño de una casa y le manifestaron haber visto a un hombre de cabello largo y barba, con movimientos extraños. Pero lo más extraño fue que -según los testigos- al ser avistado ingresó a un monte, desde donde emergió poco después con un tamaño mucho mayor, hasta que finalmente desapareció.
Desde ese día se organizaron rondas nocturnas para tratar de divisar a lo que ellos denominaron el lobizón. Incluso la policía también realizó su investigación.
Unos días después, un repartidor de comidas de Garupá dijo que casi embistió con su moto a una enorme bestia negra y los ojos rojos. “De ninguna manera eso era un perro”, aseguró shockeado el joven.
Por los aires
En la primera semana de junio de 2008, una chica de 16 años fue protagonista de un extraño episodio en Campo Viera. Carina, huérfana de madre, caminaba en compañía de su tía Bertolina Maciel (madre de Andrea Silva, desaparecida en 2001), por un camino rural de la Sección Novena.
Eran aproximadamente las 16.30 cuando comenzaron a transitar por las inmediaciones del arroyo La Cruz, a unos tres kilómetros del casco urbano. Carina sintió necesidad de ir al baño y le dijo a su tía que continuara sola, porque ella ingresaría unos metros al monte.
Pasaron los minutos y Bertolina no avistó a su sobrina, por lo que regresó sobre sus pasos. La chica ya no estaba, por lo que comunicó lo ocurrido a las autoridades. Más de un centenar de policías la buscaron y alrededor de las 20, apareció misteriosamente frente a un kiosco, donde se desvaneció.
En el hospital, contó que fue raptada por un enorme pájaro de colores llamado “Margarito”, quien le prometió llevarla con su madre fallecida.
Yendrika: una voz de hombre desde la garganta de una mujer
La apacible localidad de Azara se vio sacudida el 1 de agosto de 2008 por el asesinato de un empresario de la yerba mate, Osvaldo Alfonso Yendryka (36).
Aquella noche, el hombre estuvo en una hamburguesería de la zona urbana, acompañado por unos amigos. En el local se encontró con tres integrantes de una familia con la cual tenía serias diferencias.
Esto fue lo que generó una discusión, que siguió fuera del comercio. En medio de la contienda, el empresario recibió varios cuchillazos, que lo dejaron malherido. A pesar de que lo llevaron en forma urgente al hospital, dejó de existir.
Poco tiempo después, un asombroso acontecimiento vinculado a ese asesinato -y presenciado por policías- se registró en una chacra de Colonia Paraíso, donde residían una mujer de 62 años y su hija de 38, ambas agricultoras.
Fue el 4 de septiembre de ese mismo año cuando la menor de ellas despertó a los gritos. Su madre se acercó para preguntarle qué le ocurría y se encontró con un cuadro fantasmal. La hija tenía la mirada perdida y hablaba con una voz más grave que la habitual. “Soy Osvaldo Yendryka y quiero hablar con mi padre”, vociferaba.
La sexagenaria creyó estar ante un brote psicótico, pero con el correr de las horas cayó en la cuenta de que algo extraño ocurría con su hija, que jamás había mostrado alteraciones de ese tipo.
Hacia el mediodía la situación se había tornado incontrolable, la mujer quería irse de la casa. Desesperada, la madre pidió ayuda a unos peones que, al percatarse de que algo se había apoderado de la dueña de casa, decidieron avisar a la Policía.
Cerca de las 14, el comisario, dos oficiales, el chofer y un agente partieron hacia Colonia Paraíso. Al llegar, la “poseída” les dijo: “Soy Osvaldo Yendryka y quiero hablar con mi padre, pedirle disculpas. Nada más”, les indicó.
Segundos después lanzó un grito al aire y añadió: “Me dicen Sapucay”, apodo con el que conocían al yerbatero asesinado.
Pero lo más sorprendente fue cuando se dirigió a un agente y le espetó: “Yo a vos te conozco bien”.
“Me sorprendió, porque a esa mujer sólo la conocía de vista, pero con Yendryka incluso llegué a hablar unos días antes de que lo asesinaran”, comentó ese policía a PRIMERA EDICION en su momento.
Luego, ya adentro del patrullero, con voz grave, repitió: “Yo hablé con ese muchacho poco antes de que me maten”. Esta frase la lanzó apuntando al agente con el que Yendryka había entablado una breve conversación tres días antes de que lo ultimaran a cuchillazos.
Descartando el brote psicótico, los policías decidieron llevarla a la iglesia del pueblo. En principio ella se negó, alegando: “Yo sólo quiero hablar con mi padre, disculparme, decirle que no haya más derramamiento de sangre”.
Finalmente fue llevada a la parroquia, donde el padre Enrique le dio de beber agua bendita. Luego pidió acostarse sobre la tierra, tras lo cual despertó hablando con su voz normal. “Ya está, ya se fue”, anunció.
(Artículo publicado originalmente por PRIMERA EDICIÓN el 13 de diciembre de 2008)