Cuando el martes el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) anuncie el índice de inflación de febrero, tendremos la certeza de que 2023 no será muy distinto a lo que fuimos viendo en los últimos años. Más aún, tratándose de un año de elecciones presidenciales, también tendremos la seguridad de que al igual que los precios, las internas partidarias irán en aumento y con ello se verán recortadas las chances de acordar, sesionar y/o brindar soluciones a los argentinos.
De lo primero no quedan casi dudas… si en años sin elecciones, tanto en el oficialismo como en la oposición prevalecieron las diferencias, en uno con recambio en la Casa Rosada las cosas solo pueden empeorar.
De lo segundo tampoco hay incertidumbre: no es difícil imaginar la economía de aquí a diciembre, cuando las elecciones ya se hayan desarrollado.
La inflación tiene el camino allanado para seguir subiendo, incluso por encima del altísimo nivel de enero (6%). Y así como viene sucediendo en los últimos años, tendremos que remontarnos a los 90 para encontrar índices iguales o peores.
Dato al respecto: el canje voluntario de deuda en pesos con vencimientos hasta junio que se produjo días atrás, tuvo una adhesión del 64% de los títulos elegibles, lo que permitió despejar vencimientos por más de 4,34 billones de pesos y extendió el plazo de los compromisos a los años 2024 y 2025 (próximo gobierno). El resto deberá cubrirse con emisión que, como vamos comprendiendo, es una de las múltiples razones que explicarán la escalada inflacionaria de 2023.