El impacto que provoca la aceleración de la incontenible inflación de los últimos meses se percibe cada vez con mayor fuerza en los indicadores vinculados al consumo. De esa manera, la fuerte suba de precios, en general, golpea de manera directa sobre los hogares. Esto afecta, principalmente, a los sectores de menores recursos, que deben hacer malabares para cubrir sus necesidades y ajustarse hasta en la compra de alimentos para llegar a fin de mes. A raíz de esto, desde el sector comercial observan como disminuyen las ventas y cambian las costumbres de consumo.
PRIMERA EDICIÓN realizó un relevamiento para dialogar con comerciantes de diferentes rubros.
Así, Julio Sosa, encargado de una carnicería ubicada en el barrio Villa Urquiza comentó que “asusta ver como a los clientes les cuesta cada vez más comprar carne. En nuestro sector no tuvimos grandes incrementos de precio en los últimos meses, como sí pasó con otros productos; pero como la inflación golpea desde todos lados y los sueldos no suben, igual vendemos cada vez menos porque la gente busca ajustarse en todo”.
“Lastimosamente, llegamos a un punto tan crítico en el que hasta con la comida hay que ajustarse”, se lamentó. En correspondencia, añadió que “las familias antes venían a la carnicería todos los días, después fue cada día por medio, y ahora con suerte vienen una vez a la semana para llevar un poco de carne”.
“Lo que más duele es que siempre pensamos que este ya es el piso, que peor no la podemos pasar, pero cada vez todo se complica más”, dijo; y amplió: “A los vendedores nos afecta mucho la caída de las ventas. A veces pensamos que hay que cerrar todo y buscar otra cosa que hacer”.
Mientras que la empleada de una panadería en la avenida Cabred de Posadas contó que “la gente compra el pan por unidad, y por pocas unidades, siendo que antes venían más seguido y llevaban por kilo sin preguntar mucho el precio”.
“Al estar hace tiempo en el barrio ya conocemos a la mayoría de los clientes. Por eso nos damos cuenta fácil cuando hay poca plata en la calle; porque dejan de venir por unos días, y eso pasa cada vez más dentro del mismo mes”, describió.
Contó que “muchos antes venían, compraban pan y, por antojo, al ver las facturas o las chipas, también llevaban eso. Ahora eso no pasa, se venden muy pocas facturas”.
A su vez, Carolina Luz, dueña de un kiosco, indicó: “El sueldo de la gente alcanza para cada vez menos. Con un billete de mil pesos comprás dos o tres cosas y apenas alcanza. Por eso a nosotros cada vez nos piden más fiado. Con algunos podemos hacerlo, porque son familias que llevan años en el barrio, nos conocemos y está esa confianza. Pero es difícil tener que decirle que no a quienes no conocemos tanto, que pueden ser gente de paso en casas o departamentos de alquiler, y no pueden pagar una bolsita de pan o un poco de fiambre. Es muy triste”.
Al mismo tiempo, remarcó que “en todo lo que es fideo, arroz, aceite, azúcar o productos de limpieza, se venden las opciones económicas. Por eso se mueven más las segundas o terceras marcas. Todos los clientes preguntan el precio, ya no preguntan de qué marca es tal cosa (como si pasaba antes)”.