Hoy podrán volver a sus hogares las familias que durante 21 días estuvieron varadas en el puente internacional Posadas-Encarnación, hasta que llegó la excepción humanitaria de Migraciones.
Para que puedan seguir el viaje, Salud Pública deberá darles el alta médica que suponen será un trámite mínimo porque en los últimos diez días volvieron a ser hisopados en tres ocasiones y todas las veces dieron negativo para COVID-19.
Por otra parte, no menos importante, sus familiares y amigos organizaron colectas y rifas para ayudar a costear los pasajes en colectivo.
Un poco más tranquilos por haber contado con una cama, techo y comida en el albergue que la Provincia dispuso para ellas, en las afueras de Garupá, tres de los exvarados hablaron con PRIMERA EDICIÓN y relataron en detalle los motivos de la decisión de migrar al Paraguay, todos los conflictos tras la irrupción de la pandemia y el peregrinaje transformado en “pesadilla” para volver a entrar al país, después de haber agotado todas las instancias administrativas y consulares.
“Fue enorme la diferencia en todos los sentidos, tuvimos una excelente atención y buena comida, una cama limpia donde dormir y cada familia, somos tres, pasó cada una en su cabaña. Estando en el puente, dormíamos todos juntos tirados en el suelo”, relató el misionero Pedro Martínez, quien retorna a Montecarlo junto a sus dos hijos pequeños y su esposa.
Sus compañeros de odisea emprenderán viaje rumbo a Pinamar y San Martín, provincia de Buenos Aires. En el verano 2020, Pedro recibió una oferta laboral prometedora como electricista en una importante empresa.
Cuando la OMS dictó la pandemia y se cerraron todas las fronteras, Pedro fue despedido y al poco tiempo ya no pudo pagar ni el alquiler. Mientras gestionaba la excepción humanitaria para volver a la Argentina, pasó “necesidades y angustias que una persona no imagina ni en su peor pesadilla”, aseguró.
“Todos los días sueño con los malos momentos que pasamos. Estando en la aduana de Encarnación (Paraguay) dormíamos en medio de ratas, donde permanecimos cuatro días. Una vez que cruzamos el puente, dormimos dos días a la intemperie y se vino una lluvia que mojó todas nuestras cosas, fue desesperante y las autoridades no nos hacían caso. Eso se nos grabó a fuego en la mente y no se nos va a borrar así nomás”, refirió.
En Montecarlo, para el reinicio de sus vidas los esperan algunos parientes y la casita que los albergó cuando vivían en la provincia.
“Dios nos iluminó para volver”
Laura Aquino, de Pinamar, también se mostró expectante ante el fin de la “dura travesía”.
“Parece increíble estar tan cerca de ese gran día para pisar nuestro suelo, nuestra casa”, se emocionó la mujer. Ella y su familia (esposo y tres hijos) vivieron un año y medio en Paraguay.
“Vinimos por trabajo porque a él le hicieron una muy buena oferta. Cuando empezó la pandemia se vino todo abajo, al punto que dejamos deudas de alquileres”, se lamentó.
“Todo ese tiempo hicimos todos los papeles en el consulado y jamás nos respondieron otra cosa salvo decirnos que volvamos en avión. ¿Con qué plata?, ni para comer teníamos”.
“Pasamos las peores cosas imaginables, frío, hambre, sed y abandono. El día que nos desalojaron de la oficina donde dormíamos creo que Dios nomás dijo: vamos a dejarle volver a esta gente, porque la tormenta tumbó un cable de alta tensión que nos pasó rozando por la cabeza, fue desesperante”.
Sonia Barreto, quien estuvo en Paraguay con su hija de 8 años, porque consiguió trabajo en una casa de familia. “Vengo de una familia muy pobre, mi marido vive de changas, yo me vine con mi hija y él se quedó en Argentina. Lo vivido no le deseo a nadie. Nuestros hijos se despiertan a mitad de la noche y lloran sin consuelo”, contó. Ella al igual que las otras personas que la acompañaron en la odisea, sólo desean volver a casa.
Por sus medios
Colectas entre familiares y amigos y rifas para ayudar a juntar fondos, fue la ayuda que recibieron los exvarados de parte de sus seres queridos para comprar los boletos de colectivo de larga distancia y poner fin a más de un mes de travesía para el ansiado retorno.
“La Provincia de Misiones se hizo cargo de los gastos de alojamiento y comida, lo demás lo tuvimos que resolver por nuestros medios y gracias a Dios, con lo que cada uno ayudó compramos los pasajes”, contó con alivio, Sonia Barreto.
“Ya es hora de volver”, suspiró, como queriendo dejar atrás un mal sueño hecho realidad.