Quienes estudiamos sobre misticismo, metafísica y tanto sobre este acontecimiento cósmico sabemos que hoy es el día del año con mayor carga energética que mueve y transmuta todo lo que hay que cambiar.
Muchos de ustedes ya están preparándose para este día desde hace varias semanas, desde aquel domingo de Adviento, ya realizaron esa amorosa reflexión sobre todo lo vivido, todo lo creado, todo lo superado y todo lo sentido de este año. Hoy nos queda relajarnos para recibir la llegada de la Navidad y así comenzar una nueva etapa.
Ritual depurador
Como todos los años, este día se vuelve una larga jornada y todo gira en torno a la celebración, ponemos toda nuestra atención en esta jornada para que a la noche todo sea hermoso.
Un ritual depurador y generador de abundancia es preparar un centro de mesa con lentejas y arroz, se puede decorar con flores a modo de bendición, mientras que a su alrededor dispondremos tres velas blancas y tres inciensos.
A partir de las 18 ya podemos encenderlos para que cumplan con su acción depuradora mientras decimos palabras inspiradoras como: pongo aquí en este centro toda la energía para dejar ir las trabas, los juicios, los malos sentimientos, los enojos, resentimientos y toda ira acumulados durante el año. A partir de ahora dejo ir y me preparo para la llegada de todo lo nuevo, todo lo mejor.
Que la mesa en la que compartiremos los alimentos sea ese círculo mágico receptor de buenas nuevas.
Paseos mágicos
Un lugar especial se alza en Posadas, el Parque Temático de la Navidad. Allí podemos aprovechar para conectar con nuestros deseos y con esa magia que se siente desde lo más profundo. La tradición de recibir la llegada del Niño Jesús une a todas las personas, incluso hasta convierte a las más “gruñonas” en un poco más amorosas. Muchas veces el dolor es tan grande que se traduce en felicidad al sabernos unidos. Lo intangible que ilumina la mente y alegra el corazón.
Los niños son protagonistas fundamentales porque nos muestran cómo tenemos que vivir más sueltos y nos enseñan a confiar.
El nacimiento
El 25 de diciembre solo se vinculó con el nacimiento de Cristo alrededor del año 221 d.C., siendo difundida por Sextus Julius Africanus, un viajero e historiador cristiano de finales del siglo II y principios del III. Este hecho hizo que el día se volviera universalmente popular en los siglos siguientes.
Después de que la fecha del 25 de diciembre fuera ampliamente aceptada como la fecha del nacimiento de Jesús, los escritores cristianos de la época a menudo relacionaban el renacimiento del sol con el nacimiento del “hijo de Dios”, ya que coincidía con la fiesta pagana del solsticio.
Fue a principios del siglo XX cuando la celebración se convirtió también en una fiesta familiar, siendo celebrada por cristianos y no cristianos por igual y perdiendo los elementos religiosos para estar más caracterizados por el intercambio de dones.
Cuando fue el nacimiento de Jesús todo era mágico porque los ángeles lo anunciaron, los pastores fueron a ver al niño y luego otro ángel con su poderosa luz gritó a los cielos su llegada.
El evento fue muy fuerte, tanto que llegaron hasta los reyes. Entonces hoy podemos sentir esa magia entre nosotros. Cerrar los ojos y ver cómo se ilumina nuestro corazón y cómo desde allí surgen los rayos que abren nuestro camino, iluminan la mesa, la casa, el barrio, todo lo que podemos imaginar. Con nuestras velas encendidas, sentimos el aroma al incienso y escuchamos la música celestial invadiendo todo.
A las 12 de la noche todo comienza, se produce el gran evento, renacemos en nosotros y vemos cómo todo es abundante en nuestra vida.
La luna y sus efectos
Los solsticios y equinoccios son momentos cargados de energía que pueden favorecer un reajuste interno, necesario para poder sentirnos desde la plenitud de habitarnos y estar habitando con amor.
Esta noche podemos mirar al cielo y si no hay nubes podremos ver las estrellas, pero si hay nubes no dudes en que los efectos cósmicos se producen igual. En cuarto creciente las energías son propicias para el crecimiento personal, la toma de decisiones importantes y la manifestación de metas y deseos.
Algunos astrólogos afirman que la luna en cuarto creciente puede influir en nuestro comportamiento, haciéndonos más sensuales, curiosos y comunicativos. Aunque también nos hace más impulsivos así que a tomar baños de sales y lavanda para llegar a la noche sintiéndonos tranquilos, amorosos y abundantes.
Ser pesebre
Imaginar a tu corazón como un pesebre, convertirlo esta noche en un espacio lleno de amor. Ser pesebre en el camino de alguien. Alojar sin preguntar, sin esperar nada a cambio, sin juzgar. Alojar y dejar ir. Ofrecer agua para aliviar y tener a mano las palabras justas. Estar listos para un abrazo, para vivir en silencio, ese silencio compartido que llena y completa a las personas.
El humano está lleno de ideas, sentires y emociones, pero si tu corazón está preparado para ser pesebre entonces lo será también para vos. Es allí donde irás a renacer, es allí donde podrás conectar con tu verdadera esencia, donde tus lágrimas serán de calma y siempre alguien necesitará de tu lugar especial.
Ser pesebre es en este caso una oportunidad para sentirnos cerca, para recuperar el sentido en un mundo en el que todo lo vemos sin sentido. Volver a estar unidos para recostarnos sobre una paja mullida, meditar sobre nuestros más elevados sentimientos y meditar sobre nuestros sueños. ¿Estoy cumpliendo mis sueños? ¿Puedo ayudar a cumplir otros sueños?
Ser pesebre es todo lo que está bien porque nuestro corazón solo vive feliz si estás feliz.
A las 12 de la noche digo: Yo Soy esa luz que ilumina mis momentos, Yo soy el nacimiento dejando atrás todo lo que ya no me hace feliz y recibo todo lo bueno.
Bienvenida al Niño Jesús y que su despertar en nuestro corazón nos llene de bendiciones.
¡Feliz Navidad!
Rosanna Toraglio
Periodista de
Primera Edición