La Navidad es mágica, porque es tan especial como cada uno decida hacerla.
La Navidad por sí sola tiene su magia, que contagia, y es difícil mantenerse indiferente, pero a veces, por circunstancias de la vida, puede ser una época complicada.
Podemos pensar que la Navidad es feliz si la familia está completa, si tenemos regalos, si todo es como se ve en las películas, pero muchas veces, la Navidad no es así, sin embargo, puede ser tan especial como la hagamos.
La Navidad es un momento de reencuentros y si tenemos en vida a nuestras personas queridas es maravilloso, pero si han partido, también podemos reencontrarnos, y es que la Navidad tiene esa magia, podemos hacerla tan especial como nosotros estemos dispuestos a hacerla.
Podemos reencontrarnos con nuestras personas queridas que ya han partido escribiéndoles una carta, preparando su plato favorito, recordando las palabras del brindis que ellos solían decir, poniendo su foto en la mesa, recordando anécdotas graciosas.
Muchas son las formas, solo hace falta abrir el corazón y dejar salir todo lo que sentimos; concentrarnos en lo que tenemos y no en lo que nos falta, y si hacemos esto, sentiremos la presencia de nuestros seres queridos al lado nuestro, porque el amor no conoce de separaciones.
También suele asociarse la Navidad a muchos regalos, que si están es maravilloso, pero si no está a nuestro alcance comprarlos, podemos fabricar regalos especiales, de esos que están cargados de amor, pensados especialmente en qué le gusta al otro, y la mayoría de las veces, es algo que no se compra en los negocios.
La magia se produce cuando nos enfocamos en el significado de la Navidad que es el amor incondicional, y cuando tenemos la firme decisión de hacerla especial cualquiera sea la circunstancia que estemos atravesando.
Esta nochebuena abramos nuestro corazón, hagamos algo diferente, busquemos nuevas formas de festejarla, dejemos que los villancicos y el espíritu navideño se apodere de nosotros, recordemos nuestra alegría y sorpresa de cuando éramos niños y animémonos a vivirla plenamente.
Por Natalia Moyano
Contadora con
corazón de escritora
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