Es mi deseo más profundo que esta Navidad pueda nacer en el corazón de cada uno de los hombres y mujeres del planeta la semilla de amor y de luz que subyace en lo profundo de su cámara secreta.
Que se abran de par en par todos lo corazones, que las barreras autoimpuestas, las reales y las imaginarias, se caigan.
Que podamos atravesar la vulnerabilidad que nos hace temerosos y desconfiados del otro.
Que podamos ver la verdadera realidad de cada uno de nosotros y de todas las situaciones que nos mantienen en un velo de confusión, velo que nos lleva a todos los malos entendidos y manipulaciones para escapar del sufrimiento- sufrimiento que genera más malos entendidos y mayor sufrimiento y confusión, y que así, luego de sentirnos pequeños y vulnerables podamos de una buena vez por todas dejar nacer todas las virtudes que quedaron congeladas detrás de tanto miedo y dolor.
Así, puede ser que el verdadero ser nazca y renazca de entre las cenizas de la oscuridad y podamos cooperar en vez de obstaculizar, amar en vez de odiar, ser fraternales con el otro como si fuera parte de uno mismo. Ver la unidad de todo para comprender la bendición de la existencia y el noble propósito de la raza humana, que habiendo llegado al punto máximo de dolor, pueda nacer y construir un mundo de armonía, paz y amor donde todos tengamos la oportunidad de conocer nuestro plan y misión en la vida.
Nada es en vano, cada lágrima y dolor tienen un por qué y un significado, y ese porqué es ablandar nuestros corazones para poder ser uno con el otro y recuperar nuestra humanidad perdida.
Que cada uno de nosotros solo pueda escuchar y sentir aunque sea por un instante la voz del amor que es el fin último de la existencia. Amor como unión, amor como construcción, amor como realización.
Amor, ese amor que en su sutil vibración hace que todo permanezca en un orden y equilibrio sagrado a pesar de todo.
¿Cómo sería nuestro mundo si pudiéramos evolucionar a través del propio impulso sin necesidad del dolor? Te dejo esa pregunta para vos, para tu entorno y que siga flotando en el éter hasta que se haga realidad.
¡Feliz Navidad!
Por Patricia Couceiro
Máster en Constelaciones
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