La reciente desaparición y asesinato del periodista británico Dom Phillips y del indigenista brasileño Bruno Pereira, el pasado 5 de junio, atrajeron la atención nacional e internacional sobre la región amazónica, donde se unen las fronteras entre Brasil, Perú y Colombia y donde del lado brasileño se viene denunciando la ausencia de Estado y la fuerte presencia del crimen organizado que inhiben a los comunicadores locales a informar sobre actividades ilegales, según refleja en un artículo la LatAm Journalism Review (LJR).
La variedad de actividades ilícitas presentes en la región -como el tráfico de drogas y armas, la minería, el robo de madera y la caza y pesca predatorias- la convierten en un área compleja y un “campo minado” para los periodistas, al punto que Emmanuel Colombié, director para América Latina de Reporteros Sin Fronteras, la describió como “una región que está totalmente fuera del control del Estado”.
El estadounidense Phillips era corresponsal en Brasil desde hace 15 años, para diarios como The Guardian y The Washington Post, y estaba escribiendo un libro sobre desarrollo sostenible en la Amazonia. Pescadores ilegales, presuntamente financiados por narcotraficantes, son los presuntos autores del doble crimen, del que también fue víctima el indigenista local Pereira.
Más allá de la tragedia, que recuerda el final similar que sufrió el icónico ambientalista Chico Mendes a fines de los años ‘80 a manos de depredadores de la selva amazónica a los que el activista combatía, es sólo la punta del iceberg de una compleja realidad en la región, donde muy pocos se animan a sacar a la luz lo que sucede ante las continuas amenazas a la prensa local, lo que deja la información en manos de corresponsales extranjeros o algún otro aventurero enviado por los grandes medios de Sao Paulo o Río de Janeiro.
El frágil equilibrio de la Amazonía, principal pulmón del planeta, exige una mayor atención de la comunidad internacional y la máxima protección de quienes actúan como los ojos y oídos del planeta en ese enclave mágico y a la vez dramático, bendito y a la vez maldito.