En apenas tres meses lo que era un acuerdo light o para salir del paso hasta llegar las elecciones se volvió imposible de cumplir. Ahora el Staff del FMI y el equipo económico deberán definir qué camino seguir: si solicitar una serie de waivers, o dispensas, para seguir recibiendo los desembolsos o directamente se dispone una modificación sobre la marcha de las exigencias planteadas inicialmente. El peor escenario -para el Fondo y para el Gobierno- sería dejarlo caer y condenar al país a un nuevo default.
Si bien falta que arranque la revisión formal, a partir del 10 de mayo próximo, ya es un secreto a voces que la reducción del déficit fiscal hasta 2,5% no se alcanzará. Con suerte se podría repetir el 3% del año pasado. Además, empezaron las primeras señales de que la emisión monetaria para financiar al Tesoro tampoco disminuirá como estaba previsto en las metas asumidas ante el Fondo.
Lo propio sucederá con la meta de reservas netas. Existe un compromiso anual de acumulación de casi USD 6.000 millones, pero que al igual que el resto de las exigencias debe irse cumpliendo en forma trimestral. Por ejemplo, en los próximos dos meses el Central debería comprar USD 2.300 millones. Pero en los cuatro primeros meses del año apenas consiguió unos USD 100 millones con intervenciones en el mercado cambiario. Ni siquiera una soja arriba de USD 600 alcanza hoy para lograr ese objetivo.
El acuerdo arrancó viejo en enero y hoy es letra muerta. La proyección de inflación quedó también totalmente desactualizada. Se había estipulado un techo de 48%, pero será al menos 15 puntos más alta. Podría ser más, ya que ahora se estima un nivel más cercano al 70% para todo el 2022. Tal como viene haciendo Martín Guzmán en los últimos años, el FMI subestimó notablemente la aceleración de precios, que hoy pone a la Argentina incluso por encima de Venezuela.
El “corazón” del arreglo con el Fondo pasaba justamente por ordenar las variables fiscales y financieras para promover una baja de la inflación. Pero requiere de mucha disciplina y tiempo y ninguna de las dos está disponible para un Gobierno asediado por internas y por el deterioro social.
También empezó a haber “ruido” con la meta monetaria. El Tesoro consiguió un buen “colchón” en el primer trimestre del año, pero ya en abril no pudo renovar todos los vencimientos en moneda local. En la medida que no pueda conseguir más dinero fresco, dependerá en forma creciente de la ayuda del Banco Central. Los cálculos de economistas privados estiman que la reducción de la emisión al 1% del PBI es inviable (es “la meta” para este año) y que en realidad podría superar el 2%.
“Abril es el primer mes desde la reestructuración de la deuda del 2020 en el que el Tesoro no consigue renovar vencimientos por un monto significativo”, señaló un informe de Consultatio Asset Management. El informe agrega otra dimensión al evaluar las consecuencias de los problemas para conseguir dinero fresco: “Habrá dificultades crecientes para colocar deuda en pesos con vencimiento más allá de 2023 sin un acuerdo político amplio que disminuya el riesgo de reperfilamiento”.
El arreglo cumplió el objetivo de evitar un desborde del tipo de cambio. Los distintos dólares financieros hoy siguen por debajo de los niveles de fin de 2021, a pesar de que la inflación acumulada superó el 20%. Sin embargo, le pasó algo similar al arreglo con los bonistas, porque no consiguió mejorar las expectativas.
El riesgo país sigue por encima de los 1.700 puntos básicos y nada indica que vaya a mejorar al menos en lo que resta del mandato de Alberto Fernández. Los bonos volvieron a caer debajo de los USD 30. En diciembre de 2023 se cumplirán más de cinco años sin acceso a los mercados financieros.
Acreedores privados
En definitiva, el acuerdo con el FMI terminó igual que la renegociación de la deuda que realizó Guzmán en 2020. Fue un alivio financiero que despejó el horizonte de corto plazo, pero no logró encauzar expectativas ni reducir la fuerte desconfianza de los mercados.
La Argentina no sólo es defaulteador serial, también es incumplidor serial. En general este tipo de acuerdos con el Fondo se iban deteriorando progresivamente hasta que se terminaban suspendiendo los desembolsos. Lo que no es habitual es que todo ocurra con tanta rapidez.
Los efectos de la guerra entre Rusia y Ucrania serán utilizados como justificación. Por un lado, porque el salto de los precios de los alimentos le agregará varios puntos a la inflación del 2022. A su vez, el encarecimiento de la energía no sólo le pega a los precios, como en todo el mundo; en el caso local también tiene un efecto directo sobre las cuentas fiscales y las reservas.
La necesidad de usar más dólares para comprar energía es un fuerte condicionante para el invierno. Por eso las dificultades para las importaciones continuarán o incluso podrían agravarse en los próximos meses. Las quejas de los sectores industriales que no pueden acceder a insumos van en aumento, pese a que el Central liberó importaciones por más de USD 7.000 millones en marzo, una cifra récord, que se repetiría en abril.
Aunque se abrió más el grifo de las importaciones en los últimos meses, los incrementos de precios en dólares y el encarecimiento de los fletes provocan que varios sectores enfrenten dificultades para abastecerse. Por eso no alcanza el esquema establecido por el Central, de autorizar ventas por el mismo valor en dólares que el año pasado más un 5% adicional como máximo.
La brecha cambiaria hace el resto. Los exportadores demoran todo lo posible para vender a la espera de una mejor cotización del dólar oficial. Y los importadores buscan acopiar todo lo posible justamente para aplicar rápidamente los pesos. Así las cosas, la Argentina se encamina a un invierno que estará marcado por la escasez en modo amplio. Aunque el Gobierno niega que esté previsto cortarle el suministro al sector industrial, las empresas comenzaron con los aumentos de precios “preventivos”, ante el riesgo de tener que parar la producción por falta de energía en los próximos meses.