El ingreso de las bandas de cazadores furtivos a los parques provinciales desde Brasil pone en peligro a las distintas especies y en los últimos tiempos, merced al trabajo que llevan adelante los guardaparques se pudo reconstruir que son bandas organizadas, con un perfil agresivo y peligroso que llegan desde el vecino país en busca de grandes ejemplares y ponen en riesgo a animales como el yaguareté, el puma, los venados, el mono carayá o el tapir, entre otros.
El intendente del Cuerpo de Guardaparques (CG), Jorge Bondar, también instructor de futuros agentes de preservación, señaló que “estos cazadores son cada vez más violentos y poseen armas más potentes. No se entregan, sino que disparan de inmediato”.
Para Bondar, está claro que esos grupos poseen una conexión local, conformada por lugareños que no solo hacen de guías, sino también de espías y hasta de sicarios si fuera necesario, de acuerdo al informe publicado por el Ministerio de Ecología de la Provincia de Misiones.
Los puntos calientes, señala, están en los grandes bloques de selva ubicados en Misiones en sectores limítrofes con los estados brasileños de Rio Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná. Los cazadores tienen en la mira constantemente a la Reserva de Biosfera Yabotí y a los parques provinciales Piñalito, Urugua-í y Horacio Foerster.
Desde 2015, el Cuerpo de Guardaparques lleva consigo armas en Misiones. “El armamento y los chalecos, provistos por el Gobierno provincial, son herramientas fundamentales. Sin ese equipamiento no se puede pensar llevar adelante ninguna acción ante estas organizaciones criminales”, aseguró Bondar.
Crimen organizado
Para el Intendente del Cuerpo de Guardaparques, está claro que las bandas conformadas por brasileños son “organizadas y operan a gran escala. Este tipo de actividades responde a la lógica de crimen organizado. Tiene relaciones con una red tan grande, que incluso especies cazadas en Misiones pueden terminar en la costa atlántica brasileña como menú, en Europa como parte de las pertenencias de un coleccionista o en Asia, donde, por ejemplo, los huesos, los dientes o el cráneo del yaguareté son utilizados como medicamentos”.
Consideró que la problemática de la caza furtiva en Misiones “es compleja. Por un lado, está la cuestión cultural, que explica el accionar de quienes matan animales silvestres como actividad heredada, porque en su entorno la vienen practicando de generación en generación. Se trata de ciudadanos que incluso consumen la carne del ejemplar ultimado, con todos los riesgos que eso conlleva a su salud”.
Siguió detallando que “después está la otra arista, la de la caza por comercio, encarado por verdaderas mafias, con raíces fuera del territorio misionero”.
Cómplices locales
Sobre cómo operan los cazadores furtivos, Bondar dijo que “sus laderos locales, los lugareños contratados por esta gente, ofician de guías, pero no solo eso. Hacen inteligencia para los cazadores. Asimismo mantienen los cebaderos artificiales del monte y cuidan los campamentos dentro de la selva, para que cuando lleguen estos infractores, por lo general personas acaudaladas, tengan todo despejado”.
En la misma línea apuntó que “esos cómplices suelen armar grupos de Whatsapp, donde comparten información acerca de los sectores donde los guardaparques hacen patrullas, organizan la compra y venta de armas, la comercialización de perros para caza e imágenes de guardaparques, como para individualizarlos”.
Aseguró que “los cazadores entran a la selva misionera fuertemente armados, en grupos de muchos integrantes, con perros para acechar a las presas, bien pertrechados, con utensilios y provisiones para una larga estadía en el bosque y con medios de movilidad que les permiten recorrer la selva sin problemas”.
Cuando el Cuerpo de Guardaparques incursiona en estos sectores para mitigar el accionar de estos depredadores, se encuentra con distintos riesgos. “El primero es el simple hecho de ingresar a la selva. Los peligros van desde el ataque de algún animal salvaje o los rigores del clima hasta el enfrentamiento con estos grupos, que no dudan en abrir fuego”, dijo.
El funcionario del Ministerio de Ecología indicó que es el Grupo de Operaciones en Selva, conformado por guardaparques de distintos parques, “el que pone el cuerpo cuando obtiene información acerca de la posible presencia de cazadores en las áreas naturales protegidas”.
Reconoció que “lleva tiempo poder encontrar el trillo utilizado por esta gente. Para acceder a una zona de caza a veces hay que caminar cuatro o cinco horas por el monte. Y para abordarlos hay que minimizar cualquier posibilidad de riesgo. Estos grupos no dudan en realizar disparos contra los guardaparques, de hecho ya hemos sufrido distintos ataques de este tipo”.
Represalias
El peligro no se circunscribe al monte: “Si el operativo de los guardaparques sale bien, si estas personas son detenidas y expulsadas del país o sus campamentos destruidos, está el riesgo de las represalias que toman”, subrayó el guardaparques Bondar.
Contó que “tuvimos destacamentos incendiados por cazadores, como los de Foerster (también baleado) y el del Parque Provincial Esmeralda. Incluso a través de emisarios amenazan a guardaparques. Pasó en localidades como Comandante Andresito o San Pedro”.
La lucha contra la caza cuenta con el apoyo de las fuerzas de seguridad, tanto la provincial como las federales.
“Se viene librando en la provincia desde hace mucho tiempo y es bueno que la comunidad misionera conozca las características de este desafío, que es una de las prioridades para el Ministerio de Ecología”, sentenció.