Una de las primeras cosas que produce traer un mensaje que hable de Dios es la clásica pregunta “¿de qué religión sos?”.
Expresar fe dentro de ese contexto tiene siempre la posibilidad de agradar o el riesgo de ofender. En el caso particular de PALABRAS DE VIDA, la columna que estás leyendo, no embanderamos una religión, sino que nos hacemos eco del “mensaje de la cruz”.
El tiempo de Dios para todos nosotros es “hoy”; “ayer” ya pasó y “mañana” es de Dios. Muchas veces escuché decir “fulano vive al día”, expresado en un tono casi despectivo, inclinado a dejar en claro que es una persona que no tiene planes, proyectos, anhelos… como que nada le importa. El contraste según esa perspectiva serían las personas que viven vidas súper agitadas y llenas de horarios, planes y agendas “al rojo vivo”.
Recuerdo lo dicho varias veces por Facundo Cabral: “El ser humano nacer no pide, vivir no sabe y morir no quiere”, a lo cual agrego “¡¡¡qué difícil es vivir el hoy!!!”, ¿no?
Está escrito en la Biblia “ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor”. No sé qué planes tenés para hoy, para este día, ni dónde o cómo estás, pero priorizando lo que Dios dice que es mayor (el amor) hoy quiero hablarte del amor de Dios expresado en la cruz con algunos detalles que tal vez no conocías. Al enseñar la palabra de Dios suelo usar ejemplos simples que sean como activadores para generar interés por la búsqueda personal de Él.
La Biblia es el marco teórico donde está expresada la “voluntad de Dios”, la palabra de Dios es viva, eficaz y poderosa a la que, si nos aferramos, nuestras vidas serán transformadas sobrenaturalmente.
Me permito usar la expresión “escenario” para dar detalles de una “verdadera obra de amor”, la más bella, poderosa y sobrenatural que nunca será igualada. Vemos a Jesús en las vísperas del cumplimiento de esa obra maravillosa en el huerto del Getsemaní en agonía de espíritu sufriendo en su naturaleza 100% humana por (más que decir… hacer la voluntad de Dios el Padre) cuando le expresó: “Padre si puedes pasa de mí esta copa, pero no sea mi voluntad, sino la tuya”. Jesús vino a tomar tu lugar y el mío para pagar nuestra deuda por nuestros pecados que nos condenaban a una eternidad lejos de Dios, Él, sin pecado y renunciando a su deidad, se despojó de sí mismo para hacernos libres y salvos por el poder de su amor.
La muerte de cruz en aquel tiempo tenía una connotación muy fuerte. Las cruces se levantaban fuera de los límites de la ciudad como trato despectivo a los reos de muerte. Además, se ubicaban en lugares altos donde se exponía públicamente a las personas que eran crucificadas. Seguro que es difícil aún imaginar tanto sufrimiento por amor.
Desde el pesebre hasta la tumba Jesucristo fue ciento por ciento hombre y lo recalco para ayudar a que se entienda la medida de su gran amor, que más que razonarlo tiene que ser simple y profundamente “recibido y aceptado”.
El unigénito hijo de Dios Jesucristo sería tratado y despreciado como un “malhechor” y lo hizo por amor aun cuando cada uno de nosotros debería pagar por nuestros pecados. Sin embargo, Él lo hizo una vez y para siempre.
Todos los relatos bíblicos de la vida de Jesús, desde el “pesebre hasta la cruz y el sepulcro”, tienen detalles muy importantes porque su vida fue una enseñanza y fue marcando un camino a seguir para todos los que quisieran aceptar y recibir su mensaje de amor. “El mensaje de la cruz” es un pasaporte a una vida eterna como hijos de Dios y como coherederos de Él.
Estimado lector, de tal manera te ama Dios que envió a su hijo Jesucristo a morir en la cruz por vos. Oro para que hoy recibas ese “mensaje de la cruz” en tu corazón y el amor de Dios llene tu vida transformándola poderosamente.