Durante la última década se ha incrementado el número de niños y adolescentes que realizan entrenamiento de la fuerza, y la evidencia científica indica que es altamente beneficioso para la salud.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere que los niños y adolescentes deberían invertir como mínimo, 60 minutos diarios en actividades físicas de intensidad moderada a vigorosa, principalmente aeróbicas, y realizar actividades de fortalecimiento muscular y óseo, al menos 3 veces por semana.
Las actividades físicas consisten en juegos, deportes, desplazamientos, actividades recreativas, educación física y ejercicios programados en diferentes contextos, como la familia, la escuela y las actividades comunitarias.
Actualmente, un número cada vez mayor de centros deportivos y escuelas ofrecen programas de preparación física para jóvenes, que incluyen diversas formas de ejercicios de fuerza.
El entrenamiento de la fuerza es un método de acondicionamiento físico capaz de mejorar la capacidad del individuo de vencer una resistencia. Se puede realizar con diferentes medios como el propio peso corporal, con bandas elásticas, con balones medicinales, mancuernas, barras, máquinas, poleas, etc.
La planificación y supervisión de entrenamiento de la fuerza deben realizarse en forma adecuada, a cargo de un personal que cuente con instrucción calificada con el fin de disminuir los riesgos de lesiones.
Se debe priorizar la importancia de la técnica correcta, la progresión gradual de la carga, como así también la estricta adhesión a las normas de seguridad. La participación regular en el entrenamiento de la fuerza mejora la aptitud física, el desempeño motor y la salud del individuo, pero solo cuando forma parte de un programa global de educación física o de un deporte. No debe ser confundido con la halterofilia, deporte de competición que implica la máxima capacidad de levantamiento de pesas.
Luciana Amado Siry
Espacio Wellness
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