Dentro de la cultura futbolera, que por estos días está a flor de piel por el desarrollo de la Copa América, es parte del “folclore” de ese deporte ver las expresiones y manifestaciones de fe en las gradas de los estadios (cábalas, amuletos, rezos), incluso dentro del campo de juego, donde algunos deportistas se arrodillan, oran antes y después del partido, festejan los goles mirando al cielo, levantando sus manos, exhibiendo remeras con escritos vinculados a su fe que llevan debajo de la camiseta de su equipo.
Pareciera que todas esas expresiones y muchas otras tienen el factor común de una necesidad de “poner el peso” de las expectativas, ansiedades, preocupaciones, anhelos y deseos sobre algo o alguien.
El ámbito de “la fe” comienza exactamente donde termina el poder de alcance de nuestras manos.
Estimado lector al resaltar estas cosas que son “populares”, la intención no es menospreciar o relativizar “las cosas de Dios”, sino por el contrario, resaltar lo cotidiano de las expresiones de fe que, sin dudas, trascienden los límites de los templos y lugares donde se reúnen las personas de acuerdo a su religión.
Obviamente ese peso mencionado es diferente en todo sentido cuando se trata de otras cuestiones de nuestras vidas como enfrentar problemas de salud, la carencia material, la ruptura de relaciones y vínculos interpersonales. Esas situaciones nos llevan muchas veces a umbrales de desesperación y angustia. La fe es más que creer. La Biblia la define como “la certeza de lo que se espera”, como “la convicción de lo que no se ve”.
Los escritos originales que dieron lugar a la Biblia fueron escritos en hebreo, arameo y griego, idiomas muy ricos y diferentes al español que nosotros manejamos, sobre todo en la significación etimológica para cada contexto de la escritura.
Por ello es que un análisis más completo de la definición de fe tiene lugar si consideramos el significado de palabras como “certeza”, que en el griego se traduce como “pararse debajo” o “al amparo”.
Se usa en sentido técnico como la idea de una “escritura”, de una “propiedad”, como ampararse en el derecho a la propiedad simbólicamente hacernos partícipes por la fe de las promesas de Dios escritas en su palabra y que nuestra seguridad, confianza y paz radican en ellas.
En la Biblia encontramos personas que fueron particularmente especiales en su vínculo de fe con Dios, entre ellos un hombre llamado Job, que tuvo situaciones en su vida personal y familiar muy difíciles y el relato bíblico nos permite ver su vida y conducta devota a Dios hasta que, desbordado, Job comienza a decir “si yo supiera donde hallar a Dios iría hasta su trono y expondría mi causa y mis argumentos”, como diciendo “yo no me merezco esto, es injusto”.
Job había puesto todo el peso de su vida en las manos de Dios hasta que al final del relato le dijo a Dios en oración: “De oídas te había oído, mas ahora mis ojos te ven”.
La fe no solo es creer, sino es “conocer a Dios”. Es tener comunión cada día hasta que se nos revele su amor, poder, misericordia y podamos “pararnos bajo el amparo” de sus palabras y promesas eternas con toda confianza y paz que su voluntad para nosotros es lo mejor.
Estimado lector… te animo a que pongas todo el peso de tu vida en las manos de Dios y busques a diario la comunión con Él a través de la oración, para que por la fe puedas vivir una vida plena, apropiándote de sus promesas eternas.