A lo largo de los años y a pesar de los cambios culturales, sociales y filosóficos, entre otros, casi siempre se ha vinculado a las cosas referidas a Dios directamente con “religión” la cual muchas veces va de la mano con la “cultura” de los pueblos.
En países como el nuestro y particularmente en nuestra hermosa provincia, conocida por su “crisol de razas”, es bien llamativo cómo los inmigrantes se aferraron a tratar de perpetuar, en la medida de lo posible, parte de sus culturas expresándolas en lo arquitectónico, lo comercial, la gastronomía, el arte, la danza, la música y también un muy amplio abanico de creencias y religiones.
Estimado lector, todos conocemos la famosa frase “de política y de religión no se discute”. De hecho, casi es un reflejo condicionado conductual para reuniones familiares, con amigos, fiestas, etcétera.
Esto expresa tácitamente: “Cada uno crea y piense lo que quiera”, ¿no?
Ahora bien, muchas veces, cuando escribo artículos para esta columna, me imagino sentado a la mesa con cada lector en particular donde quiero compartir buenas noticias, “palabras de vida” fuera de un contexto religioso a modo de testimonio acerca de la apasionante experiencia de vivir la fe de una manera práctica, cotidiana y personal.
Elegí para esta ocasión, para seguir ampliando el concepto bíblico del “reino de los cielos”, una enseñanza bíblica de Jesús acerca de la oración, que es el muy conocido “modelo de oración”, el Padre nuestro (donde hay versículos cortitos que expresan verdades tan profundas y poderosas que son esenciales).
Básicamente, reconocer a Dios como Padre, adorarlo y la expresión “venga tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”, que es como un pasaporte a un cambio de vida accesible para todo el que quiera sin acepción de personas.
Sin salirme del contexto inicial de este artículo, hay una regla de oro que, detalles más detalles menos, es común a todas las personas sin distinción: mientras podamos o parezca que podemos manejar nuestras vidas, no habrá lugar en nuestro interior para buscar de Dios, porque tendremos una fuerte sensación de autosuficiencia.
No obstante, cuando por algún motivo las cosas se nos van de las manos y escapan a nuestro control, parece que recién ahí, por necesidad, estaremos más permeables a buscar el auxilio de Dios. El “venga tu reino y hágase tu voluntad en mi vida” llegará en algún momento y será necesario ir más allá de la religión, más allá de una filosofía de vida, más allá del ateísmo racional, más allá de todo lo que nos daba seguridad y sentido de autosuficiencia para trascender a una búsqueda personal de Dios que dará como resultado “un encuentro poderoso y transformador” cuando Él tome el timón de nuestras vidas y se haga su voluntad y no la nuestra.
Estimado lector, en sentido figurado, antes que nos levantemos de la mesa, hoy quiero dejarte una herramienta de fe en tus manos: tal vez la uses hoy, o tal vez la guardes para más adelante.
No es condición necesaria para un encuentro con Dios el hecho de estar en una crisis fuerte, una situación que se salió de control o algo en ese sentido para que Dios se dé a conocer. Según la Biblia, Jesús está a las puertas de los corazones y llama si le abrimos voluntariamente la puerta, entonces Él “entrará y cenará con nosotros”, Él tomará el control y su voluntad será buena, agradable y perfecta para nosotros. No lo desaproveches… el día de hoy es una hermosa oportunidad.