Esta famosa frase encierra tantas cosas importantes, me permito usarla como una “frase generadora” para proponer al lector el “abordaje” de verdades bíblicas que son claves para entender y trasponer los umbrales de la “religión”, “descubriendo” el ámbito de una “verdadera comunión personal con Dios”.
Parafraseando el título de este artículo, dentro de lo “invisible” elegí una expresión de Jesús: “Arrepentíos que el reino de los cielos se ha acercado”.
Esta verdad bíblica esencial genera un contraste de pensamientos que muchas veces desembocan en el “supuesto antagonismo” entre la fe y la razón.
Este “supuesto antagonismo” es inherente a casi todas las personas que viven su vida con una visión meramente natural, esforzándose por hacer las cosas de la mejor manera posible.
En esa dinámica casi siempre las “expresiones de fe” son consideradas sinónimo de “religión” y la “religión” pareciera ser para personas débiles, poco instruidas, poco inteligentes y no intelectuales en contraste con una verdadera “catarata” de información que hoy nos empuja a la búsqueda del “éxito”, a la exaltación del ego, al hedonismo, a buscar llegar a una “cima” que en realidad es un “espejismo” que, a medida que nos acercamos, se va desvaneciendo sin poder cambiar nuestra esencia.
Hace unos años, cuando le hablé de Dios, alguien me dijo: “La religión es el opio de los pueblos”. Mi primera reacción fue “molestarme” un poco.
No obstante, con el correr del tiempo, la búsqueda de Dios cambió mi perspectiva y entendí que en realidad esa persona me dijo que la religión en sí misma no podía producir esas cosas esenciales, necesarias para una vida plena. También comprendí que, seguramente, hubo una frustrada búsqueda de su parte.
Jesús no se refirió a la religión, sino “al reino de los cielos”. Muchas personas piensan que necesariamente el “reino de los cielos” está asociado a la cercanía de la muerte, es decir, a la disyuntiva de hacia dónde vamos cuando nos toque morir. Incluso pareciera que se disocia la juventud si se la quiere vincular con el “reino de los cielos”, dando lugar a la idea preconcebida que primero hay que disfrutar la vida y luego, cuando se es mayor o anciano, entonces habrá tiempo para buscar de Dios.
Elegí un relato bíblico para arrojar luz sobre este tema, el mismo narra la visita de un hombre llamado Nicodemo a Jesús.
Nicodemo era miembro del sanedrin (consejo de ancianos con autoridad de jueces de aquel tiempo, una verdadera corte suprema). Movido por un vívido interés por “VER” esas cosas invisibles a los ojos que hacían que Jesús tuviera algo diferente le dijo: “Sabemos que tú has venido de Dios porque nadie puede hacer las señales que tú haces si no está Dios con él”. Jesús le respondió: “El que no ‘naciere de nuevo’ no puede ‘VER’ el reino de Dios”. A lo que Nicodemo respondió: “¿Cómo puede un hombre siendo viejo nacer? ¿cómo puede entrar por segunda vez al vientre de su madre?”. Respondiendo, Jesús le dijo: “El que no naciera del agua y del Espíritu no puede ‘ENTRAR’ al reino de Dios”.
El agua representa la palabra de Dios que activa la fe que da vida y regeneración. El Espíritu Santo es la tercera persona de la trinidad que está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Cuando “escuchamos” su palabra se activa la fe y comenzamos a “VER (REVELACIÓN)” esas cosas que son esenciales para una vida plena y es el Espíritu Santo quien nos guía y encamina en los caminos del Señor. Seguir a Jesús es ir descubriendo el “reino de los cielos”, que tiene sus principios y verdades que muchas veces son contrarias a la vida natural sin “VER, SIN REVELACIÓN”, sin poder vivenciar la comunión verdadera y personal con Dios.
Desarrollar en este artículo todo lo vinculado al “reino de los cielos” sería demasiado extenso. No obstante, lo haremos en próximos artículos para lo cual, querido lector, te invito a ser parte.
Tal vez, si llegaste hasta aquí en la lectura, en alguna medida te sentiste identificado con alguno de los criterios o conceptos vinculados al tema central.
Solo permitime agregar esto último: La palabra “arrepentíos” es clave. Arrepentirnos de vivir nuestras vidas a nuestra manera, no a la manera de Dios. Él es un PADRE amoroso que nos compartió sin acepción de personas la posibilidad de ver y entrar a su REINO de la mano de su hijo JESUCRISTO para tener VIDAS VICTORIOSAS Y PLENAS hoy.