En la casa de la familia Zampaca buscaban un bebé y llegaron cuatro. El 15 de marzo se cumplieron 30 años desde que Nayibe Victoria, Omar, Jorge y Miguel colmaron de alegría los días de Jorge “Coco” Zampaca (63) y Sonia Liliana Maldonado (62), tras un alumbramiento que tuvo lugar en una clínica de Posadas y adquirió trascendencia nacional.
Hubo un momento para el brindis, los buenos augurios y para recordar anécdotas donde, los ahora jóvenes, fueron protagonistas.
Sonia contó que no podía concebir por lo que asistió al consultorio del doctor Roberto D’Aloia -ya fallecido-, quien le indicó un tratamiento en el que constató que no ovulaba por un problema en las glándulas tiroides.
Al mes de que el profesional le estimulara la ovulación y tras varios exámenes, le confirmó que estaba embarazada de trillizos. Pero el día del parto, un cuarto bebé apareció en escena. “Primero me hizo una ecografía, análisis, donde descubrió que no había un solo embrión, y me propuso reiterar los estudios porque había valores que me daban muy altos. Lo hicimos. Me solicitó la realización de una nueva ecografía donde se pudo apreciar que eran tres, dos varones y una nena. Eso era segurísimo. Así me trataron durante siete meses hasta que llegó el día de la internación, el 15 de marzo y empezaron los nacimientos”, contó Sonia en el living de su casa, mientras esperaba el inicio del almuerzo familiar.
Primero, a las 14.02, llegó Nayibe; a las 14.03 fue el turno de Omar, y lo siguió Jorge. Había tres pediatras designados para recibir a los niños. También dos ginecólogos, y el camarógrafo Juan Carlos Marchak, amigo de la familia, que registraba las imágenes del múltiple alumbramiento.
Mientras los tres pediatras se ocupaban de asistir y limpiar a los recién nacidos, “la persona que me iba a aspirar gritó: ‘Acá hay otro, acá hay otro’. Alguien alegó que la advertencia provenía de la sala de al lado, donde había otra mujer que estaba dando a luz. Pero era dentro de nuestra sala. Y en ese instante apareció Miguel, con un cuadro de falta de oxígeno, por lo que lo sacaron rápido y lo enviaron directamente a terapia intensiva. Me dijeron que tenía que esperar 48 horas para ver cómo era su evolución. Fue un luchador desde el primer momento y logró salir adelante victorioso”, dijo la madre.
Fue en ese momento que la pareja se enteró de la existencia de un cuarto hijo. “A pesar de la sorpresa, fue una muy linda experiencia”, celebró el matrimonio.
“Coco” trabajaba en una empresa de televisión por cable, cuyos directivos ayudaron a comprar los colchones para los chicos. La familia agradeció a Susana Behar y a “Tono” Pérez, que se hizo cargo del sueldo de las cuidadoras. “Esa ayuda no nos faltó nunca y de eso no podemos olvidarnos”, señalaron.
“Mi esposo casi se desmaya porque no teníamos nombre para un cuarto. Teníamos todo preparado para tres, los dos varones y la nena. A partir de ese momento había que buscar otra cama, otro nombre”, acotó, entre risas, Sonia, aunque destacó el gesto de “mi compañero, que me acompañó en absolutamente todo, en las consultas y los tratamientos, y eso se valora mucho porque, además, siempre quise ser madre”.
Contó que durante el embarazo “me sentí bárbara. Desde los tres meses hice el debido reposo, me cuidé muchísimo. El proceso fue buenísimo, tranquilo, sin problemas. No sentía nada extraño, solamente que se me hinchaban mucho las piernas. Me aferré mucho a los bebés y D’Aloia decía que eso ayudó para que los chicos nazcan sanos y con buen peso: Miguel (2,100), Jorge (2,090), Omar (1,900) y Nayibe (1,700)”, relató quien es profesora de ciencias jurídicas, aunque nunca ejerció su profesión.
Idas y venidas al sanatorio
La pareja retiró primero a Omar y a Jorge, que eran los que estaban en mejores condiciones. Nayibe, por bajo peso y, Miguel, por el problema que presentó al momento del nacimiento, debieron quedar unos días más. “Pero en ese proceso, cuando traemos a los dos, Omar contrajo neumonía y tuvimos que volver a internarlo. Así que ahí sacamos a otro, hasta que pudimos sacar a los cuatro. No pude dar de mamar porque en ningún momento tuve leche debido al estrés que me produjo la situación. Pero era ir y venir al sanatorio para contenerlos, hablarles. Al escuchar la voz, era como que sentían y movían la cabeza. El que más me sintió y con el que más me pedían que quedara era justamente con Miguel. Le hablaba y él se movía, le tomaba la manito, fue con el que más estuve”, expresó Sonia, emocionada al recordar esos momentos.
Al mes los cuatrillizos ya estuvieron en casa. Pero por prescripción médica los Zampaca debieron preparar una habitación especial similar a una terapia intermedia. Durante dos meses, la persona que quisiera entrar a verlos, debía hacerlo con barbijos colocados. Tampoco podían sacar a los bebés de la habitación. Mirando hacia atrás, comprenden que fue un proceso difícil.
El doctor Jorge “Quico” Gutiérrez iba a ver a los chicos todos los días. “Coco” y Sonia entienden que también fue gracias a él “que ellos salieron adelante porque era quien les marcaba el paso a las niñeras y las supervisaba en todo momento.
“Fue difícil escuchar llorar a cuatro niños, que se enfermen cuatro niños a la vez, que los cuatro hagan broncoespasmo. Definitivamente, no fue fácil”
Hubo un momento en el que lloraban los cuatro, hacían crisis y el matrimonio prácticamente no dormía. “Fue entonces que tuvimos que sacar la cama de dos plazas y poner colchones en el piso. ‘Coco’ dormía de un lado con dos y yo, del otro lado, con dos. De esa manera empezaron a dormir y, nosotros, a descansar. Como eran prematuros, necesitaban ese calor”, explicaron.
Pasaron 30 años y Sonia asegura que “elegiría volver a tener a los cuatro porque son hijos maravillosos, son compañeros, son buenos hijos, están siempre pendientes, siempre que los necesitamos están, son cariñosos, responsables, por eso los volvería a tener. No me arrepiento de nada, soy feliz y siempre lo digo. ¡Soy feliz porque los tengo a ellos!”.
Isabel Méndez los crio a partir de los cuatro meses y estuvo con ellos cuando los padres volvieron a sus tareas habituales: Sonia, a la Municipalidad de Posadas y “Coco” a la administración de un canal de cable ya desaparecido. Permaneció en la casa, en ocasiones junto a su hermana Angélica, hasta que los cuatrillizos cumplieron 18 años. “Nos dijo que se había comprometido a atender a un niño pequeño, porque eso era lo que le gustaba hacer, ya que nosotros íbamos a necesitar ese dinero para que nuestros hijos pudieran estudiar en la Facultad. Y así fue. Hasta hoy Isabel es la segunda madre. Siempre decimos que sin ella no hubiésemos podido hacer todo. De esa manera salimos a flote”, recordaron.
Todos cursaron la primaria en la Escuela Santa María de las Misiones, de Villa Cabello. Jorge, que es técnico electromecánico, hizo el secundario en la industrial. Nayibe, que es licenciada en psicopedagogía, comenzó en el Bachillerato Humanista y después se cambió con Miguel, que es chef, a la Madre de la Misericordia, donde también cursaba Omar, que es licenciado en economía.
Miles de anécdotas
Cuando nacieron los chicos, los Zampaca tenían un Renault 12. Para trasladarse, acomodaban atrás tres bebesit que les había regalado un amigo, y el restante iba con Sonia en el asiento del acompañante. Después pasaron a un Volkswagen Senda e hicieron lo mismo hasta que pudieron llegar a un vehículo de siete asientos (Renault 21 Nevada) para que toda la familia viajara más cómoda. A partir de ahí tuvieron siempre unidades de siete asientos, hasta la Chevrolet Zafira, que fue la última. Cuando los chicos crecieron, “nos dijeron: no compren más de siete asientos, nosotros nos vamos”.
“Ahora, cada uno está en lo suyo. Nuestra misión está cumplida ¿Qué más podemos pedir? Estamos atravesando el síndrome del nido vacío porque están trabajando y viviendo solos. La casa quedó grande, y se los extraña”.
Confiaron que, económicamente, “siempre se pudo, siempre Dios proveyó. Había momentos en los que estábamos apretadísimos, fue en la época de los pañales que recién salían e implicaban un presupuesto, pero siempre había alguien que te daba una mano. Gracias a Dios mi esposo siempre tuvo un buen trabajo, yo tampoco me puedo quejar y pudimos salir adelante. Teníamos una buena obra social en su momento porque los nenes demandaban mucho cuidado, asistencia médica, porque todos sufrieron broncoespasmos, tuvieron problemas en sus oídos. Pero acá estamos, llegamos a los 30”, destacaron.
Lo fundamental fue la leche y en la casa había una gran cantidad de mamaderas porque tomaron solamente leche líquida. Cuando el gerente de la empresa SanCor se enteró del nacimiento, se acercó y los asistió con la leche durante casi dos años. “El médico había sugerido que aprovecháramos la oportunidad porque el producto había sido analizado y cumplía con todas las normas, y así subieron de peso. Después tuvimos un poco de ayuda de la dueña de la farmacia Marconi, de donde retirábamos pañales. Más tarde, nos bancamos solos”, comentaron.
Los Zampaca vivieron lindas anécdotas con los vecinos que “se portaron” en reiteradas ocasiones. Algunas mujeres como Norberta Torres, Heli, la abuela Villanueva y la abuela Fanny, venían a bañarlos o los llevaban a pasear, como Alba u Horacio Panicali, para que la pareja pudiera descansar un poco.
“Mucha gente nos ayudó cuando ellos eran chicos y a nosotros nos resultaba difícil. Fueron ayudas espontáneas, de corazón. Fue muy lindo que nuestros amigos estén en todo momento”.
Nadin, la hija del primer matrimonio de “Coco”, también fue incondicional.
También hicieron docencia con esta experiencia. Cuando sus hijos tenían siete años, nacieron cuatrillizas en la localidad de Puerto Rico y, en Posadas, los trillizos Giménez, por lo que, a pedido del doctor D’Aloia, visitaron a las madres y llevaron la tranquilidad del caso.
También asistieron a los encuentros de hijos múltiples que se realizaba en Buenos Aires, donde se relacionaron con Cecilia, la madre de los quintillizos Ruffini, oriundos de San Nicolás, y con los padres de los cuatrillizos Fernández, de Arrecifes.
Al enviar un mensaje a las madres que buscan un hijo y que no llega, Sonia aconsejó que “no se entreguen, que prueben, que no pierdan las esperanzas porque depende de cada organismo. A mí me costó seis años. Muchas se hicieron inseminación y no tuvieron suerte. A mí, gracias a Dios, fue esa estimulación que me hizo quedar embarazada de estos hermosos niños, ahora ya hombres”.