La actual capital del departamento de Itapúa (Paraguay), Encarnación, se fundó el 25 de marzo de 1615 por San Roque González de Santa Cruz. Pero, curiosamente, su primera ubicación fue del otro lado del río Paraná, en Posadas (Argentina), en cuya costanera hoy se puede ver y admirar donde está marcado el lugar aproximado de la fundación, con una roca -de enorme tamaño- rescatada del curso de agua, conocida en la capital misionera como “Piedra fundamental”.
La fundación de Nuestra Señora de la Encarnación de Itapúa, por la que la “Perla del Sur” celebra hoy 409 años de su nacimiento, es por demás paradójico, pues Roque González de Santa Cruz fundó inicialmente la reducción en lo que hoy es el territorio posadeño y recién una década más tarde el Padre Boroa trasladó el asentamiento a la margen derecha del río, ya que no pudo prosperar de este lado del río, que está más bajo con respecto al nivel del agua.
Es así que el primer antecedente de asentamiento estable registrado por la historia, en el sitio geográfico que hoy ocupa la ciudad de Posadas, capital de la provincia de Misiones, es justamente esta reducción. Por lo que hoy se debe dar un doble festejo, a ambas márgenes del río Paraná.
Un poco de historia
Nuestra señora de la Anunciación de Itapúa nació como una reducción jesuítica a orillas del río Paraná, el 25 de marzo de 1615 de la mano de Roque González de Santa Cruz, un sacerdote jesuita que decidió fundar la misión y nombrarla, según la tradición bíblica, en conmemoración al día de la Encarnación de la Virgen María (actualmente más conocido como Anunciación del Señor).
Esta misión cumplía un doble propósito: la evangelización de los guaraníes de la zona y su protección contra el sistema esclavista de encomiendas, muy difundido en la época, que causaba estragos en las poblaciones nativas.
Inicialmente, estuvo asentada -ya del lado paraguayo- en lo que luego sería la Villa Baja, para luego trasladarse a la zona donde hoy se encuentra la Plaza de Armas. Luego de la expulsión de los jesuitas en 1767, la población disminuyó significativamente.
Esta situación comenzó a revertirse con la llegada de los primeros inmigrantes europeos entre 1840 y 1850, quienes se afincaron en la zona y se dedicaron a echar nuevas raíces. Las fértiles tierras de la zona propiciaron el crecimiento y desarrollo de la población, de modo que la otrora misión se convirtió en pueblo, para luego pasar a la categoría de villa.
En 1843 la iglesia principal, construida por los guaraníes bajo la dirección de los jesuitas, fue demolida por decreto del entonces cónsul Carlos Antonio López. Los materiales se reutilizaron para erigir nuevas construcciones, como la Catedral de Encarnación y el Cuartel de la Independencia -hoy Colegio Inmaculada Concepción-.
El 7 de octubre de 1848, un decreto desterró a los guaraníes de su propia ciudad. Con sus enseres a cuestas fueron enviados a Tupá Ray -la actual localidad de Carmen del Paraná-, bajo la vigilancia de guardias. Hacinados y en deplorables condiciones sanitarias, muchos murieron por diversas enfermedades.
La Guerra de la Triple Alianza también hirió a la ciudad, provocando éxodos masivos para escapar de la violencia, además de que una gran cantidad de sus habitantes pereció en las batallas ocurridas en el departamento de Ñeembucú.
El largo abandono acontecido luego de la expulsión de los jesuitas más los despojos causados por la guerra habían dejado sus marcas en la villa, que vio renacer sus oportunidades con la llegada de la primera vía de ferrocarril, en el año 1911, y también con una nueva oleada de inmigrantes europeos y asiáticos que terminó por configurar a la ciudad y al departamento completo como la sociedad pluricultural y diversa que es hoy. La villa Encarnación resurgía, fuerte frente al río Paraná.
En 1926, un fuerte ciclón golpeó a la ciudad en horas de la tarde, ocasionando alrededor de 400 muertes y cuantiosos daños a la infraestructura de Encarnación: edificios, calles y muelles quedaron destruidos. La ciudad volvió a levantarse poco a poco, demostrando una vez más que las adversidades no habrían de mermar los ánimos del pueblo encarnaceno.
El comercio con la vecina ciudad de Posadas siempre fue un puntal económico, realizándose los cruces del río principalmente en botes y lanchas, hasta la inauguración del puente San Roque González de Santa Cruz en 1990. Esta construcción disparó el crecimiento de ambas ciudades, cuyo intercambio comercial perdura hasta hoy.
Las obras de la Entidad Binacional Yacyreta y sus consecuencias sociales sobre la población encarnacena fueron el siguiente gran hito que habría de transformar a la ciudad. Con la subida de la cota por parte de la hidroeléctrica, gran parte de la Villa Baja de Encarnación, además de numerosos barrios, habrían de quedar bajo agua, viéndose sus pobladores obligados a abandonar sus hogares y comercios.
Numerosos edificios históricos se perdieron, pero por sobre todo una larga tradición de historias y familias sufrieron el desarraigo acaecido con las nuevas relocalizaciones en otros puntos del territorio. La ciudad emergió nuevamente de ese gran dolor colectivo, y es una memoria que debe trabajarse para comprender y respetar la identidad encarnacena…
A 409 años de la primera fundación de Posadas
Según cuentan los historiadores, sólo con la compañía del niño Miguel D’Avila, el Padre Roque González de Santa Cruz fundó el 25 de marzo de 1615 la reducción de Nuestra Señora de la Anunciación de Itapúa, la que a futuro se transformaría en lo que hoy es Posadas, capital de la provincia de Misiones.
Lo hizo, siempre basados en relatos y escritos históricos, de la siguiente manera: el Padre Roque González abandonó su labor como párroco en Asunción y comenzó a predicar el Santo Evangelio a los indios.
En el año 1615 se topó con el río Paraná y en medio de su evangelización llegó el día de la víspera de la Encarnación y en un puerto natural donde desagua una laguna (la hoy desaparecida Laguna San José), decidió fundar Nuestra Señora de la Anunciación de Itapúa.