En la recta definitiva hacia las elecciones presidenciales la economía evidencia signos de fragilidad extrema mientras el debate político sigue intrincado en el aspecto judicial, el ideológico y los antagonismos que impiden, por ejemplo, votar una ley de alquileres decente que brinde soluciones a millones de familias argentinas que ya ni sueñan con una vivienda propia. Los escándalos devenidos de ya comunes enriquecimientos poco claros empantanan el terreno mientras problemas de base, como el empobrecimiento generalizado, avanzan sin oposición.
Mientras algunos navegan por aguas europeas a bordo de yates que cuestan dos mil euros la hora, otros intentan hacerlo contra corriente haciendo frente a los precios de los alimentos que aumentaron 12,8% promedio durante septiembre.
Mientras la lista de intereses de unos se antepone a la de los otros, la economía sigue sin dar señales de reactivación arrinconando a la sociedad. Entonces ya no hay debate que clarifique el rumbo ni las decisiones.