Por: Lic. Hernán Centurión
Mañana desde las 13, en el Tribunal Penal de Dolores se conocerá la sentencia por el caso Fernando Báez Sosa.
La expectativa por el fallo es muy alta, dado que fue un caso que desde hace tres años tuvo una cobertura mediática muy amplia. Tenía todos los condimentos necesarios para que eso ocurriera: la muerte de un joven luego de ser atacado por ocho agresores que hasta lo patearon en la cabeza cuando ya estaba en el piso. Llantos y palabras desgarradoras de los padres en la serie de marchas y concentraciones que se realizaron para pedir justicia. Un caso emblemático por la forma en la que fue asesinado. Un pibe que fue a pasar sus vacaciones a Villa Gesell y por un empujón dentro de un boliche fue atacado cuando el grupo lo vio caminar por la calle. Un caso que quedará en el historial de los crímenes más relevantes de la historia argentina. Claro, no se puede omitir en esta apreciación que ocurrió donde justamente todo adquiere mayor relevancia.
Cuanto más cerca del centro neurálgico de este país, más importancia parece que adquiere. Es que en nuestra propia provincia ocurrieron casos si se quiere similares, pero sucede que estamos en la periferia, lejos del radar de los grandes medios porteños. Lo que sucede lejos del ombligo nacional con suerte es tomado un par de días como noticia, hasta que le sacan todo lo que pueden y vuelven a la mirada centrista. Salvo que el caso toque directa o tangencialmente a algún poder político “feudal”.
Los medios de comunicación, formadores de la opinión pública, tamiz por donde se conocen los hechos que exceden inclusive el límite del propio barrio en el que uno vive, han contado el caso desde la tragedia de dos padres que perdieron a su único hijo de una forma atroz, porque no fue una tragedia, fue un asesinato.
Fernando murió porque su cuerpo no soportó los golpes, no se murió solo, no se murió por débil, por no estar entrenado para recibir embates como sus agresores. Peritos forenses alineados con la defensa inclusive intentaron culpar a los que hicieron las maniobras de RCP como los que precipitaron su muerte.
Hábilmente, el defensor Hugo Tomei se valió de la amplia cobertura del caso para cerrar su alegato con el argumento que otra vez resuena. De la política a lo judicial, bastante conocido en los últimos meses. La suerte de lo que pueda pasar con sus defendidos podrá tener que ver con la condena social que los medios instalaron en la sociedad. Se refirió a que el caso tuvo una “impronta mediática inigualable” desde la misma madrugada del hecho. “Un paradigma de lo que no debe ocurrir”, “horas y horas de videos, constancias del expediente expuestas en las redes sociales, en canales de televisión”.
“Represento a ocho condenados por el poder mediático, por la sociedad, y considero que es otra forma de presionar al Poder Judicial y obtener una sentencia que tiene que ver con el criterio de la opinión pública”, refirió el abogado.
A su vez hizo hincapié en que los testigos que declararon en el debate lo hicieron con la tendencia sembrada por los medios para inculparlos, porque no podían haber relatado el hecho con tanto detalle tres años después de lo sucedido.
Esto trae a colación el tan mentado debate político respecto a la “República”, a la división de poderes, al contralor que cada uno de ellos debe ejercer sobre el otro para que no haya abusos y para que una democracia no se convierta en una “autocracia”, donde se hace lo que dicta la figura política con más caudal de votos, ergo, de poder para moverse como el dueño/a de un Estado, en estas tierras donde continúa la idolatría a los caudillos como si estuviéramos en el siglo XIX.
Queda desfasado el argumento de Tomei, porque aquí no hay poder político que pueda influir en los jueces y no hay poder mediático que tenga algún interés para que el fallo sea condenatorio. Es el simple sentido común que, está bien, no sirve para condenar o exculpar a alguien, pero para volver a la idea anterior, Fernando no se murió porque sí, fue porque ellos lo golpearon. Las circunstancias y los años de pena quedarán a criterio de los jueces, pero es prácticamente seguro que no habrá un fallo a favor de los imputados, más allá de si les dan perpetua o una condena menor. Y aún más allá de la postura clara de periodistas de renombre que cubren noticias policiales, que pidieron abiertamente que se condene a los rugbiers.
Pero desde fuera de lo particular, otra vez se quiere hacer ver a los medios de comunicación como los responsables de hacer culpable a alguien por el hecho de hablar de un tema o de las personas en cuestión.
Las noticias tienen su sesgo según quienes sean los dueños de los medios, no existe la verdad pura. Para dar un ejemplo a grandes trazos, para TN mayormente todo lo que hace el Gobierno nacional está mal, y para C5N si no está bien, se debe evitar hablar de ello y poner el foco en otras cuestiones, principalmente atacar lo que dice la oposición. Mientras los escribas de esos poderes profundizan la discusión palaciega, la realidad económica cotidiana aplasta a la gran mayoría de los argentinos. Para su alegato Tomei usó una herramienta que cabe a la acusación para la política, pero no para intentar exculpar a ocho por la muerte de un pibe.
Junto con los fierros mediáticos (término acuñado después del divorcio del kirchnerismo con el Grupo Clarín), la Justicia es un títere de los poderes fácticos. Ahora, cuando la Justicia falla a favor de lo que quiere el poder político, que según el juez o la Cámara se sabe de antemano lo que va fallar, ¿qué es entonces? La gata Flora. Esa es la república que quieren unos y otros. Muy por debajo de eso, está la gente común, la que no tiene privilegios, donde la Justicia actúa sin presiones. Para los de arriba la Justicia hace agua por todos lados, para los de abajo queda el Salmo ad eternum “hay que confiar en la Justicia”. En esa Justicia confían Silvino y Graciela, los padres de Fernando, inmigrantes paraguayos que hicieron su vida en nuestro país, como otros tantos y quedaron rotos para siempre por esa locura de vengar un empujón masacrando a golpes a quien supuestamente lo hizo.
Hay tanta evidencia en contra que seguramente los magistrados Claudia Castro, Christian Rabaia y Emiliano Lázzari, no actuarán “presionados por la opinión pública” como dijo el defensor de los ocho que están en el banquillo: Luciano Pertossi (18) Blas Cinalli (18) Ciro Pertossi (19) Enzo Tomás Comelli (19) Máximo Pablo Thomsen (20) Matías Benicelli (20) Ayrton Michael Viollaz (20) y Lucas Pertossi (20). Esas eran sus edades al momento del hecho, todos mayores de edad e imputables para la Justicia.
Lo mismo pasó el último jueves, donde en La Pampa hubo condena a Magdalena Espósito Valenti, la madre de Lucio Dupuy (5) y su novia, Abigaíl Páez. Fueron halladas culpables de homicidio triplemente y doblemente calificado por el vínculo, por alevosía y ensañamiento (contra Valenti y Páez respectivamente), por la muerte del niño y por el abuso sexual, aunque esto únicamente se lo atribuyeron a Páez. No hay presión mediática posible cuando hay tanta prueba para condenar a alguien por un delito. Para la clase política podrá ser una cuestión de “persecución” si algún personaje es condenado.
Siempre está el argumento de la “victimización” para desviar la atención y culpar a la mala Justicia si no actúa como ese poder político quiere. Este caso fue en una provincia y tomó trascendencia porque fue un niño la víctima y también hay que decirlo, porque fue perpetrado por una pareja de lesbianas. Aunque a decir verdad está muy lejos de la cobertura del caso Báez Sosa.
Mataron a un niño, pero tal vez, tal vez, para la agenda progresista es una noticia muy incómoda. Pañuelos verdes vs. celestes. La otra grieta. Y de nuevo, en Misiones pasó un caso similar, un niño muerto y enterrado por sus padres cerca de Oberá en 2021 (ambos condenados a perpetua), pero le faltaron condimentos para que fuera relevante para los medios nacionales.
Para entender el mundo y no ser rebaño de los “listos” que te dicen cómo hay que entender los hechos, el sentido crítico es lo único que te salva de la manipulación mediática, aún de los canales y periodistas favoritos. Si te gusta el fanatismo y sólo oír lo que refuerza lo que vos ya crees que es verdad mientras lo que dicen los otros es mentira, no hay que inquietarse, porque la mesa siempre está servida para la zona de confort, aunque lejos de la verdad incómoda y más certera.