Diego Duarte es posadeño y a la primera consulta a la distancia remarca: “Extraño mucho mi club Guaraní Antonio Franco y a mis compañeros de la categoría 1980 con la que ganábamos todo lo que jugábamos”.
Tiene 42 años y se crió en los barrios “Villa Cabello y Santa Rita” de Posadas, hasta que su vocación por la salud marcó su destino universitario en Corrientes y luego su especialidad en traumatología y medicina legal en Buenos Aires.
Diego Duarte fue leído, visto y escuchado el lunes y ayer en todos los diarios, canales de televisión, radios y medios digitales de noticias dando explicaciones pausadas y claras sobre su labor pericial sobre el cuerpo de Fernando Báez Sosa tras declarar ante el Tribunal Oral en lo Criminal de Dolores, Buenos Aires, donde ocho jugadores de rugby están acusados de haberlo asesinado a golpes hace casi tres años frente a un boliche en la turística Villa Gesell.

El traumatólogo dialogó ayer con PRIMERA EDICIÓN sobre su testimonio judicial y recalcó algunos puntos, entre ellos, los inherentes a su intervención profesional en la autopsia pero también al contexto social del caso y el juicio oral que mantiene atento a todo el país.
El perito de la Policía Científica de la Justicia bonaerense manifestó: “Todavía sigo conmovido un día después de declarar. Si bien es mi trabajo y ya estoy acostumbrado cuando vi en el tribunal a los padres de Fernando me costó mucho no pensar en su hijo. Ellos son paraguayos y la proximidad con Misiones y mi ciudad también te sacude. Pude abrazarlos después y ellos me agradecieron que haya cumplido con mi deber”.
“Veo cuerpos, analizo muertes violentas todos los días, es mi trabajo. Es más, el lunes fui a declarar pocas horas después (el domingo) de hacer la autopsia a un niño que murió en un campo porque le cayó una rama en la cabeza. Yo tengo un hijo chiquito, es muy difícil no conmoverse”.
Autopsia
Sobre su labor o intervención en el caso Báez Sosa, reiteró: “Yo dirijo las autopsias y en total fuimos diez los que participamos, porque también se toman muestras además de determinar la causa de muerte. En el caso de Fernando la conclusión fue muerte cerebral por traumatismo cerrado de cráneo. Sufrió tantos golpes que la conmoción le desconectó el cerebro” y se produce el óbito.
“Cuando vi las imágenes de los videos, me sorprendí, me impactaron, fue más fuerte aún porque ahí las lesiones quedan claras tal como se informaron. Un golpe en la mandíbula que lo deja noqueado y después las demás agresiones en la cabeza”.
“Múltiples lesiones en la zona del maxilar derecho (…) hemorragia en el cerebro y cerebelo. Todas estas lesiones incompatibles con la vida”.
Explicó que “las partes más afectadas son las del tronco cerebral, porque albergan las funciones vitales del organismo”. Y puntualizó: “Fernando sufrió golpes multidireccionales y suficientes que dañaron el cerebro contra la pared ósea”.
“Nunca vi nada semejante. Fernando no tenía lesiones en los brazos o piernas, ningún rastro de haberse defendido. No se puede creer, es muy llamativa tanta violencia y odio”.
Respecto a que la víctima presentaba una herida en el cara, más precisamente en la mandíbula, volvió a sostener ayer como lo hizo el lunes, que “fue un golpe directo con muy alta energía”, que le produjo herida compatible con “una zapatilla”.

“Es mi trabajo”
Duarte se mudó a General Madariaga en Buenos Aires para iniciar su carrera profesional: “La especialidad en medicina legal y traumatología la culminé en Mar del Plata y comencé a trabajar como perito en Policía Científica en Pinamar”.
Consultado sobre si su experiencia lo ayudó a soportar la intervención forense en este caso, reflexionó: “Es mi trabajo, lo cumplimos porque para eso estoy preparado pero sigo sorprendido, ya pasaron casi tres años y la violencia y saña de los golpes propinados a Fernando cuesta interpretarlas. Más en lugares que son tranquilos como Villa Gesell. Fue muy llamativo, no lo puedo entender, insisto. Es demasiado odio”.
“Recuerdo que de chico vi peleas a las salidas de los boliches o en varios lugares pero nunca entendí el porqué de tan al extremo. Tampoco tengo respuestas de cómo surge esto, creo que falla algo en las casas, en las escuelas y después ya de adultos en asumir responsabilidades. Pero no lo sé, nunca me peleé en mi vida”.
“Jugué a la pelota en Guaraní, eso se extraña mucho y no recuerdo peleas en el fútbol o un ataque de este tipo. Fui a la Escuela 5 José San Martín, ahí cerca de la exterminal de colectivos en Posadas y terminé la secundaria en el Instituto Posadas y tampoco tengo recuerdos de violencia”, finalizó.
La patada en la mandíbula fue ratificada por peritos
Fernando Báez Sosa tenía una impronta de seis centímetros por 2 en la parte izquierda del maxilar, producto de una patada, y la lesión era compatible con la zapatilla que usaba Máximo Thomsen, según explicaron ayer en el juicio por el crimen las dos peritos que trabajaron en la comparación de las fotos tomadas a la lesión en el rostro de la víctima durante la autopsia con los calzados de los imputados.
La primera en referirse al tema fue María Eugenia Cariac, perito de Policía Científica, quien sostuvo ante el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 1 de Dolores, que se estableció “una correspondencia” entre la lesión en la cara y la zapatilla marca Cyclone “con diseño en zigzag” que usaba Thomsen al momento del ataque, en la madrugada del 18 de enero de 2020. Cariac fue quien obtuvo la foto del rostro de Fernando durante la operación de autopsia, e indicó que tras comparar la marca en esa parte del cuerpo con el calzado de los imputados, arribó a esa conclusión, aunque sugería “una prueba más profunda para corroborar si había correspondencia de diseño”.

La testigo sostuvo que el joven asesinado presentaba otra impronta de menores dimensiones en la parte izquierda del cuello, sin poder determinar si correspondía al mismo golpe y calzado.
A continuación, declaró Haydeé Almirón, jefa del Laboratorio Científico de la Policía Federal en Mar del Plata, quien confirmó que de acuerdo con una pericia comparativa scopométrica realizada a fines de mayo de 2020, se determinó que “la plantilla que pertenece al ciudadano Máximo Thomsen se corresponde a la huella en el maxilar inferior izquierdo”.
De acuerdo al informe que repasó la testigo, “se determinó correspondencia en cuanto a las características de clase entre la impresión del rastro visible en el maxilar inferior izquierdo de la víctima con la impresión tomada de la suela de la zapatilla derecha marca Cyclone, específicamente área interna del talón”. Precisó que ese resultado fue obtenido a partir de la superposición de la imagen de la lesión con la de la suela del calzado, a través de un dispositivo Video Espectro Comparador.
Mensajes
La séptima audiencia de juicio, incluyó la divulgación de audios y mensajes que los rugbiers se enviaron entre sí y a otros amigos mediante Whatsapp, instantes posteriores al crimen.
Fue el auxiliar de la Fiscalía General de Dolores, Javier Pablo Laborde, a cargo de analizar los teléfonos de los imputados, quien leyó cada uno de los mensajes: “Estoy acá cerca donde está el pibe y están todos ahí a los gritos, está la policía, llamaron a la ambulancia… caducó”, decía el audio que a las 4.55, pocos minutos después del crimen de Fernando, envió el acusado Lucas Pertossi (23) al resto de los imputados mediante el grupo de whatsapp “Los Boca 3”, que todos excepto Ayrton Viollaz (23) conformaban.
“Nos peleamos. Ganamos contra unos chetos, los rompimos”, escribió a las 5.08 a un contacto fuera de ese grupo, el rugbier Blas Cinalli (22), quien hasta ayer no había sido mencionado por los testigos. El mismo imputado fue quien también les manifestó a otros conocidos: “Creo que matamos a uno, le dimos murra a uno con el perto, lo recagamos a palo, pero mal. Nos vinimos corriendo a la casa”.
“Nos vamos a la playa. Vienen todas las gatas y yo sólo quiero tomar vino y fumar flores”, según reprodujo el testigo, quien debió leer esos textos frente a los padres de Fernando, Graciela Sosa y Silvino Báez.
“Dos convulsionaron, uno lo mandamos al hospital, sin signos vitales. Ahora estamos yendo a Mc Donalds a ver qué pasa”, dijo Cinalli a un contacto, quien le respondió: “Son los demoledores”.