Diversas consultoras privadas proyectaron esta semana que la inflación de octubre arrojaría un aumento en torno al 3,5%, pese al congelamiento de precios dispuesto por el gobierno en algunos productos.
De esta forma y, de confirmarse, la inflación anual estaría por encima del 50%, muy superior al 29% estimado inicialmente por el Gobierno, y por arriba incluso del 45% que prevé la ley de Presupuesto en su corrección de este año.
Semejante escalada deja efectos en todo el tejido social y es de esperarse que, a diferencia de lo que espera el Gobierno, el consumo no repunte. Pero el dilema no concluye allí, porque el tamaño de la crisis cambia además la forma de consumir. De hecho y según el análisis del Monitor Nacional que elabora Taquion, el 76% de los ciudadanos no puede consumir lo mismo que hace doce meses.
Y es que, por la crisis económica y la inflación, al menos ocho de cada diez argentinos compran menos productos que hace un año y cuatro de cada diez reemplazaron primeras marcas por otras más económicas.
Casi en línea con el trajinar gubernamental, buena parte de los argentinos comenzó a vivir el “día a día”, es decir, dejó de hacer compra mensual y sólo compra lo que consumirá en la jornada.
En su relevamiento, Taquion preguntó a los encuestados sobre la responsabilidad por el estado de las cosas y la respuesta es mucho más evidente de lo que se cree. Las políticas económicas y la emisión monetaria figuran en el primer orden de culpas. La crisis hace que se cambien las formas de consumir, pero también agudiza la mirada sobre las formas de gobernar.