Dolor de panza, cólicos, diarrea y erupciones en la piel luego de consumir algún tipo de alimento podría alertarnos acerca de la alergia alimentaria, una respuesta inmune específica inducida por la exposición a un alimento que se incrementa cada vez más.
“El 30% de los pacientes alérgico en Misiones, son tratados por alergias alimentarias”, dijo a PRIMERA EDICIÓN el alergista y pediatra, José Guillermo Frada y agregó que “más del 10% de las personas alérgicas a un alimento, tienen alergia a dos o más alimentos”.
Actualmente, hay cerca de 250 mil chicos en el país que padecen esta afección, mientras que uno de cada 12 niños en el mundo son alérgicos a algún tipo de alimentos, según la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC).
Padecimiento que aumenta
Según Frada, “en estos últimos tiempos, las consultas por alergia alimentaria aumentaron”. Al consultarle los motivos, el especialista explicó que “permanentemente estamos comiendo cosas envasadas y productos artificiales que, sin saberlo, pueden contener un mínimo porcentaje de la proteína alimentaria que genera una reacción alérgica. Pasa lo mismo con la mayoría de los colorantes, conservantes o saborizantes que le agregan. Los ingerimos sin sospechar que podría tener ingredientes que no toleramos”.
La leche y el huevo lideran el ranking
En cuanto a las principales alergias alimentarias, el alergista destacó que “la mayoría de los pacientes pediátricos reaccionan contra la proteína de la leche y, en segundo lugar al huevo, sobre todo la clara”. En un menor porcentaje también mencionó la alergia a mariscos, maní, trigo y soja, principalmente en adultos.
Causas y diagnóstico
Entre las causas que pueden influir en las alergias alimentarias, Frada destacó el componente genético y ambiental. “Es frecuente que un paciente que es alérgico a la leche de vaca, por ejemplo, tenga una familia que tampoco pueda consumirla. También están los factores ambientales (dieta, tipo de parto, exposición al humo de tabaco y microorganismos) que intervienen en el desarrollo intrauterino y en las primeras etapas de la vida, y provocan cambios epigenéticos que influyen en el equilibrio Th1/Th2 y aumentan o disminuyen el riesgo alérgico”.
Cuando un paciente experimenta enrojecimiento en la zona de la boca, diarrea, hinchazón en labios o párpados y sangrado en la materia fecal, entre otros, podría tratarse de una alergia alimentaria. Sin embargo, al tratarse de síntomas comunes en otros tipos de padecimientos, su diagnóstico no es sencillo.
“El diagnóstico es complejo, por eso el médico clínico, gastroenterólogo o pediatra tienen que hacer muchas preguntas claves y algunos estudios para saber si se trata de una alergia y a qué alimentos en particular”, señaló Frada.
Tratamiento
Su tratamiento se basa en la evitación correcta del alimento responsable, incluidos los alérgenos ocultos, y en la educación del paciente, la familia y los cuidadores para mantener una buena calidad de vida.
Lo más eficaz es “sacar el alimento de la dieta. En el caso de un bebé que toma la teta, si es alérgico a la leche, la mamá no debería ingerir la proteína de la leche porque le puede pasar parte de la proteína de la leche durante la lactancia”, explicó Frada. Igualmente, aseguró que “si es un niño pequeño, lo mejor sería limitar al máximo el alimento que le causa reacciones, pero no sacarlo del todo porque se puede generar un déficit nutricional”.
Por otra parte, “en el caso de la alergia a la leche o al huevo hay algunos tratamientos que consisten en ir poniendo en contacto al paciente con el alimento progresivamente para que comiencen a tolerarlo”, mencionó.
No obstante, “la característica de este tipo de tratamiento es que, una vez que el paciente lo inicia, después no se puede dejar de consumir ese alimento porque la reacción va a volver”.
Si bien no hay una fórmula para prevenir las alergias alimentarias, el alergista mencionó que “se recomienda que los chicos comiencen a alimentarse a partir de los seis meses. Antes era mucho antes, pero se vio que la cantidad de alergias alimentarias aumentaban en la medida que los bebés comían más tempranamente. Por eso se estableció que a los seis meses se comience a comer y recomendamos que el huevo y pescado, por ejemplo, se de a partir del año”.
Similitudes con otras patologías
La alergia a la proteína de la leche y la intolerancia a la lactosa son dos trastornos que tienden a confundirse. La alergia a las proteínas de la leche es una respuesta del sistema inmunitario a las proteínas de la leche; mientras que la intolerancia a la lactosa aparece cuando no se puede digerir adecuadamente la lactosa por déficit de lactasa.
Por otro lado, la alergia al trigo y la celiaquía: la alergia al trigo es una reacción defensiva del cuerpo a las proteínas del trigo; mientras que la celiaquía es la intolerancia a la proteína aglutinante del gluten en tipos de cereales.