L uego de las sencillas experiencias meditativas que sintetizáramos en notas anteriores, proseguimos hoy nuestra lectura vacacional acerca de lo que expone sobre este tema la Profesora de Yoga Stella Ianantuoni.
Desde hace ya varios años en Occidente se escucha hablar cada vez más de la meditación. La recomiendan muchos médicos para preservar la salud. La recomiendan famosos artistas del cine y la música como una manera de conservar la juventud y alcanzar el éxito; y en el otro extremo, los sacerdotes la enseñan como una forma de mejorar la oración y lograr un mayor avance espiritual. También las grandes empresas han comenzado a implementar espacios para que sus ejecutivos aprendan a meditar o utilizar técnicas psicofísicas para mejorar su rendimiento y efectividad.
Ello se debe al reconocimiento de la íntima relación entre la mente y el cuerpo, porque la vida vertiginosa y exigente del mundo moderno genera estrés y reacciones que se acumulan en nuestro cuerpo. Los músculos se tensan, nos irritamos fácilmente y sufrimos de dolores en el cuello, la espalda y la cabeza. Esas acumulaciones han sido vinculadas también con enfermedades como la hipertensión, los trastornos digestivos y las afecciones cardíacas.
Si bien la meditación proviene de prácticas espirituales, desde la segunda mitad del siglo XX viene siendo estudiada por prestigiosos investigadores en los aspectos que influyen sobre la salud física y mental. Así, el electroencefalograma mostró que los hemisferios cerebrales tienen diferentes frecuencias vibratorias que permiten identificar los estados de conciencia y que se denominaron con letras griegas.
Cuando estamos despiertos predominan las ondas beta; mientras dormimos, las ondas cerebrales son más profundas y pausadas, delta durante el sueño profundo y theta en el sueño ligero o somnolencia. En cambio, cuando meditamos, el área estimulada es la cortical prefrontal izquierda del cerebro, relacionada con las emociones y la felicidad, y en este caso las pautas de las ondas son propias y diferentes de las del sueño, son las ondas alfa, indicadoras de que estamos relajados pero atentos. A diferencia de los otros estados, durante la meditación ambos hemisferios cerebrales funcionan en armonía, activan regiones que permanecían inactivas, se experimenta una sensación de profunda relajación y, al mismo tiempo, de gran claridad y alerta mental.
Los estudios también revelan que durante la meditación baja el ritmo metabólico y las células “descansan” y se regeneran. Asimismo, el lactato arterial, que se eleva en situaciones de ansiedad y tensión, disminuye cuatro veces más que en una persona en reposo y tres veces más que durante el sueño; además, luego de meditar se mantiene en niveles inferiores a los que la persona tenía antes de hacerlo, con el agregado de que podemos aprender a manejar dichas situaciones eficazmente.
También se ha comprobado que la meditación ayuda a abandonar adicciones, a aumentar la creatividad, a mejorar el aprendizaje y los trastornos de memoria causados por el envejecimiento.
Resumiendo. En el plano físico, fortalece el sistema inmunológico, mejora la coordinación mente-cuerpo, estabiliza la presión arterial, armoniza todas las funciones orgánicas, incrementa la energía, relaja el sistema nervioso, mejora la calidad del sueño y enlentece el proceso de envejecimiento. En el plano emocional aumenta el bienestar general y la autoestima así como la paciencia, la estabilidad y el buen humor, dándonos sensación de plenitud y calma. En el plano mental acrecienta la memoria y la percepción, brinda claridad de pensamiento así como lucidez, energía psíquica y concentración. Y en el plano espiritual incrementa la intuición, la libertad interior, la compasión y el amor hacia todos los seres a la vez que brinda un sentido de unidad con todo lo creado.
Y ahora, ya sea que estemos finalizando muy relajados la clase de Yoga, o que destinemos un momento de nuestras vacaciones a la paz y el descanso, respirando aquí y ahora, entramos en un dulce y profundo estado de meditación y la vibración universal es percibida por el alma. Namasté.
Colabora
Ana Laborde
Profesora de Yoga
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