La recta final del ciclo lectivo es una de las etapas más estresantes del año, marcada por la acumulación de tareas, cierres pendientes y la extendida procrastinación, que afecta a niños, adolescentes y universitarios por igual. Myriam Báez, psicopedagoga, afirma que este fenómeno “no es pereza, sino una falla en la autorregulación emocional” que se ha vuelto una “problemática de esta época”.
Según Báez, la procrastinación se origina en la dificultad para diferenciar entre lo útil, lo necesario y lo urgente, llevando a postergar lo que menos gusta o motiva. En diálogo con la FM 89.3 Santa María de las Misiones, la profesional sostuvo que este cúmulo de pendientes hace que el cerebro colapse, aumentando la ansiedad e instalando una sensación de falta permanente. Cuando la tensión es alta, se activa el “cerebro reptiliano” (la parte más primitiva y antigua del cerebro), generando un “no aprendizaje” que se va “a la papelera de reciclaje a las 24 horas”.
Inteligencia emocional y planificación
Frente a la inercia de “dejar para mañana”, la especialista descartó el tradicional “tirón de orejas” o el castigo, y sugirió recurrir a la inteligencia emocional para acompañar a los hijos.
La clave está en la planificación visual. La psicopedagoga instó a los padres a sentarse con sus hijos y hacer una “lista de tareas” en una hoja, cartel o pizarra, para “tener en concreto qué es lo que hay que hacer”. A partir de ahí, se debe “empezar por lo pequeño” para romper la inercia.
“A veces más que sumar, restamos”, advirtió Báez, explicando que transformar una actividad pequeña (como completar la carpeta de Plástica) en una “problemática familiar” genera en el niño una sensación de ser “el peor de todos”.

Poner límites a la tecnología, no cortar el vínculo
Respecto al conflicto generado por la digitalización, donde los padres suelen cortar el contacto con celulares y computadoras, la psicopedagoga indicó que “los extremos no son buenos”, pero insistió en que alguien debe “poner un coto”.
Báez criticó la falta de límites de algunos padres que permiten a sus hijos estar hasta “las 3 o 4 de la mañana en línea”, durmiendo solo dos horas. En esos casos, “no hay técnica de activación cerebral que sirva cuando hay un cuerpo que no descansó”.
La clave es que la familia trabaje en la puesta de límites, regulando horarios de sueño y cena. Si el adolescente no puede autorregularse, la sugerencia es negociar y guardar el dispositivo juntos, sin gritos ni enojos. “Ellos agradecen” este límite porque se hace “desde el amor y desde el acompañamiento”, lo que genera autonomía a largo plazo.

Calidad versus cantidad: la carga de actividades
Otro factor que agobia a los estudiantes es el exceso de actividades fuera de la escuela. La especialista aconsejó “dosificar un poco” y establecer prioridades, enfocando la energía en el cierre académico para evitar problemas en las vacaciones, y dejando para después lo que pueda esperar. Si bien el ocio y la actividad física deben ser parte de la “torta de actividades”, tal vez “dos horas de ocio van a pasar a ser una” en esta instancia final.
Finalmente, Báez reflexionó sobre el sistema educativo actual, señalando que los 14 espacios curriculares para un joven de 12 o 13 años son una carga excesiva que prioriza “la cantidad y no la calidad”. Abogó por la necesidad de un “vuelco de evaluación en proceso” mediante un “integrador final” o “aprendizaje basado en proyectos”, que requiera menos tiempo y fomente el trabajo colaborativo. Mientras el sistema no cambie, la planificación familiar es “fundamental”.
Finalmente, la especialista recomendó empezar de apoco, hablarse bonito y sembrar cosas buenas en un contexto de mucha tensión.




