Un día después de que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) publicara los nuevos índices de pobreza, una de las voces más autorizadas del termómetro social de la provincia salió a desafiar frontalmente las cifras oficiales. El padre Alberto Barros, vicepresidente de Cáritas Misiones, calificó el dato como “bastante mentiroso y alejado de la realidad”, y aseguró que “basta un poquito mirar, ver, sentir lo que pasa hoy en nuestra sociedad para ver que ese dato no se condice con la realidad”.
En diálogo con la FM 89.3 Santa María de las Misiones, Barros desglosó su crítica en dos ejes fundamentales: uno técnico y otro basado en la evidencia empírica que recoge a diario.
Una metodología “obsoleta” que no refleja la realidad
En primer lugar, el sacerdote apuntó contra la metodología de medición. “Ya es un dato más técnico, si bien no lo soy, pero uno escucha que el índice de medición que utiliza el INDEC en este momento es un índice obsoleto”, afirmó. Según Barros, el propio organismo estadístico ya cuenta con una nueva metodología más precisa que, por “razones políticas”, no se implementa porque “la medición sería muy distinta a la actual”.
El problema de fondo, explicó, es que el método vigente se centra en la canasta básica de alimentos, pero deja afuera o subestima el impacto de gastos esenciales que hoy ahogan a las familias. “Hay un montón de cosas que no mide realmente en toda su fuerza como servicios, gas, luz, agua, transporte, alquileres, prepagas”, enumeró.
Barros también cuestionó la supuesta mejora en los ingresos del sector informal. “Es un dato bastante caprichoso. No sé de dónde sacan que los informales ganan ahora cualquier cantidad de plata, porque no es eso lo que uno escucha en la calle todo el día”, sentenció.
El contraste de “la calle”
Más allá de los tecnicismos, el vicepresidente de Cáritas Misiones instó a observar la realidad cotidiana como la principal fuente de verificación. “Uno ve que cada vez hay más experiencias de empobrecimiento en la mayoría del pueblo argentino, con una concentración de la riqueza en un pequeño grupo”, sostuvo.
Para respaldar su afirmación, mencionó una serie de indicadores que, a su juicio, contradicen cualquier estadística optimista:
- Endeudamiento familiar: “Ha crecido el endeudamiento de las familias porque no les alcanza, y ha crecido la morosidad”.
- Desempleo y cierre de empresas: “Todos vemos cómo crece el desempleo, las suspensiones laborales en muchísimas industrias, comercios y PyMEs que van cerrando”.
- Caída del consumo: Un dato oficial que refleja la pérdida de poder adquisitivo.
- Aumento de la demanda en Cáritas: “Si cada vez hubiera menos pobreza, tendría que estar disminuyendo la gente que viene a pedir ayuda, y en realidad crece permanentemente”.
- La situación de los jubilados: Calificó su estado de “dramático” y un “empobrecimiento que no se puede negar”.
“Desilusión y angustia”: el estado de ánimo social
Consultado sobre el sentir de quienes se acercan a las parroquias, Barros pintó un panorama sombrío. “Hay una gran desilusión, mucho de angustia”, describió. Según su análisis, esta sensación atraviesa a los sectores más vulnerables pero también ha golpeado con fuerza a “una clase media muy golpeada”.
Puso como ejemplo concreto la situación de los docentes: “Hace pocos días estuve en un colegio y los directivos me decían: ‘Padre, nunca nuestros docentes estuvieron tan mal’. Son gente con trabajos registrados, pero hoy la mayoría de los docentes son pobres. Eso no está reflejado en este índice”.
Una dura crítica al modelo de gobierno
Barros fue categórico al definir el proyecto del actual gobierno como “absolutamente deshumanizante”. Sostuvo que es un programa donde “no importa la persona, donde la preocupación es financiera” y que se basa en “antivalores como la avaricia, el individualismo y el privilegio de los poderosos”.
“No interesan los más vulnerables, los jubilados, los enfermos, los discapacitados, la salud pública, la educación pública”, afirmó, para luego rematar: “Este es un proyecto absolutamente inhumano, cruel, anticristiano, que no puede ser aceptado por ninguna persona que tenga valores humanos y menos aún por quienes nos decimos cristianos”.
Si bien reconoció que la situación previa no era buena -“llegamos a esto por fracasos anteriores”-, no dudó en afirmar que “hoy estamos mucho peor”. Ante este escenario, descartó tener una solución técnica, pero señaló un camino posible.
Identificó al Congreso como “un lugar de mayor esperanza” donde, a su juicio, están surgiendo diálogos y consensos entre diferentes fuerzas políticas para frenar medidas perjudiciales. En ese sentido, hizo un llamado a “generar un gran diálogo argentino” entre todos los partidos.
Finalmente, y citando al papa Francisco, instó a superar la “grieta” y “generar una cultura del encuentro”. Concluyó con una reflexión final: “Tenemos que volver a un proyecto humanista donde la dignidad esté en el centro. Si no, vamos a terminar cada vez peor”.







