Al momento de comunicarse, la forma de expresarse de los misioneros llama la atención. Sucede que esta particularidad va más allá del uso de las palabras y se relaciona con una relación comunicacional de una región de frontera.
PRIMERA EDICIÓN visitó el Laboratorio de Semiótica de la Facultad de Humanidades de la UNaM donde dialogó con la doctora en semiótica Raquel Alarcón y el magíster Gonzalo Casco sobre esta temática.
“Tenemos una lengua misionera, decimos nosotros, pero a la vez española o castellana y a la vez argentina. Entonces, si comparás nuestro modo de hablar con la lengua estándar oficial, sin duda que nos desviamos mucho”, comentó Alarcón.
Es en esta particularidad donde sucede que “cuando un misionero se va a otra provincia te preguntan ¿sos paraguayo? porque sin duda, mi vecino es el que me marca mucho”, relacionándolo con el hecho de habitar la frontera.
Sucede que en nuestra cotidianidad misionera “tenemos una sintaxis, un orden de las palabras que también es diferente del orden estándar. Ponemos el sujeto atrás, en lugar de adelante; no usamos todos los verbos que el español te hace aprender en el paradigma verbal; hay un uso exagerado del gerundio que un académico duro te va a señalar y te va a marcar en rojo”, relató.
La doctora remarcó que algunas acciones o estados solo tienen significado para los misioneros: “el amarillento solo acá lo entendemos nosotros o cuando te digo me voy a ir yendo, voy a ir yendo, estoy yendo, estoy viniendo”, enumeró.
Ejemplificó otras palabras como el uso del “allá ité”, donde esa palabra “no es solamente lexical, sino que está marcando una relación del sujeto con el espacio, con la distancia, con el traslado, con los contactos. Está usando, en una sola palabra, dos construcciones que son del latín -‘allá’, que nos viene por el español- y del guaraní, que es el ‘ité’. Pero es una palabra misionera”.
En este sentido, al hablar del hablante misionero aclaró que “no diría que hablamos mal, sino que hablamos diferente. Y en la diferencia justamente está la particularidad, las marcas que nos hacen ser habitantes y hablantes de frontera”.
Explicó que la región tiene sus particularidades, donde “tenemos muchas etnias que configuran nuestra interculturalidad y un multilingüismo”. De esta manera, argumentó que se va configurando “un modo de estar viviendo juntos en la frontera”.
Más allá de esto, comparó que internamente existen diferencias y que un posadeño no se expresa de la misma forma que alguien de la colonia. Sumado a esto, “no es lo mismo la lengua que usa el que vive en la frontera con Brasil, que el que vive en la frontera con Paraguay, que el que viene con marcas de inmigración europea, o que el que vive en la ruralidad, el que vive en la ciudad”.
Habitar la frontera
Misiones tiene una historia en este tipo de investigaciones, con el diccionario de Kaul Grunwald, las Figuras del Habla Misionera de Hugo Amable y los escritos de Ana Camblong. Raquel Alarcón comentó que “son formas de uso de una lengua, que al ser nuestra tiene estas marcas de los modos de habitar la frontera”.
Actualmente, comentó que siguen realizando trabajos sobre la lengua en uso en la frontera, con visitas permanentes en escuelas rurales, instituciones de nivel superior, ferias francas y estudios de los medios de comunicación y cómo estos representan la lengua de los misioneros.
A la hora de enfocarse en lo educativo, contó que el niño que acude a la escuela para comenzar su formación “no arranca de cero”, y es por ello que “ponemos mucho el foco en su historia previa, en su mundo niño, en los modos en los que en su familia y en su vecindad se producen las interacciones sociales y el lenguaje”.
Por fuera de las palabras que se utilizan, Alarcón resaltó que necesitan prestar atención “en las formas de construir las frases, en lo que nosotros llamamos la morfología y la sintaxis”. Es en estos enunciados donde la comunicación están las “formas breves, acotadas, marcadas por un silencio, por algunas muletillas que van banalizando su discurso y que son propias de esta zona. Es ahí aparece lo que nosotros llamamos el mestizaje, la mezcla”, agregó.
Resulta complejo traducir estas particularidades a la escritura, porque se alejan del español de la academia y puede tomarse como “fallas en la escritura”. Es aquí donde recomendó una importante interacción entre el docente y alumno, donde se oficia esta “traducción”.
Con historias de familias en la frontera donde se hablaba otro día, señaló que “hubo una época en que era mal visto hablar en otro idioma que no fuera el español, incluso se cuentan historias de castigos y de prohibiciones, en el aula no se podía hablar y en los recreos tampoco”. Sin embargo, ahora han cambiado la postura.
Legitimar la lengua
Alarcón mencionó algo ocurrido en una clase universitaria cuando una alumna que venía de una ciudad de frontera con Brasil mencionó la palabra “borboleta preta” al hablar sobre el mito de la mariposa negra. Esto llegó a generar vergüenza en la estudiante, pero fue celebrado por la cátedra, como un ejemplo directo de cómo está presente “lo cotidiano”, recordó Gonzalo Casco.
Asimismo, indicó que este “no lo prohibimos, de hecho, lo hemos festejado y es lo que marca la postura de la cátedra, del proyecto, de tomar lo cotidiano, la identidad del otro como algo para trabajar, no para negar”. Distinto de otros entornos, hasta de la “incluso la academia misma”, donde llega hasta a censurarse o negarse.
Actualmente aparece un nuevo actor, la virtualidad y la tecnología, que también influyen en las prácticas comunicacionales, donde “las juventudes son muy permeables a los cambios, mediante los medios de comunicación, los videojuegos, las redes sociales, la música”, añadió Casco.
Todo este condimento hace que “no solamente el español en Misiones, sino en el mundo empiece a tener ciertos préstamos que se castellanizan y forman parte de nosotros”.
Es esta conectividad la cual provoca que “empiecen a entrar otras palabras y otras formas de construir las frases que se permean en nuestros jóvenes”. Al investigar estos fenómenos, señaló que “tratamos de ver, de indagar y de reconocer, es analizar el proceso, describir qué es lo que pasa, e interpretarlo”.
Alarcón resaltó además que “esos ingresos, en realidad, complejizan más el mestizaje de nuestras configuraciones porque además de ser fronterizos, somos globales, estamos atravesados por los medios, por las tecnologías, por todo lo que son las culturas posmodernas, fugaces, discontinuas, etc.” donde al no poder escapar de esta tendencia “todos los cambios, absolutamente todos, se traducen en la forma en que usamos la lengua”.
Sin embargo, ¿quiénes legitiman las formas? :”Nosotros creemos que ponerlo en la academia, estudiarlo como una variedad legitima las variedades locales”. En ello, comentó que una parte importante se juega en los medios y sus publicaciones, porque “cuando vemos que en un diario aparece un titular que dice ‘gran lluviarada noche en el interior’, lo aplaudimos eso porque el diario ahí está legitimando una forma de decir que es propia nuestra”.
A su vez, compartió que analizan cómo aparecen las voces de los vecinos si se colocan las palabras tal cuáles se dijeron o “si hay una mediación, una intervención del experto periodista para modificar, a el lenguaje estándar”. Aclaró que no está mal castellanizar lo dicho, pero que también pueden empezarse a utilizar estas formas “nuestras”.
En una investigación que continúa, en varias líneas, explicó que se analizan recortes de la vida cotidiana: las comidas, las costumbres, trabajos, el ocio, los juegos y diversión. “Vemos que en cada zona de la provincia todo es muy diferente. Hacemos las mismas cosas, pero cada uno tiene sus maneras y las configura con un lenguaje en particular”, cerró Raquel Alarcón.