Siempre me llamaron la atención y siempre traté de memorizar y saber aplicar los adagios populares.
Hoy me doy cuenta de que antes era más común que las personas adultas y los ancianos manejaran un bagaje bien variado de “sentencias” y refranes.
Casi siempre tenían uno para cada ocasión.
Es llamativa la capacidad que estos adagios tienen para trascender las épocas y mantener la vigencia enmarcando realidades inherentes al ser humano que, a pesar de los cambios y avances modernos, siguen siendo realidades a vivir y, muchas veces, a sobrevivir.
En el siglo XIX el escritor asturiano Ramón de Campoamor escribió: “… y es que en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el cristal con que se mira”.
Esta expresión se convirtió en un verdadero adagio popular que siempre fue direccionado a desarticular cualquier postura filosófica, religiosa, política, económica y de cualquier índole que pretenda erigirse como una verdad universal.
Las consecuencias de esta ambigüedad, del contraste entre mentira y verdad, siempre terminan siendo, por lo menos, dolorosas.
Seguramente que la expresión del escritor mencionado al referirse a este mundo “traidor” representó una o varias experiencias personales que le dejaron un sabor amargo y una reticencia a volver a confiar.
En la Biblia, que es la palabra de Dios, encontramos expresiones del mismo Jesús refiriéndose a la verdad y la mentira, pero dando vida a un concepto nuevo y realmente maravilloso. Jesús declaró: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.
Entonces Jesús es la verdad y no solamente declaraba la verdad, sino que además pagó el precio para ser la verdad y el único camino al Padre para dar vida y vida abundante a los que se acercan por la fe y ponen sus vidas en sus manos.
Estimado lector tal vez seas uno más de aquellos que fuimos golpeados por dolorosas experiencias de medias verdades y mentiras que nos llevaron a cerrar nuestros corazones para no volver a pasar “traiciones”.
Estamos en vísperas de celebrar la Navidad, qué mejor que hacer un alto en este domingo y recordar que ese niño del pesebre de Belén nació para morir en la cruz y pagar el precio de ser El Mesías Salvador para la humanidad.
El escritor asturiano tenía razón en realidad porque, con una frase que se volvió célebre, reflejó una realidad natural que todos conocemos seguro hemos padecido por lo menos una vez.
Sin embargo la buena noticia es que Jesucristo es la expresión del amor del Padre, el que pagó el precio en la cruz para ser la verdad.
Más allá de que la religión no es mala quiero decirte que sí es incompleta, sin un verdadero encuentro con Jesucristo, el único camino al Padre. Él es la verdad, Él es el camino y la vida… no es religión.
Que durante esta Navidad puedas “ver” con una mirada de fe al Señor Jesucristo y aferrarte a Él para que sea sanado tu corazón de toda “traición” en el contexto de la vida netamente natural, donde todo depende del cristal con que se mira.