Como descendiente de italianos, Avelina Esther Dalcolmo recibió un reconocimiento durante la ceremonia llevada a cabo por los 127 años de la llegada de los primeros inmigrantes que se asentaron en la ahora Capital de la Yerba Mate y volvieron a dar vida a estas tierras.
La Ciudad de las Flores fue el lugar elegido para albergar a las familias de colonos polacos, ucranianos y un italiano que, con mucho trabajo y dignidad, unidos a lo que este terruño les ofreció, lograron una fusión de culturas que volvió a dar vida a todo lo nuestro.
Avelina Dalcolmo fue homenajeada por su trayectoria, como descendiente de italianos, uno de los tres pilares de aquellos pioneros. Esta mujer, apostoleña de origen, es conocida y admirada en la comunidad.
Nació el 12 de febrero de 1949 en el seno de la familia de Doña Leonor Lovera y Don Antonio Dalcolmo. Heredó, seguramente de sus abuelos paternos -Giovanni Dalcolmo y Avelina Maurente-, ese temperamento de fortaleza inquebrantable y ese profundo sentido de solidaridad, características que marcan la trayectoria de su fecunda vida.
Desde joven, imitando los pasos de sus hermanas, se recibió de maestra normal, y su primer destino fue ejercer en áreas rurales. Su desempeño docente dejó huellas imborrables, especialmente en la Escuela 298 del paraje “La Cachuerita”, de Colonia Liebig, Corrientes. Allí, se inició como maestra y directora a cargo, con grados acoplados de un reducido grupo de alumnos, que con el tiempo se fue incrementando. Y no solo se dedicó al dictado clases, sino también, con dedicación silenciosa, pero constante, se propuso con empeño la tarea de ir mejorando poco a poco la calidad de vida de los colonos.
Su hija, Avelina Vizcaychipi, manifestó que, para ello, no tuvo reparos en hacer gestiones, pidiendo y consiguiendo recursos y donaciones, ante potenciales padrinos influyentes, tanto nacionales como internacionales. En numerosas ocasiones fue reconocida por ese espíritu de entrega en su desempeño como maestra rural. Además, su alma docente, tan aferrada a los valores cristianos, y su corazón siempre dispuesto a ayudar, la motivaron pare enseñar catequesis y a brindar su asistencia humanitaria a familias de la zona, durante los fines de semana.
“Mamá nos enseñó a ayudar siempre. Éramos muy humildes, pero de su humildad sacaba para ayudar al prójimo y es lo que nos transmitió. Mi familia no me dice nada, me apoya porque sabe que ya la abuela hacía eso. Quedó la enseñanza”
En su condición de madre de ocho hijos, todos profesionales y empresarios, desde muy pequeños les fue inculcando la fe en Dios y educándolos en el valor de amar lo que hacían, y a poner esmerada dedicación a cada tarea, por más simple que les pareciera.
Con ese espíritu de entrega a la labor altruista, sigue al frente de la Asociación Civil “Trabajo, Alegría y Saber”, un emprendimiento, desinteresado y sin fines de lucro, que diseñó y comenzó, hace algunos años, junto a Marta Chijanowski de Hreñuk.
A pesar de las dificultades y avatares, hoy, con un maravilloso grupo de colaboradores, logra proveer de alimentos y otros recursos a escuelas, capillas, aldeas, barrios carenciados, y comunidades aledañas de la región.
Esa actitud incansable y ferviente, presente en momentos importantes de la comunidad, está motivada por el lema: “La solidaridad es la salud del mundo”, y su encendida fe en Dios y en María Santísima, la impulsan, actualmente, a ejercer como Ministro de la Eucaristía, llevando la comunión, cada domingo, a abuelos y enfermos de la zona.
En reconocimiento a su fructífera trayectoria, por su invaluable aporte a la sociedad, y en su condición de descendiente e integrante de la Colectividad Italiana, se le otorgó este merecido reconocimiento el 27 de agosto, en muestra de gratitud y valoración comunitaria, por todo lo que regaló y sigue regalando día a día.
Durante esta especial ceremonia acompañaron a Avelina sus hijos: José María, Avelina, Carlos Antonio y Martina Vizcaychipi; sus nueras: Dahiana Tarnowski, Vanesa López y Julieta Gómez, y sus nietos: Brenda, Ronny, Nicole, Malena y Aurelio Vizcaychipi y Santiago Neves. También sus hermanos: Elsa, Luis y Américo Juan “Tano” Dalcolmo, y sobrinas: Liliana Derkach, Marisa Kovach, Eugenia y Milagros Dalcolmo, además de Elena Chaparro, Mónica Thows, Lidia Barchuk, e integrantes de la Colectividad Italiana, entre tantos otros seres queridos que siempre la acompañan.
Emocionada, y tras recibir el reconocimiento, Avelina auguró a los presentes “que la luz suave de la fe ilumine nuestras vidas. Tenemos que vivir la fraternidad acariciando los conflictos. Pidamos a Dios que encienda un poquito de esa llama de amor en nuestros corazones para que sigamos caminando tranquilos y sembrando esperanza”.
Durante el acto, que se ofició en la plazoleta “Primeros Colonos” se entonaron los himnos nacionales de Argentina, Italia, Polonia y Ucrania, interpretados por el Coro “Voces de Apóstoles”, dirigido por el profesor Héctor Vanzini y acompañado por los acordes de la Banda de Música del Regimiento de Infantería de Monte XXX. Tras la invocación religiosa del sacerdote Antonio Vargas, la colocación de la ofrenda floral, el minuto de silencio y las palabras de la representante de la Colectividad Italiana, Flavia Tarnowski, se leyó la Ordenanza 40/2024, evocando la entrega de distinciones a destacadas personalidades de las colectividades: Miguelina Rotzyn de Korol, Pablo Pedro Gembarowski y Rubén Luis “Rulo” Grabovieski, por la ucraniana; Silvana Andrea Sánchez y Dante Enrique Kraiñski, por la polaca, y Dalcolmo, por la italiana.