Frecuentemente, nos preguntamos a partir de qué edad podemos comenzar a realizar entrenamiento de fuerza. Sin embargo, no somos conscientes de que, desde que nacemos, estamos entrenando la fuerza.
En el momento en que un bebé nace comienza a luchar contra la fuerza de la gravedad. El peso la cabeza del bebé es enorme en comparación con el de su cuerpo. Por ello, intentar levantar y sostener la cabeza estando boca abajo supone una resistencia tan grande como la del entrenamiento de fuerza para los músculos extensores de la columna cervical.
Un tiempo más tarde, cuando el niño aprende a caminar ha de enfrentarse de nuevo al trabajo de fuerza para superar su peso corporal. De hecho, cuando se dispone a subir escaleras debe realizar flexiones y extensiones de rodillas y cadera, dada la altura de los escalones, así como aplicar una importante fuerza contra el suelo.
Pasados otros años más, los niños aprenden a subirse a las alturas, escalan en parques infantiles, saltan y forcejean unos con otros. En estas acciones, el peso del cuerpo se desplaza en todas direcciones realizando empujes y tracciones.
En definitiva, la vida de un niño hasta los 6 años se encuentra marcada por la coordinación motriz, pero también por la fuerza.
Sin embargo, cuando el niño inicia la etapa escolar los estímulos de movimiento y fuerza se ven drásticamente reducidos. Esto se debe a que las actividades que se realizan son más sedentarias (jugar con videojuegos, por ejemplo). De hecho, más del 50% de los niños y jóvenes de 8 a 18 años presentan problemas posturales relacionados con una fuerza corporal insuficientemente desarrollada.
Además de las adaptaciones neurales y estructurales que produce este tipo de entrenamiento en niños y adolescentes podemos destacar otros beneficios más del entrenamiento de fuerza a estas edades:
- Mejora de la estabilidad articular.
- Dominio rápido y seguro del propio peso corporal.
- Mejora de las capacidades motrices, especialmente la rapidez, la movilidad y la coordinación.
- Reducción del porcentaje de grasa y mejora de la composición corporal.
- Aumento de la confianza en uno mismo y de la autoestima.
- Contribuye a que los jóvenes lleven una vida saludable y deportiva.
Algunos mitos
Muchas veces se rechaza realizar entrenamiento de fuerza en niños por miedo a que se produzca una sobrecarga en sus tejidos dando lugar a lesiones. Además, existe la creencia de que este tipo de entrenamiento puede provocar un cierre prematuro del cartílago de crecimiento. En referencia a esto último, no existen evidencias de que la práctica supervisada de deportes de fuerza afecte negativamente el crecimiento óseo del individuo.
De hecho, el entrenamiento de fuerza en niños y adolescentes contribuye, entre otras cosas, a incrementar la densidad ósea, al igual que ocurre en los adultos.
Luciana Amado Siry
Espacio Wellness
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