Reforzar valores y establecer vínculos más fuertes entre los cuatro miembros fueron dos de los objetivos claves de esta familia cordobesa, oriunda de Carlos Paz, al iniciar una travesía en bicicleta que tiene como primer destino las Cataratas del Iguazú.
Pablo Cáceres (40) y María Ximena Peloso (35) y sus hijos: Julieta (13) y Lohan (6), emprendieron viaje desde la provincia mediterránea el 20 de marzo y tras llegar a la capital misionera, estudian los próximos movimientos del grupo, buscando siempre el consenso, pero es más que seguro que el próximo destino serán las Maravillas del Mundo, a las que tienen muchas ganas de conocer.
Mientras hacían “base” en el Club Náutico León Seró, gracias a la gentileza de sus directivos, Pablo contó que “hace unos meses salimos desde Carlos Paz con la idea de hacer un viaje en familia, rumbo a las Cataratas del Iguazú, en primer lugar. Y ahora ya estamos más cerquita”.
Indicó que “tratamos de seguir el corazón y, después, las señales nos fueron llevando hasta conocer a una familia que hacía un viaje en bici con niños. Empezamos a hacerles preguntas sobre la ruta y otras cuestiones, y nuestro corazón decía: vamos, vamos, vamos, por lo que tomamos la decisión. El 20 de marzo, arrancamos. Empezamos con las cuatro bicis tras investigar sobre el tema del equipaje, que debía ser liviano, las carpas y bolsas de dormir”.
En Carlos Paz, la pareja se especializó en la elaboración de hamburguesas de quinoa. Esa era la tarea que realizaban y que dejaron, por el momento, en manos de las madres de ambos, que viven en las inmediaciones. Las que quedaron a cargo de esta pequeña empresa denominada “Señora Tortuga” son Mercedes y Olga.
Ambas están contentas porque “siempre nos venían acompañando en este proyecto, y contentas de poder continuarlo. Todos los días les vamos informando por donde andamos y es una norma que los nietos tengan que comunicarse con ellas”, acotaron entre risas.
“Lo continúan porque tenemos una pequeña cartera de clientes, pero, además, porque a esta travesía la sustentamos en parte a través del microemprendimiento. Además, hacemos artesanías y elaboramos unos escritos para reflexionar. La idea es también crear un círculo lúdico para inculcar un poco a los niños otra clase de actividades como la cinta para hacer equilibrio (slackline) y fomentar en ellos las ganas de salir a hacer deportes, impulsarlos al movimiento en vez de estar tan sedentarios. También buscamos contagiar a la familia, porque, lo que nosotros queríamos también con este viaje era fomentar eso de estar en familia y crear esta relación con los niños, que haya un ida y vuelta. La idea del círculo lúdico es que nos comprometamos grandes y chicos a jugar, a experimentar ese momento y a compartir”, explicó María Ximena.
La madre comentó que a la idea “la empezamos charlando entre todos y, obviamente, siempre están esos miedos de salir porque uno desconoce los pormenores. Fue animarnos y a ellos (sus hijos) es como que les empezó a gustar. El más chiquito estaba siempre entusiasmado, pero a la más grande, que está en plena adolescencia, le costó un poco. Ahora ya lo va disfrutando”.
Respecto a la escuela dijo que “la más grande se va preparando para rendir libre. Tiene una maestra particular, la profesora Gabriela Morando, que le brinda el apoyo y el acompañamiento. Yo también estudié magisterio, así que entre las dos, vamos creando y viendo los contenidos, pero lo primordial es que aprenda los valores y todo lo que vamos experimentando en el viaje, que es algo que les va a servir para toda la vida. El más chico tiene el mismo apoyo y va aprendiendo un montón, la hermana también le enseña y es como otro tipo de aprendizaje, más acompañado familiarmente”.
Viajar sin tiempo
Compartieron que la familia viajera que conocieron venía desde Misiones y que posee un grupo de música. “Nos contaron un poco sobre su ruta y nos pareció que era, dentro de todo, la más tranquila. Como ya llegamos a Misiones, tenemos que conocer las Cataratas, entonces la idea es llegar a esta Maravilla del Mundo. También tenemos muchas ganas de conocer Brasil y otros lugarcitos. Vamos decidiéndolo en familia. Vamos sin tiempo y eso también nos permite ir conociendo cada lugar más en detalle, conocer la gente y disfrutarlo de otra manera”, acotaron.
Respecto a si son aficionados a esta movilidad de dos ruedas, revelaron que “la verdad es que anduvimos en bici, lo que uno anda normalmente en la ciudad, no éramos ciclistas por naturaleza. Nos arriesgamos a esta aventura y la verdad que nos está gustando un montón. Al no estar tan familiarizados con la bicicleta, pensábamos que por ahí nos costaría más, pero la verdad que es un fluir porque se siente súper bien y el cuerpo responde”.
María Ximena acotó que como mamá “cuesta” porque “una tiene todos esos miedos inculcados que vienen de familia, pero la verdad que a medida que vamos experimentando, vamos conociendo y viendo cómo va surgiendo todo es como que el universo conspira, para que todo se vaya acomodando de alguna forma. La verdad es que estamos súper bien, nunca nos faltó nada. En el viaje vamos conociendo a gente maravillosa, que nos abre las puertas, y uno en ese transitar va perdiendo esos miedos que están tan metidos”.
“Para mí fue, hasta el momento, una experiencia maravillosa. Viendo o escuchando las noticias una siempre piensa que el mundo es diferente, un poco más malvado, pero salir a conocer realmente a cada persona y todas sus experiencias y nutrirse de eso, es como un aprendizaje increíble. Conociéndolo, el mundo es mucho más maravilloso de lo que una se imagina, y experimentarlo es tremendo”, agregó la mujer, nacida en la localidad santafesina de Santo Tomé, pero aquerenciada en Carlos Paz, de donde es oriundo su esposo y donde nacieron sus hijos.
Según Pablo, todos van haciendo un poquito de todo. “Desde armar la carpa hasta los mínimos detalles. Juli ayuda y colabora en todo, mientras que el chiquito lo hace cuando tiene ganas, pero somos un equipo. Desde que comenzamos nos fuimos sincronizando tanto en ruta como cuando llegamos a un lugar. Vamos aprendiendo esto de confiar, de decretar lo que necesitamos, y vamos cultivando esos valores que eran uno de los motores por los cuales queríamos emprender un viaje en familia”, sostuvo.
Insistió con que el viaje se hace gratificante “por poder cultivar esos valores que por ahí en nuestra familia o en nuestras rutinas estaban un poco como dormidos. Entonces hoy hace frío y se valora mucho cuando alguien te da un lugarcito, te ofrece una ducha caliente, que en lo cotidiano uno se olvida sin querer. Esas cosas para nosotros son importantes. Nuestros hijos son cimientos importantes que nos está dando este viaje, este movimiento”.
A través del empleo de la tecnología van viendo la ruta, las condiciones del viento, las probabilidades de lluvia, el contacto para los próximos pueblos y para notas periodísticas que abren los caminos porque a través de las entrevistas “que escuchan, las personas nos ofrecen su ayuda. Eso es muy bienvenido y nosotros agradecemos todo lo que se vaya generando”.
Para los Cáceres/Peloso esta es la primera experiencia en todos los sentidos. “Todos los días lo vamos hablando y el termómetro somos todos para ver cómo nos sentimos, pero todo se va impulsando a seguir adelante por el bienestar y la comunicación que hay no entre los cuatro. Cuando arrancamos era nuestro objetivo. Hoy, que estamos acá, estamos muy contentos por esa unión familiar que se está gestando, esa comunicación, estos valores, y como papás nos llena. La vuelta dependerá de cómo se vayan dando las cosas, vamos a ver qué dice la vida, qué dicen nuestros corazones. El día a día se está haciendo muy intenso”, sinterizaron.
Julieta, que, a pesar de pedalear diariamente una buena cantidad de kilómetros, se prepara para rendir un examen y así poder sortear el séptimo grado, confesó que “cuando me anunciaron, no tenía muchas ganas, quería seguir con mi vida normal, frecuentando a mis amigos, pero cuando arrancamos me di cuenta que era otra aventura, otra experiencia, que está muy buena”.
A su entender, “andando en bici, vas conociendo mejor los lugares que yendo en un vehículo en el que podés completar este periplo en tres días. Eso es lo que tiene de bueno. A la vuelta voy a tener un millón de experiencias para compartir con mis amigos”.
Corazones
Recordó que en ocasiones se proponen un kilometraje y en otras, llegan hasta donde llegan. “Por lo general, se da un poco de las dos cosas. Hay pueblos que están a 60 kilómetros y si no hay nada en el medio, seguimos. La distancia máxima fue de 65 kilómetros, depende de cómo se encuentre el cuerpo, pero los niños son los que más pilas tienen y siempre quieren seguir. Creo que vamos un poco perdiendo el tiempo, tratando de disfrutar, de aprender de cada momento, de un animalito que se cruza, de un paisaje. Esa es la dinámica que nos está motivando y nos está llenando en todo este tramo. Es como que no terminamos de caer, es como que estamos todo el tiempo en un paisaje nuevo, en lugares nuevos, gente nueva y es tan intenso el aprendizaje día a día, que no lo esperábamos, que por ahí nos cuesta recapitular”.
Además, de pronto ven una fotografía y les hace recordar algo, como a esa primera familia (Ana y Carlos) que le tendieron una mano en su casa del pueblo de Mi Granja, mientras pedaleaban los primeros kilómetros saliendo de Córdoba. “Ella estaba en una iglesia y le preguntamos si nos permitiría un lugarcito para armar la carpa, pero nos dijo, no, ¡vengan a casa! En adelante, encontramos a muchas familias así, con un corazón increíble. El corazón de las personas es una de las cosas que más nos gratifica en el viaje”, celebró Pablo.