Es la tercera vez que la licenciada en enfermería y misionera de la Congregación Evangélica Neotestamentaria de Posadas, Lorena Colman (39), aterriza en tierra africana para continuar su tarea junto a los más necesitados.
zzLa primera vez que viajó fue en 2019, tras el paso del Ciclón Idai. La segunda, fue en agosto de 2022, y ahora volvió tras permanecer tres meses junto a su familia posadeña, de la que cada vez es más difícil despedirse.
Desde el primer momento tiene base en Dondo, Mozambique, que se encuentra frente a la isla de Madagascar. Antes de emprender el regreso, resumió que Dondo es una ciudad pequeña y con muchas necesidades, como todo Mozambique. “La gran mayoría son desnutridos y la gran mayoría vive desnutrido desde que nace hasta que es adulto. Hay mucho VIH. Aproximadamente el 80% de la población tiene este virus de la inmunodeficiencia humana. También hay tuberculosis, muchas enfermedades de transmisión sexual y, la verdad que es mucho el trabajo”, expresó.
Contó que este tiempo que pasó en África fue para ella de muchos desafíos, sobre todo, “porque es la primera vez que voy por tanto tiempo. Empecé a conocer de manera más profunda cómo es la cultura, a poder asentarme más y, a la vez, a trabajar fuerte en todo lo que hace a la nutrición”.
“No sé exactamente cuántas veces voy a regresar a Mozambique porque la idea es venir de visita cada dos años o cada dos años y medio. Eso es lo que está dentro de mis planes, pero no sé los planes de Dios. Él puede decidir otra cosa”, dijo tras permanecer tres meses con su familia.
Adelantó que con el equipo del que forma parte “estamos trabajando con un proyecto de nutrición para niños menores de dos años con VIH, y dentro del proyecto son más de veinte chicos. Tenemos un preparado especial que se hace con productos naturales de la región (poroto, maíz y maní) y se les entrega cada quince días. Previo a eso se le hace un control de peso, del estado general del niño y se lo deriva al hospital, porque tiene que tener todos los controles mensuales. No podemos trabajar de manera aislada. Aun así, cuesta mucho que lleguen a su peso ideal porque durante el año pasan por varias complicaciones como la malaria, el cólera. Este último se da porque cuando llueve mucho los pozos se contaminan debido a la cercanía de las letrinas. Luchamos contra todo eso”, manifestó.
En cada oportunidad o en cada encuentro que tienen tanto con los niños como con los padres, se aprovecha para compartir la Palabra de Dios.
De regreso a Mozambique, llevó donaciones de medicamentos, de ropas, de ofrendas, de personas que se comprometen y a las que “Dios toca el corazón”. Está convencida que, de alguna forma, “Él hace que todo eso se multiplique. Siempre digo que no tengo las capacidades ni las virtudes para llevar eso adelante. Es Dios quien me da las fuerzas porque estando en esa tierra se ven tantas necesidades y llega un punto donde vos decís ‘Señor, ¿cómo continúo?’. Hay momentos donde la capacidad de aguantar ciertas cosas llega a su límite, pero es ahí donde Dios empieza a actuar. Cuando nuestras capacidades llegan a su límite, Él empieza a hacer las cosas y provee, de alguna forma. Pude ver todo eso. Cada vez que comparto cosas, lo que más me interesa es mostrar lo que Dios puede hacer en las vidas y a través de las vidas”.
Profundamente emocionada, comentó a Ko’ape que, en medio del caos, su día siempre comienza hablando con Dios. “Me levanto, me higienizo y después hablo -muchos llaman orar-. Tengo mi tiempo de intimidad con Dios donde le cuento lo que me pasa, cómo me siento, lo que me preocupa, lo que me angustia. Después busco en su palabra las herramientas para el día. En todo este proceso Dios me dio fuerzas a través de su palabra. Le cuento lo que me pasa y Él siempre tiene una respuesta a través de su palabra”.
Después sale y se encuentra con necesidades, todo el tiempo. “Conociendo que soy misionera vienen y me plantean sus problemas. Uno sale siendo prudente, porque es tal la necesidad que tienen que hace que en todo momento te estén pidiendo cosas. Y tampoco tenemos todo el tiempo cosas para dar, pero Dios nos guía en todo eso”.
“Si me preguntan cuánto tiempo pienso estar en África, la verdad es que no lo sé. Siento en mi corazón que voy a estar mucho tiempo, pero no sé con exactitud. Espero que Dios me indique hasta cuando Él quiere que siga”, dijo quien en Posadas se recibió y ejerció como licenciada en enfermería. Como aún no pudo certificar sus títulos, hizo un curso de salud y a la vez también fue docente de ese mismo curso, “porque a ellos les falta de todo”.
Experimentó Malaria
En Mozambique no existe el dengue, pero sí la malaria, que es algo similar, y se transmite a través del mosquito anopheles. La primera vez que Lorena la padeció, no tuvo síntomas. “Recuerdo que me levanté y me sentía extraña. Fui a hacer el test porque siempre lo aconsejan y me dio positivo. Comencé el tratamiento de tres días, con cuatro comprimidos por la mañana y cuatro por la noche”, contó. La segunda vez que tuvo malaria, tres meses después de la primera vez, tuvo síntomas: cólicos, vómitos, diarrea, y el test dio positivo. “Tenía dolores en las articulaciones, todas cosas parecidas al dengue. Allá la malaria es algo muy común. Lo tienen muchísimas veces durante el transcurso de su vida”, agregó.
Entiende que realmente “Dios los cuida porque muchos no tienen para hacer el tratamiento. Deja secuelas, particularmente en el hígado, que empieza a inflamarse, además de muchos otros problemas. Hay cosas que realmente te parten el corazón, conocimos a niños que murieron por cólera, pero también en ese momento es Dios el que nos fortalece”.