Tal día como hoy, pero hace 25 años, el destino tenía preparada una obra macabra para un joven de 27 años domiciliado en el barrio Unido de Garupá.
Ese sábado, alrededor de las 22, Vilmar Antonio Ferreyra (27) murió electrocutado en la trampa contra ladrones que él mismo fabricó antes de salir de vacaciones para proteger su precaria vivienda de madera.
Todo se precipitó cuando el hombre llegó desde el interior de la provincia, donde había permanecido por varios días. Al tratar de abrir la puerta cerrada con un candado, recibió una fuerte descarga que lo fulminó al instante.
Ferreyra olvidó que él mismo había conectado un cable de 220 voltios a la cerradura, para “evitar que nos roben” durante su ausencia, según había argumentado a su pareja, a quien no le parecía bien la idea.
Voceros policiales dijeron en la ocasión que el cable estaba enchufado a un tomacorriente. El otro extremo del conductor fue conectado a la cadena que sostenía el candado. Aparentemente la conexión eléctrica del inmueble era clandestina y muy precaria.
La pareja se trasladó por varios días a la casa de sus familiares, que viven en el interior provincial. Ferreyra jamás imaginó que antes de viajar había sellado su suerte.
Al tratar de abrir la cerradura a su regreso, quedó “pegado” y sufrió quemaduras en las manos, tórax y otras partes del cuerpo. Murió en el acto.