Nuestros animales de compañía contribuyen más al bienestar físico y psicológico de lo que te imaginas. Cuidarles, tal y como es nuestra responsabilidad, y recibir su cariño, además de pasar momentos de ocio jugando y paseando a su lado, siempre resulta beneficioso y nos hace sentir mejor.
Una de las principales razones por las que el estar con nuestros animales domésticos nos sienta tan bien es hormonal. Y es que, si hablamos de química, las investigaciones científicas han demostrado que, en el momento de acariciar a nuestro animal de compañía, se libera oxitocina. Puede que el nombre de esta hormona te suene de algo, porque también es conocida como la “hormona del amor”. Esta produce un efecto calmante, además de reducir la ansiedad y el estrés.
Cuando un perro y su amo se miran a los ojos, ambos disfrutan de una descarga de oxitocina que refuerza el vínculo afectivo entre ellos, según demuestra una investigación de la Universidad Azabu de Sagamihara (Japón) que se presenta en la revista Science.
Pero los resultados más interesantes de la investigación son los de los análisis de oxitocina, que se han realizado a partir de muestras de orina antes y después de que personas y perros interactuaran. Cuanto más mira un perro a su amo, señalan los investigadores, más aumenta el nivel de oxitocina tanto en la persona como en el perro.
Otras hormonas que se liberan cuando estás a gusto con tu mascota son la dopamina y la serotonina, ambas relacionadas con el bienestar. Como resultado, los que las cuidan, juegan con ellas y comparten buenos momentos mantienen un mejor estado de ánimo y presentan menores niveles de cortisol, mejor presión arterial.
“Los perros se han aprovechado de nuestra sensibilidad parental, utilizando conductas como mirarnos a los ojos, para provocarnos sentimientos gratificantes y actitudes protectoras”, escriben Evan MacLean y Brian Hare, investigadores de la Universidad Duke de Durham (EEUU).
Esta adaptación mutua entre perros y personas en los últimos miles de años explica que se hayan familiarizado con gestos humanos que resultan mucho más difíciles de aprender para los grandes simios (que son especies más próximas a nosotros) o para los lobos (que tienen una inteligencia similar a la canina y también son animales sociales). Así, los perros responden de manera espontánea a gestos humanos de interacción social como señalar con un dedo, seguir la dirección de la mirada o reaccionar correctamente ante palabras como “vení” o “siéntate”. “Los perros -escriben MacLean y Hare- tienen mucho más que decirnos sobre la cognición, y sobre nosotros mismos, de lo que muchos hubieran imaginado”.
Una mascota en la familia, es altamente positivo para todos los miembros de la misma, nos llena de amor y compañía. En el caso de los niños les da una responsabilidad y los ayuda a crear rutina dándole un sentido al cuidado de su animal.
Luciana Amado Siry
Espacio Wellness
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