El fiscal Martín Alejandro Rau, arrancó ayer la cuarta audiencia de debate oral en el Palacio de Justicia por la muerte de Rocío Antonella Bernhardt (27), con una carta sobre el paño que no fue pasada inadvertida en el recinto por ninguno de los protagonistas restantes. Solicitó al Tribunal Penal 1, ampliar la calificación de Cristian Daniel Vargas (33) a “homicidio agravado por femicidio y alevosía”. Le sumó “alevosía”, previsto en el inciso 2 del artículo 80 del Código Penal Argentino. Vargas llegó a juicio bajo la imputación de “femicidio” (inciso 11 del artículo 80), que prevé como pena única la prisión perpetua.
El anuncio del fiscal Rau se concretó en menos de 24 horas y posteriores a la declaración en el debate de la perito del Cuerpo Médico Forense del Superior Tribunal de Justicia, Silvina Carolina Lanzos, quien describió, entre varias de las conclusiones de la autopsia a Bernhardt, que el ataque letal en el cuello con un cuchillo dentado pudo ser cometido porque ocurrió contra el piso, con la víctima boca arriba y con mucha fuerza, toda la necesaria para penetrar siete centímetros el cuello, dañar la faringe y arteria carótida para que la sangre inunde la vía respiratoria y derive en el shock hipovolémico en pocos segundos. También detalló los rastros de golpes en el cráneo que sufrió la estudiante y trabajadora obereña en el departamento 1A de la calle Comandante Miño al 980 de la chacra 179 frente a la bahía El Brete de la costanera posadeña. Lesiones graves en la oreja izquierda y parietal izquierdo superior ocurrieron por la fuerza superior a la de Antonella contra un elemento romo, que se sospecha como posibles: un velador de madera, el borde de la cama, el piso o la pared de la habitación de la víctima. Tras el pedido de la Fiscalía ayer, el primer testigo llamado fue Juan Antonio Salvador Galuppo, médico integrante (ya retirado) del Cuerpo Médico Forense del Superior Tribunal de Justicia, quien participó en la autopsia a Bernhardt el viernes 5 de abril de 2019, al día siguiente del femicidio. Rau le preguntó sobre la posición del cuerpo respecto al tipo de lesión fatal que sufrió Antonella y el forense respondió con una aclaración: “En base a una hipótesis, una probabilidad, nunca una certeza, los rastros de sangre y goteo en el cuerpo y en la escena del hecho pueden dar una impresión de la posición del ataque”. La coartada de Vargas, encabezada por el defensor oficial Mario Ramírez, sostiene que la lesión ocurrió en un forcejeo entre ambos de pie y en el que el acusado luchaba por quitarle el cuchillo con el que lo amenazaba Antonella para que le devolviera el celular con el que habría grabado ella un acto sexual para extorsionarlo con enviarle a su esposa si no le daba dinero. Fernando Daniel Fruet, licenciado en Crimininalística y accidentólogo, integrante de la Dirección Policía Científica de la Policía, fue el segundo de la lista de testigos y detalló el escenario del crimen y la ubicación del cuerpo. De su manifestación, se resaltó que encontró la canilla del lavatorio del baño abierta y un cuchillo dentado “de 20 centímetros de largo” en ese lugar. También que el cadáver estaba boca arriba en el piso, entre la cama y la pared, y que observó “manchas color escarlata” (sangre) en la sábana de la cama, debajo de un pie y alrededor de la cabeza de la joven, las últimas dos “en forma de charco”. Agregó que un velador de madera estaba roto y sus pedazos en la misma habitación.
“Moralista y benevolente”
Florencia Dinnin Roldán Delpiano, psicóloga del Superior Tribunal de Justicia, detalló las conclusiones de los análisis realizados a Vargas luego de su detención. “No advertí dificultades para la comprensión de los actos”. Aunque resaltó que el acusado hizo hincapié en “el posicionamiento moral de la pareja en su vida”. Relacionado a ello lo describió como un hombre con “conductas de celos y control” pero también con “conductas negativas atribuidas hacia el otro”. Halló además, “indicadores que contrastan con sus manifestaciones verbales (…) moralista y benevolente se expresaba pero como fachada”. Vargas “se vinculaba desde el lugar de poder en el que el otro es subsumido a una posición accesoria, no consensuada sino egocéntrica de acuerdo a sus emociones (…) El otro debe cumplir o se le niega qué función elegir o desear”. Fue categórica respecto a que los test encuadraron a Vargas en un hombre que “vincula el poder en él y proyecta lo negativo en el otro y que esto representa una amenaza a su imagen”.