Apenas recibidas de trabajadoras sociales en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la UNaM, Antonia Irene Husulak, Norma Beatriz Kruler y Alicia “Titita” Del Piano, comenzaron a escribir la historia de lo que con los años se convirtió en el populoso barrio Villa Cabello, que días atrás celebró 50 años de existencia.
A través del libro “Estampas del trabajo social”, Husulak intenta describir cómo se gestó el proyecto y cómo fueron esos sacrificados inicios en la chacra 150, de la denominada zona Oeste de Posadas. También pretende “reconocer la verdadera historia y a aquellos pioneros que trabajamos a lo largo de cinco años”.
Situada en la década del 70, contó que en el país y en Misiones se organizaron grupos que dieron lugar al Movimiento Familiar Cristiano, compuestos por entre cuatro y seis matrimonios, con intereses y preocupación por la marginalidad social y la búsqueda de soluciones para una problemática que fue agudizándose con el tiempo.
Este Movimiento se propuso objetivos mediatos e inmediatos durante el encuentro nacional que se realizó en Huerta Grande, Córdoba, en 1969. Se definió allí que las funciones principales de cada grupo serían: formación de personas, educación en la fe y promoción del desarrollo.
Fue en este contexto que seis matrimonios de Posadas promovieron esta iniciativa de “construir una entidad civil con personería jurídica -Resolución Nº 69/73- a fin de realizar trabajos de promoción social cristiana, con familias numerosas y de escasos recursos”, según se estableció y registró en el Acta del 12 de mayo de 1973”.
Se compró la chacra 150 que era un campo, prácticamente sin vegetación, rodeado de olerías y un almacén que proveía de elementos de primera necesidad. El objetivo de los fundadores era, en un primer momento, trabajar con la gente del barrio, no había intenciones de traer a personas de otro lugar.
Villa Cabello fue parte de ese propósito, como compromiso de Promoción Social Cristiana (ProSoCri). En un primer momento el sacerdote José Czerepak fue asesor del grupo, hasta que decidió continuar su trabajo junto al Movimiento Agrario de Misiones (MAM), por lo que fue reemplazado por el padre Juan Markievicz, quien, durante una misa que se hizo en casa de Husulak, sobre calle España, expresó su intención de “constituirnos como una entidad civil”.
El grupo se manifestó coincidente con la idea y se decidió gestionar la personería jurídica. Durante este proceso, Husulak fue la encargada de elaborar los Estatutos Sociales, aprobados por la Dirección de Personas Jurídicas.
En la oportunidad, se vio en la necesidad de invitar a otras personas, “preferentemente del Movimiento Familiar Cristiano o grupos identificados con esta problemática”, según se desprende del Acta de Fundación. Fue así que se sumó al Dr. Juan Ramón Paredes, que era presidente del Movimiento Familiar Cristiano en la provincia.
Los miércoles, dejaba su consultorio médico y recibía en su casa a los miembros del grupo para planificar y, más adelante, rendir cuentas de lo que se había hecho en la semana. Luego, se dirigían a la chacra 150 para observar los avances, realizar correcciones y direcciones que requería el proceso.
El primer gran logro
Mediante la trabajadora social Delia Palomares de Belda supieron de la existencia de un amplio terreno denominado catastralmente como chacra 150, al oeste de la ciudad, cerca del arroyo Mártires y del río Paraná, que estaba a la venta porque habían concluido el proceso sucesorio.
Se obtuvo dinero desde Alemania a través de la gestión del sacerdote Markievicz que, como asesor de la comisión, tomaba fotografías de las visitas, de las reuniones debajo de los árboles, al amparo de la sombra increíble que proporcionaba la vegetación del lugar, y de “todo lo que hacíamos para profundizar el acercamiento con las familias”.
En un primer momento, “íbamos a juntar dinero entre nosotros, pero el padre se dio cuenta que la iniciativa valía la pena, entonces, fue a buscar recursos a Alemania. Vendió el proyecto y con ese monto, que creo que alcanzaba los cinco mil pesos, se compró la chacra. De esa manera pudimos empezar a establecernos. EMSA nos donó la instalación eléctrica y un cerne para hacer el quincho con techo de paja, que fue el centro de todas las actividades religiosas y recreativas”, confió.
Con el aporte económico llegado desde ese país europeo y la documentación que oficializaba la institucionalidad de la comisión, se titularizó el dominio a nombre de ProSoCri. Como propietarios del terreno, empezaron a conocerlo y a delinear las actividades que allí se iban a desarrollar. Junto a la arquitecta Juana Vilma Leyla Ferrando de Di Filipo “recorríamos el predio pensando y soñando viviendas, fuentes de trabajo y promoción social”, aseguró Husulak.
La historia de muchos
En la Facultad de Humanidades, Husulak siempre contaba que “nosotros fundamos Villa Cabello” por lo que sus colegas, su familia y los hijos del médico Paredes, le solicitaron que “escribiera la historia -con prólogo de Kruler y Del Piano-, que es la historia de muchos y está debidamente documentada. Esperé bastante hasta tener la resolución de la Dirección de Personas Jurídicas sobre cuándo y cómo nació el proyecto, que fue en mi casa, el día de mi cumpleaños. No hay nada que digamos que no esté documentado, y con las fotos pertinentes de cada parte del proceso”, aseveró.
Se compró la chacra 150 que era un campo, prácticamente sin vegetación, rodeado de olerías y un almacén que proveía de elementos de primera necesidad. “Se buscaba lograr el desarrollo comunitario, afianzar la seguridad de la gente, la comunicación, formarlos, capacitarlos, ya que teníamos la posibilidad de hacer viviendas dignas para esos vecinos. Este era el objetivo del programa”, subrayó.
“Fue una historia muy linda, pero de mucha vocación, de mucho servicio. Teníamos el Centro Privado de Investigación y Promoción Social (CePIPS), donde había una docena de trabajadoras sociales que se incorporaron para ayudar en el relevamiento socioeconómico. También una arquitecta se sumó para ver el lugar y qué se podía hacer. Finalmente, los arquitectos que se integraron al grupo fueron Fernando Dasso y Marcelo Artundo”.
Norma Kruler contó que “se pretendía comenzar con la gente más vulnerable que eran, justamente, los oleros que vivían totalmente alejados de la comunidad. Ahora se llega a Villa Cabello en 10 minutos, pero en aquel entonces era un largo camino de tierra en medio del monte. No tenían acceso a nada, ni a la salud, ni a la educación. La intención fue llevar un poco de educación, de desarrollo, a ese sector. Se eligió ese lugar, justamente, por esa precariedad en la que vivían los pobladores”.
Tucumana de nacimiento, y radicada en Apóstoles a los 18 años, Kruler dijo que el propósito era conocer a las familias y que, mediante las encuestas, “podíamos saber a qué se dedicaban, los ingresos, cuántos niños tenían, de que vivían, de dónde eran, qué alternativas tenían los niños, los problemas de salud, con el objetivo de motivarlos a participar del centro, de las reuniones. El proyecto surgió junto con ellos, porque comenzaron a contarnos sobre las primeras necesidades: el agua, la luz, la vivienda, y los aglutinamos con la costura, para que haya socialización, capacitación y motivación”.
“Empezamos con la luz y con la primera casa. De la primera, nos hicimos cargo, y la convertimos en el Centro de Promoción Social y Centro de Promoción de la Mujer, donde se brindaba todo tipo de capacitaciones, sobre costura, sobre temas de embarazo, y de todo lo que necesita una mujer, siempre estimulando para que los chicos vayan a la escuela. Ahí nomás, con la costura al lado, se ayudaba con los deberes. Fue todo un campo sinérgico porque después, por la tarde, se hacía una merienda para todos ya que a esa hora terminaban las tareas los obreros”, agregó Husulak, a quien sus pequeños hijos: Claudia y José Mekekiuk, ayudaban a lavar las tazas.
Del Piano insistió con que el objetivo “era trabajar con la comunidad, con los vecinos, por eso es que empezamos a hacer el relevamiento de las familias. La idea era promocionar, lograr el desarrollo. Recién recibidas de trabajadores sociales, el objetivo era lograr una sociedad más justa. Queríamos, por lo menos, la igualdad de oportunidades. Sin perder este objetivo comenzamos a trabajar con la gente para que se involucre en el proyecto. No es que se pretendía ir y construir las casas, sino que la misma gente participe de la construcción y, a través de ese trabajo, amén de la Iglesia, de las misas y las doctrinas, ir aprendiendo un oficio. Si bien ellos eran oleros, vivían en la miseria más absoluta. Nuestro objetivo era darle trabajo, darle viviendas dignas y capacitación”.
Tiempos complicados
Según Husulak, el grupo estaba cuestionado, “como que éramos zurdos. El sacerdote “Jopito” Raiser, del Instituto Roque González, quería que le compráramos 5.000 ladrillos a una Cooperativa que él organizó en Garupá. Adquirimos el material, pero no teníamos manera de trasladarlo. Voy a la casa de Blanca Fragueiro de Rojas, y me dice: pedí que lo traslade Gendarmería Nacional (GN). Pagas el combustible y ellos, lo van a acercar. Creo que eso, en parte, nos salvó la vida, porque habían comenzado a cuestionar qué hacíamos en el predio, en un lugar tan alejado, pero, además de eso, los trabajadores sociales en esos tiempos estábamos bajo sospecha. Nos dieron el aval para acarrear los ladrillos y con eso se empezó a construir. Pasamos el proceso y lo sobrellevamos de alguna manera”.
Las autoridades de la fuerza “empezaron a ver que estábamos por hacer casas y pero que todavía no había mucho dinero. El comandante principal Antonio Amicarelli, con asiento en Oberá, fue a inspeccionar la zona, y nos ofreció costaneros con los que levantamos cinco casas. También nos mandó una chancha embarazada, que era el deleite de los chicos, que querían darle de comer. Todo fue una experiencia comunitaria plena”, graficó, y confirmó que “eso fue una cobertura para la situación de inseguridad que teníamos”. Más tarde, concurrió el jefe de GN, Antolín Esquivel, que, al observar el trabajo desarrollado, facilitó cuatro máquinas de coser, que se sumaron a otras cuatro cedidas por el ministro del interventor federal Juan Carlos Taparelli.
En algún momento, después que transcurrieron cinco años, “comenzamos a vislumbrar un conflicto porque Markievicz quería manejar el poder con una nueva institución que aparecía en Alemania, que era la Familia Kolping, que estaba dispuesta a ayudar, y nosotros sentíamos como un desplazamiento por varias razones. Y dijimos que no, que es una institución que no conocíamos, entonces decidimos pasar el proyecto al Obispado. Hablé con el obispo Jorge Kemerer, que me conocía desde niña, porque asumió cuando yo todavía vivía en Gobernador Roca y era amigo de mi papá. Me respondió, bueno, si están todos de acuerdo en asamblea, que así sea. Se hizo una asamblea y se pasó al Obispado. Dijo que se iba a arreglar. En ese momento apareció la Asociación Familia Kolping, y nosotros nos corrimos de la escena. Nos quedamos tranquilos”, reseñó.
Entre tantas anécdotas, contó que manejaba su Fiat 128 de color verde y tenía miedo de patinar al cruzarse con el colectivo 23. “Como había una sola huella, tenía que esperar lejos, en una lomada, para que pase el micro y después seguir. Un día llevaba a la zona de obras a un supervisor alemán y le tuve que explicar el motivo de la maniobra. Es que, de lo contrario, nos íbamos a la zanja”.
Compromiso concreto
De acuerdo al acta de constitución de la entidad, el 12 de mayo de 1973 se reunieron: Oscar Pozzi, Silvina de Pozzi, Adela Ramírez de Caballero, Brígido Caballero, Benigna Tomasa Valdez de Melgarejo, Luis Rojas, Blanca Juana Fragueiro de Rojas, Antonia Irene Husulak, Rodolfo Mekekiuk, Ofelia Timez de Flor, Jorge Flor y el presbítero Juan Markievicz, con el objeto de constituir una entidad civil con personería jurídica a los efectos de realizar trabajos de promoción social cristiana con familias numerosas y de escasos recursos. Markievicz expresó que el grupo debía asumir algún compromiso concreto en esta área dado que a través de los años de estudio y reflexión de los diversos documentos de la iglesia no podíamos dejar de participar activamente en el desarrollo social de nuestro pueblo.