Fue el mensaje que nos regaló nuestro querido Papa Francisco para esta cuaresma que estamos transitando, inspirado en el pasaje Bíblico de la Transfiguración del Señor: una experiencia que nos invita a profundizar nuestra fe en Dios, frente a tantas situaciones de sufrimiento y cruz que nos toca enfrentar.
La experiencia de la transfiguración, en este tiempo de cuaresma, nos invita a apartarnos para estar en comunión con nuestro Dios, aún en medio de nuestros compromisos y ocupaciones diarias.
El mismo Jesús invita a sus discípulos a apartarse y “subir a un monte elevado” para encontrarse consigo mismo y con el proyecto de Dios para cada uno. Momentos de silencio interior, oración personal y encuentros en las celebraciones, son instantes que nos ayudan a vivir la gracia de la fe en comunidad.
La cuaresma es un tiempo de gracia para fortalecer nuestra fe y profundizar nuestro conocimiento y cercanía con el Maestro, desde la lectura y meditación de la Palabra de Dios. Cuanto más nos acercamos a la Palabra, seremos capaces de comprender los misterios de la vida desde la pasión, la cruz y la resurrección de Jesús. Una profunda experiencia de fe, desde el amor del Padre.
Es también una práctica transcendental la de compartir la fe con quienes caminamos en la vida. Las experiencias de fe vividas en familia, seguramente, nos fortalecerán para superar los momentos de adversidades y cruces que nos toca enfrentar. Es la fe puesta en Dios la que nos moviliza y fortalece en tantas situaciones de desaliento. La fe en Dios se vive en familia y colectivamente.
Este tiempo nos llama a vivir una conversión personal y comunitaria, reconociendo las raíces de nuestra fe y fortaleciéndonos en unión interpersonal. Es un llamado para significar nuestras prácticas de la fe, especialmente las cuaresmales, que tal vez hemos dejado de lado, por la influencia de la misma modernidad. Nos anima a reconocer a Cristo como nuestro modelo de vida.
Esta transformación interior, que ya estamos recorriendo, nos prepara para el encuentro con Jesús en el camino Pascual. En la medida que abramos el corazón a Él, seremos capaces de vivir esta transformación como la vivieron los apóstoles. Es la conversión a la que nos predisponemos en este tiempo de cuaresma y, sin duda, que la participación en las celebraciones litúrgicas de ésta nos ayudará para vivir esta conversión.
La cuaresma nos invita a una esperanza renovada por el encuentro con Jesús en la fe. La experiencia de la transfiguración nos anima a transcender nuestras cruces cotidianas para encontrarnos con el Dios vivo que siempre nos transmite aliento y confianza con ese amor que nos sostiene.
Que, a ejemplo del mismo Jesús (que vivió la experiencia de la transfiguración), podamos vivir esta cuaresma entregando lo mejor de nosotros; para que realmente sea una experiencia transformadora desde una profunda vida de oración, reflexión y meditación de la Palabra. También, que nos lleve al encuentro con Dios y el hermano y que la vivencia de las prácticas cuaresmales enriquezcan nuestra voluntad.