El Miércoles de Ceniza da comienzo a la Cuaresma, un período de 40 días que conducirá a los fieles cristianos hasta la Semana Santa y, especialmente, hasta la celebración de la Pascua de Resurrección. El padre Alberto Barros dialogó con PRIMERA EDICIÓN sobre la importancia de esta fecha que para la Iglesia es un tiempo de preparación, y sostuvo que “la solidaridad y la caridad adquieren una importancia relevante en tiempos de crisis”.
En este contexto, indicó que el Miércoles de Ceniza comienza con un rito muy antiguo, como es la imposición de las cenizas que se obtiene de la incineración de los ramos bendecidos el Domingo de Ramos del año anterior.
“Las cenizas son el símbolo de nuestra fragilidad, nuestra dignidad, que nos ayuda a reconocer aquello que no está bien en nosotros. La imposición de las cenizas es una invitación a vivir la Cuaresma tomando conciencia de nuestra fragilidad y la necesidad de cambiar, por eso decimos que es un tiempo de conversión”, apuntó.
Indicó además que “en la Cuaresma también se insiste mucho en profundizar todo lo que es la opción de servicio y de caridad con el otro, porque eso es justamente el centro de nuestra fe cristiana. La conversión tiene que llevarnos a cambiar para bien, cambiar para hacer crecer un amor hacia los servicios, la solidaridad y hacia todo lo que es bueno con respecto a los demás a partir de nuestra fe. Por eso se insiste mucho en que la Cuaresma sea un tiempo de mucha caridad, con esas tres prácticas que se suelen proponer, que son el ayuno, la limosna y la oración”, recordó.
En este sentido, Barros reflexionó que “la solidaridad y la caridad adquieren una importancia relevante en estos tiempos de crisis. En todos los tiempos siempre la caridad es el centro de la vida cristiana. Quien cree en Jesús tiene que traducir esa fe en gesto de amor, empezando por la propia familia, en el barrio, en los lugares de trabajo. Ese amor debe tener siempre predilección por los más pobres, por los más sufrientes, por los últimos, los no queridos, los no amados, como lo hizo Jesús que amó a todos pero de modo preferencial a los que más necesitaban”.
Esto “que es de siempre en la fe católica”, apreció el sacerdote. “En el tiempo que vivimos en Argentina adquiere una dimensión particular o una urgencia mayor, dada la dificultad y el padecimiento de tantísimos hermanos y hermanas nuestros que hoy sufren en el flagelo de la pobreza, de la inclusión, de no acceder a los bienes materiales y culturales, básicos para poder vivir con dignidad. Así que la Cuaresma en este año tiene una especial urgencia para quienes somos cristianos, de solidaridad con el otro”, enfatizó.
A todo esto, el padre Barros observó que “la necesidad es mucha, y desgraciadamente en la Argentina tenemos una pobreza estructural que crece a medida que la inflación no cede. Esto implica mayor costo en los alimentos, en la vestimenta, que en las personas más pobres es el gasto principal. Los sueldos por supuesto no suben como la inflación. Mucha gente vive del trabajo informal y eso genera necesidades básicas cada vez más insatisfechas; una pobreza que crece y que va golpeando a los sectores más vulnerables. Hoy hay gente que tiene un sueldo en blanco y está muchas veces bajo la línea de pobreza. Es una situación muy grave que nosotros vemos en los barrios, y esta pobreza está golpeando a la Argentina”.
“Lo peor que nos puede pasar es que nos acostumbremos a la pobreza. Creo que nos vamos acostumbrando a esta foto dramática de la Argentina, cuando en realidad tendría que golpearnos mucho, hacernos llorar, conmovernos y despertar fuertemente el compromiso de todos para hacer algo, cada uno desde nuestros lugares, para que este drama de la pobreza nos siga avanzando en el país”, concluyó.