Víctima de sus peleas intestinas, de sus errores no forzados y también, porqué no, de sus propias soberbias, el Gobierno argentino acumula cada vez más datos negativos en lo que lleva administrando el Estado.
Más allá de lo obvio como la inflación, la caída del salario, las restricciones y otros datos que describen lo peor de esta gestión, subyace otro que explica lo difícil que es armar una coalición sostenible para ganar y gobernar.
Con la reciente salida de Alexis Guerrera de la cartera de Transporte de la Nación, sólo quedan cinco ministros originales en un país que tiene nada menos que veintiún ministerios. Algunos de los cambios obedecen a los rubros económicos descriptos en el párrafo anterior. Otros también se explican en la forma de gobernar. El caso de Martín Guzmán, por caso, es una resultante de los dos factores.
A veces los cambios son tan estrepitosos que se dan en grandes cantidades. En octubre pasado el Presidente debió reemplazar a cuatro ministros salientes.
Pero lo que debe permanecer en reflexión es todo lo compleja que se volvió la administración para este Gobierno y las consecuencias que esto deja en el país porque, al fin y al cabo, los efectos de esta dinámica recaen con mayor o menor contundencia en la sociedad.