La inflación es hoy un fenómeno global, que también golpea a los países desarrollados. Pero desde por lo menos hace quince años es parte de la vida de todos los argentinos.
“The New York Times”, uno de los medios de comunicación más influyentes de Estados Unidos, comparó la inflación que sufre su país con la de Argentina. “¿Piensa que la inflación de 9% es mala? Imagine una del 90%”, proclama el título de un artículo publicado este sábado.
Dos periodistas del staff del diario neoyorquino, Jack Nicas y Ana Lankes, visitaron Argentina y retrataron la suba de precios.
“Con el mundo lidiando con precios en alza -dice la bajada de la nota- una excursión a la Argentina revela cómo años de inflación pueden dar lugar a una economía verdaderamente bizarra”.
“El dólar es rey en la Argentina porque el peso argentino se está desintegrando, en particular durante el último mes. Hace un año, 180 pesos podían comprar un dólar en el ampliamente usado mercado negro, ahora se necesitan 298”, cuentan los cronistas que durante quince días hablaron del fenómeno inflacionario con economistas, políticos, productores rurales, agentes inmobiliarios, peluqueros, taxistas, cajeros, artistas y vendedores callejeros y personas desempleadas y cuentan su asombro por el hábito argentino de pagar compras tales como terrenos, casas, autos y costosas obras de arte en efectivo y en dólares que guardan en ropa vieja, debajo del piso o en depósitos de seguridad situados en subsuelos y a los que se llega luego de pasar hasta nueve puertas.
El artículo cita que según expertos la Argentina es el país del mundo con más tenencias de dólares fuera de Estados Unidos. Tanta, enfatiza, que a veces los dólares son tirados por error, como aparentemente sucedió en un basural en el que se encontraron decenas de miles de dólares.
“Con el peso desplomándose, los precios suben para intentar equipararse. Muchos economistas esperan que la inflación, ya del 64%, llegue a 90% en diciembre. Es una de las peores crisis económicas en décadas, y eso es mucho decir para la Argentina”, dice un pasaje, que asevera que en un mundo que lidia con el aumento de precios, “tal vez no hay economía que entienda mejor que la Argentina lo que es vivir con inflación”.
El país ha convivido con el fenómeno la mayor parte de los últimos 50 años, recuerda el diario norteamericano, incluyendo una etapa caótica a fines de los 90 en que la inflación llegó a un “casi increíble” 3.000% y en la que los argentinos corrían a los almacenes a comprar antes de que los empleados llegaran con sus pistolas de remarcación. “Ahora -recuerda- la inflación alta volvió, excediendo el 30% anual todos los años desde 2018”.
El dólar
El reportaje empieza citando a Eduardo Rabuffetti, un argentino que estuvo en Estados Unidos sólo una vez, en 1999 en Miami, durante su luna de miel, pero conoce los billetes de cien dólares mejor que la mayoría de los norteamericanos y es capaz de reconocer un billete falso al tacto y muchas veces caminó por las calles de Buenos Aires con decenas de miles de dólares en su saco, porque es un desarrollador inmobiliario que construyó dos edificios de oficinas y compró los terrenos de ambos edificios en efectivo, con billetes de cien dólares.
“Aquí, si no se ve el dinero, nadie firma nada; después de la cantidad de crisis por las que pasamos, nos acostumbramos a eso”, explica Rabuffetti a los enviados del Times, que agregan para ahorrar los argentinos guardan dólares en lugares insólitos.
Hablar de economía anima cualquier conversación, dicen los enviados, y genera desde maldiciones hasta opiniones informadas sobre política monetaria. Una mujer les dijo que oculta dólares en una vieja ropa de esquiar, otra les contó que compró su vivienda con dólares que llevó ocultos en el corpiño y una camarera venezolana se preguntó si había emigrado al país adecuado.
Algo es muy claro, dice el artículo: “Los argentinos han desarrollado una relación altamente inusual con su dinero: gastan sus pesos tan rápido como los tienen, comprando en cuotas desde televisores hasta pelapapas, no confían en los bancos, raramente usan crédito y tras años de constantes aumentos de precios tienen poca idea de cuánto cuesta algo”.
El país es así un caso de estudio de cómo la gente se adapta a vivir en una economía casi imposible de imaginar en cualquier otra parte del mundo.
La vida es especialmente manejable para aquellos con medios para hacer funcionar el sistema, pero muy dura para el resto, dice el Times.
Uno de los testimonios es el de Juan Piantoni, de Ingot, una empresa que fabrica cajas de seguridad, cuyo negocio es floreciente. “Nos preguntamos cómo la sociedad permite que esto suceda”, dice Piantoni, quien cree que el país está en vísperas de “una crisis mayúscula”, sólo basta que alguien “encienda la mecha”.
Hasta ahora, sin embargo, las cosas se mantienen calmas, con los salarios de muchos trabajos subiendo cerca del 50%, los alquileres subiendo a tasas parecidas y millones de argentinos recurriendo al mercado negro para evadir las restricciones del Gobierno para acceder al dólar. De ese modo, en áreas ricas la construcción sigue a buen ritmo y los bares y restaurantes están llenos y en algunos es muy difícil conseguir reserva.
Sobre el principal acreedor, cita que el FMI, al que la Argentina le debe USD 44.000 millones, pidió al Gobierno recortar el déficit y aplicar políticas monetarias más estrictas y que el miércoles pasado el nuevo ministro de Economía, Sergio Massa, “dio uno de los pasos más significativos en años cuando se comprometió a dejar de imprimir pesos para financiar el presupuesto”. Sin embargo, aclara, muchos argentinos “descreen de que el país esté listo para adoptar las difíciles opciones necesarias”.
Los argentinos, prosigue el reportaje, esperan que la actual situación no lleve a un desastre como el de 2001, cuando se produjo una corrida bancaria.
“Ese año se volvió claro que los inversores extranjeros creían que el peso argentino valía mucho menos que el tipo de cambio oficial”.
Los argentinos corrieron entonces a los bancos, pero el Gobierno impuso un límite a los retiros y después hizo una quita sobre el valor de los depósitos mediante una devaluación brusca, el presidente renunció y se fue en helicóptero para evitar la “masa enojada” en Plaza de Mayo.
Además, el artículo precisa que en 2017 se lanzó el billete de 1.000 pesos, que entonces valía 58 y hoy vale 3,45 dólares en el mercado negro, un precio cercano al Big Mac, mientras un iPhone cuesta más de un millón de pesos.
Los constantes cambios de precios hacen que la gente pierda noción del valor de las cosas: los menúes cambian constantemente, los taxistas deben ajustar sus medidores y las etiquetas de precios suelen quedar desactualizadas.
Pobreza
Mientras tanto, en las zonas pobres la gente junta cartones para vender, juntan dinero para comprar comida y recurren al canje para evitar el peso. “Típicamente, los pobres argentinos no tienen trabajos en los que haya aumentos salariales automáticos ni dinero extra para comprar dólares”, lo que hace que se ganen unos pocos pesos mientras los bienes se vuelven más y más caros, dice el artículo que cita la tasa oficial de pobreza del 37%, contra el 30% que era en 2016.
El Times recuerda que Martín Guzmán renunció al Ministerio de Economía el 2 de julio, en los siguientes 26 días el valor del peso cayó 26% y que el presidente Alberto Fernández echó a la sucesora de Guzmán (Silvina Batakis), quien, como otros 20 ministros antes de ella, duró menos de dos meses en el cargo.
Si bien el artículo dice que algunos vinculan el reciente soplo hiperinflacionario al alza de precios mundial, la guerra en Ucrania y problemas en las cadenas globales de valor, agrega que “muchos economistas creen que la inflación argentina es autoinfligida”, pues el país gasta mucho más de lo que recauda para financiar salud gratis o ampliamente subsidiada, universidades, energía y transporte público y para financiar el déficit imprime más pesos.