Los números son concretos, no admiten interpretaciones, dan cuenta del estado de las cosas e incluso permiten proyectar. La política, al menos en Argentina, es interpretativa, exige análisis del discurso y siempre se valida de acuerdo a lo que se entiende del dirigente aún con sus propias contradicciones. Cuando política y economía se ponen de acuerdo sólo basta con preparar el terreno para aquello que se haya planificado.
Los números, la economía en este caso, son alarmantes en Argentina. Casi todos los índices gritan crisis y proyectan más de eso si antes no se cambia el rumbo.
La política, en cambio, no sólo lleva su propio lánguido ritmo, sino que toma decisiones incongruentes con lo que le pasa a la economía. Más que la necesaria alianza entre ambos, economía y política parecen haber tomado rumbos totalmente opuestos.
La economía continúa en el camino de colisión, mientras la política apela a las mismas decisiones que contribuyeron a este crítico escenario.