Ser conscientes de los ritmos internos y externos nos ayuda a vivir en armonía con la naturaleza, con el entorno y con nosotros, ya que nuestra misma existencia en la Tierra es un ejemplo de ciclo. Y hoy sabemos que desde los orígenes de la vida estamos influenciados por ritmos como los movimientos de rotación y traslación planetaria, el desplazamiento del sistema solar en torno al centro de la galaxia, así como el desplazamiento de las galaxias en torno de un centro atractor. ¡Uuuh, qué lejos nos fuimos!
Regresemos a la Tierra. Sabemos que la rotación de nuestro planeta sobre su eje genera los días y las noches con su ritmo circadiano, mientras que su movimiento de traslación alrededor del Sol produce las estaciones del año transformando el clima y el paisaje que nos rodea, sin entrar a detallar ciclos aún mayores como los glaciales.
Todos nos influencian, como también las fases de la luna y las alineaciones de los planetas.
Por eso, así como anteriormente habíamos citado el Principio Universal de Ritmo, ahora recordamos el Principio Universal de Correspondencia que dice: “Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba”, porque también nos influencian los ritmos más pequeños de las células con las que estamos formados, así como los ritmos mucho más pequeñitos de los átomos que, en el caso de los humanos, nos componen en un número promedio de siete mil cuatrillones, más el de las partículas subatómicas estudiadas por la física cuántica, cuyas ondas vibratorias también evidencian ciclos.
Así, entre lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño y en medio de esas influencias, los seres vivos vamos cumpliendo el ciclo de la existencia individual a través de la infancia, la juventud, la madurez y la vejez.
La actividad rítmica es una cualidad fundamental de la vida. Por eso debemos ser conscientes y auto observarnos cuidadosamente en todo lo que forma parte de nuestra naturaleza, de nuestro ser aquí y ahora.
También debemos considerar que hay momentos en que nuestros ritmos están más bajos y en otros están más altos, y que los momentos de descanso, relajación y paz armonizan nuestra energía para que podamos decirnos: “Me siento uno con Todo”. Luego saldremos a transitar más formas de ritmo en el mundo que nos rodea y del que participamos activamente. Namasté.