De atrás hacia adelante y con un Índice de Precios al Consumidor proyectado de 5% para mayo, la inflación en Argentina debería descender al 4% mensual promedio a partir de ahora para cerrar el año en 70%... siendo optimistas.
En esa difícil, sino imposible, empresa se embarcó el ministro Martín Guzmán que se juega el todo por el todo desde ahora, cuando sabe que reunió todo el poder posible al sobrevivir a la interna entre el presidente Alberto Fernández y el ala más dura del kirchnerismo.
El titular del Palacio de Hacienda prometió que la inflación se irá desacelerando sin que se frene la recuperación técnica, cuyos efectos aún no se perciben en los bolsillos. También se comprometió a generar las condiciones para que el Banco Central acumule dólares en sus reservas.
Ninguno de los objetivos planteados por Guzmán está cerca de cumplirse, pero siendo técnicamente razonables, queda tiempo hasta fin de año.
Sin embargo, no deja de llamar la atención que el nuevo eje de la gestión económica sea culminar el año con índices inflacionarios totalmente desfasados.
De hecho, en las últimas horas la autoridad monetaria dio a conocer los resultados de su último Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) en el que los analistas consultados proyectaron que la inflación minorista acumulará durante 2022 un 72,6%, un enorme salto respecto del 65,1% que habían estimado el mes pasado.
Pareciera que Guzmán va corriendo las expectativas y los tiempos a la par del mercado muy seguro de que el haber prevalecido en la interna le asegura una estadía de largo plazo en Economía.
Pero qué valor tiene entonces una promesa cuando la agenda, si es que alguna vez existió tal cosa, va cambiando de acuerdo a los escenarios.