Debido a la pandemia millones de niñas corren mayor riesgo de la mutilación genital femenina. El confinamiento y cierre de las escuelas llevaron al abandono de los servicios que protegen a las niñas de esta practica nociva, que supone 2 millones de casos adicionales en la próxima década.
“Estamos perdiendo terreno en la lucha para poner fin a la mutilación genital femenina, y este revés tiene consecuencias devastadoras para millones de niñas en aquellas zonas donde la práctica está muy extendida”, comentó Nankali Maksud, asesora superior de UNICEF en materia de prevención de prácticas nocivas.
“Las niñas que carecen de acceso a servicios vitales, escuelas y redes comunitarias corren un riesgo considerablemente mayor de ser víctimas de la mutilación genital femenina, lo que pone en peligro su salud, su educación y su futuro. En el Día Internacional de la Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, y al cumplirse el segundo año de la pandemia, debemos renovar nuestro compromiso mediante una acción concertada y adecuadamente financiada para recuperar el terreno perdido y acabar con esta práctica en todos los países”.
Esta práctica es una violación a los derechos de las niñas y puede causar graves complicaciones para la salud e incluso la muerte. Las niñas sometidas a la mutilación genital corren mayor riesgo de contraer matrimonios prematuros y de abandonar la escuela, lo que amenaza su capacidad de tener un futuro mejor para ellas mismas, sus familias y comunidades.
Últimos datos disponibles
:Por lo menos 200 millones de niñas y mujeres vivas hoy en día fueron sometidas a la mutilación genital. En 2030 podría haber dos millones más de víctimas debido al COVID-19, lo que representa una reducción del 33% en el progreso para eliminar esta práctica nociva.
Es el resurgimiento de una tendencia alarmante. Casi una de cada cuatro niñas o mujeres sometidas a esta práctica, es decir, 52 millones de mujeres en todo el mundo, fue mutilada por un profesional sanitario. Esta proporción es dos veces mayor entre las adolescentes, lo que significa que la práctica se está medicalizando cada vez más.
Son 15 países con datos de mutilación genital femenina los que se encuentran en situación de conflicto, de aumento de la pobreza y desigualdad, lo que representa una crisis para las niñas mas vulnerables y marginadas del mundo.
En algunos países, la mutilación genital femenina sigue siendo una práctica casi sistemática: afecta al 90% de las niñas en Djibouti, Guinea, Malí y Somalia.
En casi la mitad de los 31 países donde la mutilación genital femenina se practica, es a una edad cada vez más temprana, lo que reduce la posibilidad de actuar. En Kenia, la edad media de las víctimas descendió de 12 a 9 años en las últimas tres décadas.
A pesar de esto el progreso es posible, el riesgo de que las niñas sufran esto se redujo un tercio en comparación a tres décadas atrás. Pero tenemos que avanzar 10 veces mas para cumplir el objetivo mundial de erradicar esta practica para el 2030. Otras crisis, como el COVID-19, el aumento de la pobreza, la desigualdad y los conflictos hacen que millones de niñas corran mayor riesgo de ser víctimas de la mutilación genital femenina.
En las dos últimas décadas se duplicó la proporción de niñas y mujeres que se oponen a esta práctica en los países de alta prevalencia.
Garantizar el acceso de las niñas a la educación, la atención sanitaria y el empleo es esencial para acelerar la eliminación de la mutilación genital femenina y permitir que las niñas contribuyan al desarrollo social y económico equitativo.
La Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el 6 de febrero como el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, para ampliar y enfocar mejor los esfuerzos para eliminar esta práctica.
El Programa Conjunto del UNFPA y UNICEF trabaja para erradicar la práctica, interviniendo en 17 países donde se produce con frecuencia. Al capacitar a las niñas y mujeres para que ejerzan sus derechos a la salud, la educación, la obtención de ingresos y la igualdad, el programa pretende acabar con los desequilibrios de poder que impulsan esta práctica nociva.
Fuente: UNICEF