Si en algo se ha invertido en los últimos años en materia de seguridad es en la instalación de un sistema de videovigilancia en las principales ciudades, que posibilitan el monitoreo permanente de lo que ocurre en las calles para la prevención de delitos.
Pero, además de prevención, es una herramienta muy útil para la investigación de ilícitos que se concretan contra terceros.
La ola de robos en Itaembé Guazú, un populoso barrio posadeño en constante crecimiento por las inversiones en viviendas sociales que realiza la Provincia y que se suman a las 717 casas del PROCREAR nacional, lamentablemente no viene contando con un sistema tan sofisticado como aliado para detener su avance.
Claramente aparece la pregunta si el problema es la forma en la que opera la videovigilancia, si las cámaras efectivamente funcionan o si la falla es humana (por falta de capacitación o por desinterés de poner al personal a realizar seguimiento de los videos hasta llegar a los delincuentes).
Resulta increíble que los autos que la propia Policía sostiene que son robados, no sean advertidos por las decenas de cámaras que hay en Posadas. Ni por los efectivos que realizan las rondas por las diferentes zonas.
Primero fue un Corolla blanco que, si no era abandonado por los delincuentes, iba a seguir siendo usado para delinquir. Cosa que sigue pasando con el Gol rojo que los vecinos y las cámaras de viviendas particulares advirtieron en los últimos asaltos a viviendas de trabajadores de Itaembé Guazú.
Cómo habrá sido la falencia del sistema policial que el mismo auto fue visto como sospechoso de robos en la zona céntrica de Posadas, a varios kilómetros de distancia. Tramo en el cual, aun con la patente identificada como el auto robado en Oberá, no fue encontrado por nadie.
Por más que algunos se molesten, los hechos solo muestran que por acción u omisión, hay “zonas liberadas” para que los delincuentes actúen impunemente.