La reiteración de robos en barrios populosos como Itaembé Miní o Itaembé Guazú de Posadas (y en otros tantos de diferentes localidades), altera la paz y el bienestar de las miles de familias que viven en los mismos.
Se trata mayormente de trabajadores que resultan víctimas de quienes se aprovechan del esfuerzo de los demás, para obtener bienes que no les corresponden, actuando de manera impune y sin un sistema de seguridad que resulte capaz de poner un freno a la cuestión.
Los delincuentes actúan con un seguimiento previo de las viviendas donde van a entrar, destrozar lo que encuentren, robar lo que puedan y huir de la Policía y ni hablar de una Justicia nada efectiva.
Pero, la peor parte, es mantener la paz y la tranquilidad que se ve alterada cuando se invade una propiedad, la intimidad de una familia, se la vulnera tal vez para siempre.
Hay una decisión política de sostener una provincia en paz, sin embargo parece no haber funcionarios policiales con poder de decisión que resulten capacitados para ejecutar las políticas de seguridad. Acciones que no están representadas en una serie de patrullajes una vez que los robos ya fueron cometidos. Sino en la prevención, en evitar que ese bienestar tan caro para las familias, como es la seguridad, se sostenga.
Cuesta mucho esfuerzo comprarse un televisor, un equipo de audio, una computadora o un celular. Horas de trabajo que, en pocos minutos, un delincuente se apodera sin ningún mecanismo estatal que sea capaz de evitarlo.
Las viviendas mayoritariamente tienen rejas por todos lados, muros, alambres de púa, trabas, alarmas, cámaras de seguridad y cuantos mecanismos se puedan adquirir. Sin embargo, ante la falta de acción policial, nada resulta por ahora suficiente para vivir tranquilos.