Desde hoy, las escuelas misioneras de gestión pública como privada (aunque algunas ya lo hicieron desde hace semanas) estarán obligadas al retorno a la presencialidad plena en las aulas tanto de alumnos como de docentes.
Representa un enorme desafío para el sistema educativo en la pandemia de COVID-19, especialmente por factores que hacen a lo sanitario, organizacional y de comportamiento de los actores en el ámbito educativo ante este nuevo escenario.
A su vez, se abre un interrogante que abarca no sólo a quienes son parte del sector de la educación sino para la población en general: ¿qué pasará con el transporte público de pasajeros?
Nadie sabe con exactitud si habrá más frecuencias a fin de evitar empeorar los viajes “como ganado” en las unidades, en particular del Grupo Z que poco hace por mejorar su pésimo servicio. Sobre todo al momento en que muchos trabajadores utilizan el colectivo y coinciden con los alumnos, luchando por poder subirse y llegar a horario a cada uno a sus obligaciones.
Habrá que ver si el Estado logra “torcer el brazo Z” porque lo único que no modificó la pandemia fue la forma pésima en la que se viaja.
La pandemia no terminó y nadie sabe todavía qué le espera a la provincia ante el avance de la variante Delta de COVID-19. Sin embargo, con la idea de potenciar conocimientos, relacionamiento y algo de la vida perdida por la llegada del coronavirus se tomó la determinación de permitir la asistencia escolar de manera plena.
Por eso se menciona que todo podría cambiar de acuerdo al contexto epidemiológico provincial.
Lo importante será que directivos y docentes entiendan que es preferible avisar que no se puede cumplir con el pedido de la presencialidad, antes que llegar a un brote del virus que reavive un momento estable de contagios.
Actuando con responsabilidad será posible transitar esta prueba que se inicia, de intentar retomar la vida que supimos tener hace casi dos años.